ENTRE DEMANDAS CIUDADANAS Y ALIANZAS POLÍTICAS
Si no escuchan lo que dice el viento, se los van a llevar puestos
La corrupción en la política argentina, normalizada durante décadas como un "mal necesario", enfrenta hoy un cambio de paradigma que choca con las viejas estructuras de poder. Lo sucedido esta semana en el Congreso refleja un sistema anclado en prácticas obsoletas, mientras una sociedad cada vez más demandante exige reglas claras, como la Ficha Limpia.
Es una norma no escrita, o al menos debería serlo. Para hacer política, la honestidad es una virtud imprescindible. Se puede ser mejor o peor, pero es algo que debería estar fuera del debate. Por eso, nada puede sorprendernos ya. ¿O no somos el país que acuñó la famosa frase “roba, pero hace”?
Si habremos escuchado esa justificación para impulsar, sostener y hasta elegir a alguien para un cargo público. Puede que “meta la mano en la lata”, pero hace obras. O al menos no se queda con todo porque algo reparte. Lenta e inexorablemente quedó asociada en forma amigable la corrupción a la administración de los bienes públicos. Como si fuera algo normal, que había que tolerar si el funcionario era más o menos bueno en la gestión de los recursos.
Las sucesivas crisis y el desbarranque definitivo de una sociedad hastiada fueron mutando aquellos pensamientos. Hay idas y vueltas, claro, como sucede con todos los procesos sociales. Sin embargo, parece haber un hilo invisible que, lenta pero inexorablemente, se está imponiendo.
Por eso, lo que pasó el jueves en el Congreso de la Nación no sólo atrasa, sino que se da de bruces con los cambios sociales que se han producido en la Argentina. Una parte de la dirigencia, importante aún, no ha tomado dimensión de estas demandas. Se empeña en seguir con la vieja receta, aferrándose a la cuota de poder que le queda. Otra parte de la sociedad también actúa acorde a ese antiguo paradigma. El debate es transversal y afecta desde las políticas para combatir la ludopatía o el debate sobre la Ficha Limpia, que huele a naftalina y atrasa. ¿A quién en su sano juicio se le puede ocurrir oponerse a que un candidato, cualquiera sea su origen, si tiene una condena por corrupción ratificada por dos tribunales no pueda presentarse en los comicios? No debería ser motivo de debate siquiera.
Sucede que la imagen de Cristina Fernández sigue siendo tan poderosa que interfiere en todo lo que se le cruza. Y la tentación para sus rivales es grande, aunque sólo medido en términos políticos. Ya le pasó a Mauricio Macri en 2017, cuando pensaron que aquella Cristina languideciente era una buena rival para enfrentar en las elecciones. Sirvió en aquel momento, pero dos años después todos conocemos la historia. Con un detalle: astuta, la ex Presidenta buscó a otro para encabezar la fórmula porque sabía que ella sola no podía ganar. Pero, siempre hay un pero: ¿Cuánto contribuyó a ese escenario el fracaso económico del segundo bienio de Macri? ¿No fue ése, acaso, el impulso que le faltaba al peronismo para volver al poder? Siguiendo ese argumento, ahora, Milei debe sentir lo mismo que Macri. ¿Para qué entonces darle al kirchnerismo la palabra “proscripción” servida en bandeja?, ahora que la inflación baja y su imagen vuelve a crecer en las encuestas. El Presidente debe sentir que sólo él está en condiciones de terminar con los días de Cristina en la política.
Error. Las leyes siempre tienen que estar por encima de las personas. No tienen nombre propio. Son normativas sometidas a una realidad cambiante, es cierto, pero que deben ser respetadas. En materia económica, el Presidente suele insistir con la previsibilidad que necesitan los que están dispuestos a invertir en la Argentina. Eso sólo se consigue con políticas duraderas que respeten las reglas del juego. Con la Ficha Limpia pasa lo mismo. Se trata de establecer una regla mínima para jugar y que sea respetada.
Aunque el gobierno de la LLA ha demostrado tener cintura para negociar, sería un suicidio político hacerlo o tener un acercamiento con el kirchnerismo. O si lo va a hacer, que no se note porque su electorado no se lo va a perdonar. Sólo un puñado de personas saben lo que pasó el jueves y porqué el 20% de los legisladores libertarios no se sentaron en su banca. Dicen que la diputada Silvia Lospennato (autora del proyecto) recibió un mensaje de Milei, en el que le anunció que trabajarán juntos para presentarlo nuevamente. En medio de la quemazón, el Presidente buscó dar un mensaje. Tampoco se entiende el empeño oficial por la designación de Lijo y García Mansilla en la Corte Suprema. Si hay un debate lejano a las demandas de la sociedad es el de los vericuetos judiciales, sus operadores y las relaciones con la política. Pocas cosas más oscuras debe haber en la Argentina que eso. Ahí también se filtran los deseos de Cristina y sus propios intereses.
Lo del jueves fue una mancha más -seguro que no será la última-, pero fue la muestra más acabada de la resistencia que el viejo sistema le hace al nuevo. Poco importa lo que demanda la sociedad. Poco importan las voces que trae el viento. Pero los cambios, aunque generen resistencia, son inevitables. No se puede tapar el sol con un dedo.