LAS BATALLAS DEL CONGRESO
Necesitamos viejos maestros para que nos saquen de este laberinto
Atajando los mandobles. El Gobierno pudo parar algunos, pero otros entraron de lleno. Es la política al fin, derivada de la falta de mayoría parlamentarias y la poca cintura que la administración de Milei ha tenido para atajarlos.
La semana terminó variopinta para el Gobierno, aunque para hoy el Presidente prepara todos los cañones para su exposición en el Congreso y un anuncio “sorpresa”. A mitad de semana y apelando a la vieja política pudo esquivar el misil contra el veto por la reforma jubilatoria. La madrugada del viernes fue agridulce: pudieron sacar la boleta única del Senado, pero las dos terceras partes del cuerpo aprobó el rechazo a la ampliación de los fondos para la SIDE y el nuevo financiamiento para las universidades.
Esta última votación pone otra vez en un brete al Presidente en una cuestión delicada vinculada a la educación. Quizás el Talón de Aquiles de la administración después de la marcha multitudinaria de hace algunos meses. Claro que ahora se verá obligado a repechar la cuesta del Senado, más complicada que Diputados. En la Cámara Baja, con algunos votos radicales, del PRO y los “ausentes” estratégicos evitó la ratificación. En el Senado el campo es más árido y las dificultades serán mayores. Claro que recursos les faltan a todas las provincias. Es un argumento válido para empezar a negociar, un ejercicio que Milei aprende rápido después de la experiencia en Diputados.
Al cabo, y es la lógica que buena parte de la oposición aún no decodifica, el Gobierno se siente cómodo en la pelea. No le huye. Si tiene que darla, la da, muchas veces sin medir los costos o las consecuencias. Todavía goza del apoyo de un sector del electorado que tampoco ve en la oposición una alternativa. Hoy, a poco menos de un año de la victoria de Milei, todavía deambulan perdidos por el ring. Y eso que los errores se acumulan y la paciencia social tiene un límite. Todavía no lo hemos alcanzado.
Esa estrategia, de hacer de la táctica de la pelea una constante, rindió sus frutos el año pasado. Los sigue rindiendo ahora. No es novedoso que un gobierno construya su relato y vaya buscando enemigos a los cuales echarle la culpa de todos los males. Lo hizo Néstor, Cristina, Macri. Al pobre Alberto ni siquiera le dio para eso. Milei tiene una ventaja: llegó con un relato construido, el “anticasta” que aún le sigue pagando.
El ejercicio del poder es otra cosa. Hay que tomar decisiones todos los días que implican pagar costos. Se trata entonces de minimizar al máximo los errores. Hoy nos enfrentamos a otro Milei, distinto al de los primeros meses. En la semana recibió y se sacó fotos con varias de las “ratas” del Parlamento. Le sirvieron para evitar la caída del veto en Diputados. A doble banda le generó otro lío interno a los radicales que ya no tienen espejos donde mirarse porque los rompieron todos. Ese Milei sonriente y posando dista mucho del que asumió.
Tiene un círculo de poder que lo rodea. Defendió al Caputo-Asesor a capa y espada y sigue confiando a ciegas en su hermana. Y no mucho más. Francos entra y sale de ese círculo en el que también están los Menem, pero ahí se acaba. Con estas movidas gana tiempo, vital para su proyecto de poder. Podrá ser alto o bajo, gordo o flaco, rubio o morocho, pero el recorrido de la aguja lo lleva siempre al mismo lugar.
La economía, sostienen algunos pocos, muestra un atisbo de recuperación. Restringida, escuálida, pero recuperación al fin. Todavía está a años luz de los salarios, por eso los conflictos y paros florecen por doquier. El mes pasado la inflación se clavó en el 4,2%, lejos de las expectativas oficiales que quiere perforar el piso del 4. Imposible hacerlo mientras sigan los tarifazos. El dólar bajó y el riesgo país otra vez cayó a menos de 1.500 puntos. Son los síntomas del enfermo que ayudan a comprender en qué estadío está la enfermedad.
La estrategia de la oposición transita con insistencia la tierra del fracaso. Apuntan a que todo vuele por el aire y la gente salga a la calle a pedirles que vuelvan. Los únicos honestos son los kirchneristas que lo dicen abiertamente. El resto mete la cabeza y levanta tímidamente la mano, apostando a que cuando venga la debacle no se los lleve puestos. Ni unos ni otros parecen una instancia superior a lo que hoy hay. Al menos más de la mitad de la sociedad sigue pensando eso, pese a todo y contra todo pronóstico.
Tuerto, rengo, aunque con lengua eso sí, Milei sigue sabiendo que la economía es lo único que lo puede salvar. Lo demás es hojarasca, ideal para que los incendiarios le acerquen un fósforo. Esta semana pasó el Día del Maestro. Cuántos maestros de aquellos necesitamos hoy para que nos ayuden a salir de este laberinto.