UNA TRADICIÓN QUE CRUZA FRONTERAS Y ÉPOCAS
Pan dulce: entre mitos, historia y una receta que unió generaciones
Desde las leyendas medievales hasta las innovaciones del siglo XX, el pan dulce ha evolucionado como un símbolo de celebración. Su origen combina mitos, lujo y tradición, reflejando la riqueza cultural de las fiestas y la universalidad de este icónico postre.
Con o sin pasas de uva, con frutas confitadas o con chispas de chocolate, ese bizcocho y su típica forma abovedada constituyen un elemento esencial en las mesas de Europa y Sudamérica. Según la historia, los primeros cristianos lo preparaban recordando Belén o Betlehem, tal como se dice el nombre de esta ciudad en hebreo y que justamente significa “casa de pan”.
Las fiestas de fin de año son ocasiones propicias para reunir a la familia y los amigos. La Nochebuena, por ejemplo, con su profundo significado religioso, conserva antiguos ritos cuya exteriorización toma formas diferentes en cada ciudad. Aunque estas costumbres han ido cambiando con el paso del tiempo, además cada religión le ha ido impartiendo su propio ritual, hay algo que es generalizado y no falta en ninguna mesa navideña: el pan dulce. Si uno revisa la historia se encuentran varias leyendas sobre su origen, pero siempre muchos siglos más tarde. Según la historia, fueron los griegos los iniciadores de la tradición de la panadería. Ya en la época de Augusto, descendiente de Julio César, en Roma se habían censado más de 300 panaderías. Sin embargo, entre el pan y el pan dulce pasaron varios siglos.
De acuerdo a una de las leyendas más populares en Italia, el inventor de uno de los postres más característicos de la tradición gastronómica de ese país es Toni, un “pinche” de cocina del duque de Milán Ludovico Sforza, llamado “Il Moro”. En la víspera de Navidad de 1495, la corte de Sforza estaba celebrando un banquete. En la cocina, el chef, atareado con la preparación de distintos manjares, le pidió a su joven asistente, Toni, que controle el horno donde se cocinaban unos bizcochos enormes que serían el postre al final de la cena del duque.
Toni, sin embargo, agotado por el trabajo, se durmió unos minutos y los bizcochos se quemaron. El joven cocinero, temeroso de la reacción del jefe de cocina y de los invitados ansiosos por comer, decidió sacrificar la masa de levadura que había guardado para su pan de Navidad. La trabajó con harina, huevos, azúcar, pasas y fruta confitada, hasta obtener una masa suave y muy fermentada, que horneó y sirvió en el banquete. El resultado fue un éxito y Ludovico Sforza decidió llamar a ese dulce "el pan de Toni", en homenaje a su creador. Luego, con los años, "el pan de Toni" se popularizó en toda Italia con el nombre de "pan dulce".
Pero, ¿qué hay de verdad detrás de esta leyenda? "Absolutamente nada", afirmó Massimo Montanari, profesor de Historia de la alimentación de la Universidad de Bolonia. "Se trata de una de las tantas fake news que circulan alrededor del origen de muchos productos gastronómicos". Según él, el origen real del pan dulce está mucho más ligado a la evolución de las tradiciones medievales, donde los "panes de las fiestas" marcaban las celebraciones importantes, como la Navidad.
De hecho, los "panes dulces" eran, en esencia, versiones más elaboradas del pan diario, enriquecidas con azúcar, pasas o especias. La importancia de estos ingredientes, considerados lujosos en la época medieval, no sólo elevaba su valor, sino que los transformaba en símbolos de abundancia y prosperidad. Por este motivo, regalar pan dulce durante las fiestas sigue siendo un gesto significativo en muchas culturas.
El registro más antiguo de estos panes especiales se encuentra en un manuscrito de 1470 conservado en la Biblioteca Ambrosiana de Milán. Allí se describe el "Ritual del leño", en el que una hogaza de pan azucarado simbolizaba la continuidad y la prosperidad de la familia. Esta tradición, además de reforzar los lazos comunitarios, sentó las bases para lo que hoy conocemos como pan dulce.
La verdadera transformación del pan dulce llegó con Angelo Motta, quien en 1919 introdujo la fermentación prolongada, dándole su característica forma alta y abovedada. Su innovación redefinió la receta y marcó el inicio de su producción industrial. A partir de entonces, el pan dulce dejó de ser un lujo exclusivo para las familias adineradas y se convirtió en un alimento icónico de las mesas navideñas en todo el mundo.
Hoy, el pan dulce no sólo es un símbolo de la Navidad, sino también una muestra de cómo las tradiciones culinarias pueden evolucionar y trascender fronteras. Su historia, entrelazada con leyendas, innovaciones y costumbres, lo convierte en un auténtico emblema de las fiestas, capaz de unir generaciones y culturas alrededor de una mesa.
Los mejores maridajes
Elegir el vino adecuado para maridar con pan dulce puede transformar esta experiencia tradicional en una celebración gastronómica inolvidable. Tres opciones ideales para potenciar esta combinación.
1. Los espumantes dulces son aliados perfectos. Su dulzura ligera, acompañada de una acidez refrescante, equilibra las notas de azúcar y frutas confitadas del bizcocho. Además, las burbujas aportan una textura agradable que limpia el paladar entre bocado y bocado, realzando cada sabor.
2. Los vinos de cosecha tardía, elaborados con uvas maduras y concentradas en azúcares, ofrecen sabores a miel, frutas tropicales y cítricos que armonizan perfectamente con las notas de pasas y frutas secas del pan dulce.
3. Los vinos fortificados son opciones complejas y reconfortantes. Con sus notas a pasas, higos y caramelo, armoniza muy bien con las texturas del pan dulce, especialmente si tiene frutos secos o chocolate. Su carácter cálido y envolvente realza la experiencia.