EL PRECIO DE UN TUIT
Milei, las cripto y un error grave que golpea lo más preciado: el relato
El estilo directo y disruptivo que llevó a Milei al poder podría convertirse en su mayor debilidad. El caso de las criptomonedas lo expuso como nunca, abrió fisuras en su círculo de confianza y encendió alarmas sobre los límites del uso de redes en la gestión presidencial.
Un día iba a pasar. Ese patrullaje permanente del Presidente por las redes sociales iba a terminar mal. Cuando era panelista y hasta candidato, podía permitirse ciertas licencias; podía derrapar, equivocarse y meter bien la pata que tenía remedio; o al menos no corría el riesgo de consecuencias severas. Pero el 10 de diciembre del 2023 todo cambió. Definitivamente. Pasa que el radar presidencial y su entorno más cercano no lo registraron. No se trata de cambiar la esencia de lo que los llevó al poder, pero los métodos no pueden ser los mismos. Ese desenfreno, para definirlo amablemente, por estar en las redes sociales puede volverse nocivo. Será la justicia la que tenga que determinar si lo que hizo el Presidente fue un delito, un desborde o un desliz. Tan grave como el tuit, fue el intento de control de daños que se hizo después con la entrevista fallida de Jonatan Viale y la interrupción del asesor Santiago Caputo. Nadie sabe explicar todavía qué fue lo que pasó y porque se metió para interrumpir. Tampoco el crudo de la nota que se subió a las redes, dejando en “orsai” al periodista y al entorno presidencial. Todo muy amateur, muy improvisado y peligrosamente manejado.
El primero que debe ser consciente de su rol es el propio Presidente de la Nación. Milei ya no es el representante de un partido político o una ideología. Ese sillón que ocupa es de todos los argentinos, lo hayan votado o no, y es a quienes representa.
El límite entre difusión y promoción es demasiado delgado para la envergadura de la polémica. Tampoco el fondo de la cuestión (las criptomonedas, hoy tan en boga) es algo que maneja el común de la opinión pública, más preocupada por llegar a fin de mes o por no quedarse sin trabajo. Pero Milei sí pertenece a ese mundo, comprende perfectamente el alcance de sus palabras y sus gestos y actos y las consecuencias que podrían traer. Sabe bien que las cripto, en casi todas sus especies, son inversiones de alto riesgo. Doña Rosa ni sabe de qué se trata, salvo cuando se menciona la palabra “estafa”.
Por eso lo que pasó es probable que marque un antes y un después, no sólo en el abordaje oficial de las redes sociales, si no también en el propio círculo cerrado que rodea al primer mandatario. Durante la semana arreciaron las versiones de renuncia de Caputo. El asesor estrella se ha ganado muchos enemigos en su ascenso al poder. Lo esperan con el talonario de facturas en la mano, aunque no les será tan fácil. A juzgar por los antecedentes del Gobierno, que ha batido todos los récords de expulsión de funcionarios, no habría que descartar nada.
La reacción del arco político al error de Milei fue la esperable. Cada uno atendiendo su juego. El kirchnerismo y todas sus caras piden e impulsan el juicio político. Macri, con el PRO, buscó sacar una ventaja relativa al buscar erigirse en el “garante” de la estabilidad política ante semejante tembladeral. El resto dejó ver los hilos a poco de andar, como pasó con la comisión investigadora en el Senado.
El que esté exento de culpa que arroje la primera piedra. ¿Quién tiene autoridad moral para levantarse y señalar con el dedo? Si los que cuestionan están más negros que una papa el debate es difícil de sostener. La equivocación del Presidente fue grosera y para muchos especialistas cometió un delito penal. Para otros, sólo se circunscribe a la cuestión ética. Para unos pocos fue un yerro político grande que permitió que, por primera vez desde que llegó al poder, le entren las balas.
Lo que hizo Milei afecta, antes que nada, su propio relato. Como todo gobierno que aspira a mantenerse con buenas expectativas, la construcción del relato es clave. Cristina lo hizo y aún lo conserva, aunque magullado, todo le sigue sirviendo para mantener sus banderas en alto. Milei fue eficaz desde que empezó en política en la construcción de su propio relato. Ladrillo por ladrillo. Y lo siguió haciendo en este primer año. El relato es la épica que se necesita para establecer objetivos, sortear las dificultades para alcanzarlos y darle al esfuerzo un sentido. ¿Para qué me sacrifico? Lo hago por la tierra prometida.
Esto abarca todos los códigos y guiños que le dan marco a la historia. Aquello de vengo desde afuera a pegarle una patada a toda la casta no es tan así en la práctica, si no sería inexplicable que Ariel Lijo sea el candidato del Gobierno a la Corte Suprema; o que, el “toma y daca” histórico en el Congreso haya aparecido en toda su plenitud cuando la urgencia política llamó a la puerta de la Casa Rosada. No se puede gobernar sin leyes y para conseguirlas, las herramientas son múltiples, de las viejas y de las nuevas.
El Presidente quedó expuesto con el escándalo y habrá que medir hasta dónde llegará el costo político de lo que pasó. Por lo pronto huye para adelante. Se fue a Estados Unidos y le regaló una motosierra a Elon Musk, como para volver a los mejores días.