ARGENTINA NO NECESITA MÁS GRITOS Y AMENAZAS
Todos tienen razón, pero el paro no cambia nada
La segunda medida de fuerza contra el gobierno de Milei tuvo un gusto agridulce para los contrincantes. Si bien públicamente la CGT calificó de “parazo” la medida, el impacto final de la huelga estuvo lejos de eso. El oficialismo, que se hizo el desentendido, también acusó el impacto y se juramentó redoblar la apuesta contra los sindicatos. Muchos lo sintieron como una traición.
La conclusión más importante de lo que pasó el jueves no es si la gente, esa figura fría y abstracta, la está pasando mal. Es una obviedad. Buena parte de los que pararon o no pararon no fue para apoyar a los sindicatos o al Gobierno. Se equivocan ambos si hacen la lectura contraria. El que paró lo hizo más allá de los sindicatos que también gozan de escasa credibilidad. Y el que no paró, no lo hizo para apoyar al gobierno de Milei. La pregunta del millón es que hubiera pasado si el transporte no se sumaba a la medida de fuerza. ¿Cuál hubiera sido el impacto real del paro? Es difícil saberlo, aunque los bajos niveles de acatamiento a la medida en la actividad privada podrían ser un indicio.
En el Gobierno muchos lo tomaron como una traición. En la Ley Bases que trata el Senado todos los puntos ríspidos para los sindicatos desaparecieron. La bombardeada “reforma laboral” quedó tan recortada que parece un engendro, en relación a lo que originalmente pretendía el oficialismo. Si con tantas concesiones, la respuesta fue un paro general, ¿para qué lo hicieron? ¿Pecaron de ingenuos? Es probable, en la Argentina si hay una casta que sabe lo que hace es la sindical que, en la mayor parte de los casos, lleva más de 20 años en el poder. Han negociado con todos los gobiernos (peronistas, radicales y el PRO) y a todos les sacaron ventaja. Cuando tuvieron que ser oficialistas lo fueron y cuando tuvieron que chirlear también lo hicieron. Son más o menos los mismos de siempre. El resto, pasa.
Por eso, habrá que ver hasta dónde llega la determinación de los libertarios de ponerle el cascabel a este gato. El Presidente fue claro cuando asumió: si quieren conflicto van a tener conflicto. Claro que esa declaración de principios choca con la realidad de un gobierno que se ha visto obligado a hacer concesiones para conseguir algunos de sus objetivos. Es una máxima de la política: pelear por arriba y negociar por abajo.
En este curso acelerado de gobernabilidad que va haciendo el Presidente, los sindicatos tienen un lugar especial. ¿Se atreverá como anunció a meter mano en la caja? ¿A ponerle tope a las reelecciones y favorecer la oxigenación de las conducciones? Aquí radica el nudo de la pelea. Seamos honestos. Muchos de los actuales cegetistas estaban con la flexibilización laboral de los años del menemismo. Después se hicieron kirchneristas de Néstor y cristinistas de Cristina. Con Fernández también fueron albertistas y apoyaron abiertamente a Sergio Massa para la presidencia. No tienen pruritos en cambiar de rumbo, aunque, es justo reconocerlo, han sido refractarios a todos los gobiernos no peronistas desde el retorno de la democracia. De hecho, le clavaron a Milei el récord del paro más rápido de la historia.
Nadie quiere vivir como vive, pero los voceros tampoco son los mejores. Sería una buena forma de resumir lo que ha pasado en las últimas horas. Si la dirigencia política ha fracasado en mejorar la calidad de vida de los argentinos, los sindicatos tienen aportaron su cuota y son parte de la responsabilidad. Grande en algunos casos porque han formado parte activa de gobiernos con los que compartían ideología. Nadie explica aún qué hicieron los cuatro años del gobierno de Alberto y Cristina que tuvo altos niveles de inflación y deterioró el poder adquisitivo de los salarios. Veían otro canal evidentemente o no querían perjudicar a un gobierno del mismo palo. ¿Con qué autoridad, entonces, hoy levantan el dedo acusador?
Después del paro de 24 horas todo siguió igual. Sirvió para la comidilla política y la pelea feroz, con insultos y amenazas entre los sindicatos y el Gobierno. El cruce entre Pablo Moyano y el Ministro Caputo no es un modelo de corrección política y lleva la pelea a otros niveles. La Argentina no necesita más gritos y amenazas. Necesita que se pongan a trabajar si es que ese es el interés supremo, el cual, a esta altura, es para dudar.
La Ley Bases es probable que vuelva a Diputados. Las objeciones de los aliados la harán retornar a la Cámara de origen. El Gobierno ya trabaja para asegurarse los votos que la ratifiquen. Milei tendrá su ley. Recortada y alejada de lo que originalmente ambicionó. Pero ley al fin. El punto de partida para una reforma de fondo que, por ahora, está prendida de alfileres. Como la economía de dos caras. Los números grandes y los chicos. Los grandes sonríen, los chicos crujen y crujen. El tiempo pasa y la paciencia se agota.