UN VISTAZO AL PASADO
Los primeros almacenes ultramarinos de la ciudad
A mediados del siglo XIX, el europeo que llegaba al puerto necesitaba mantener sus costumbres y Gualeguaychú no podía satisfacer sus demandas. Esta situación dio lugar a la aparición de las primeras agencias marítimas. fondas y hoteles para alojamiento. No quedaron atrás los almacenes navales, también llamados ultramarinos.
Un pequeño muelle de piedra servía de referencia para que viajeros y mercancías hicieran su recalada en la villa de San José de Gualeguaychú. Despuntaba el siglo XIX, si bien escaso al principio, población y comercio se fueron incrementando con los movimientos que los vaivenes de la política determinaban.
La Europa convulsionada “expulsaba” a jóvenes solos o grupos de familias hacia una América que les ofrecía campos fértiles e incipientes industrias a sus expectativas de progreso.
Así, el puerto fue creciendo al calor del arribo de embarcaciones, primero impulsadas por velas, luego a vapor y finalmente, a motor.
El escaso calado en la boca del río Gualeguaychú demoraba muchas veces la llegada de las embarcaciones, al mismo tiempo que se concretaba la construcción de un muelle de madera, para facilitar las tareas de carga y descarga de mercaderías y el ascenso y descenso de pasajeros, ya que las embarcaciones aumentaban su porte. Por 1853, se registraron catorce barcos de ultramar.
¿Y qué se acopiaba? Baldosas, sillas, cajones de cognac y de fósforos, barricas de azúcar refinada, cajas de azul (para blanquear), artículos de imprenta, tachos de cobre, damajuanas de anís, cuñetes de pimentón, sacos de nueces y cajas de almidón. No faltaban las cajas de bacalao, cajones de té, de vermut, juegos de sala, camas y un piano.
El europeo necesitaba mantener sus costumbres y este nuevo destino no podía satisfacer sus demandas. Esta situación dio lugar a la aparición de las primeras agencias marítimas y de las primeras fondas y hoteles para alojamiento.
No quedaron atrás los almacenes navales, también llamados ultramarinos, que acopiaban las descargas para luego ser vendidas en los almacenes del pueblo. Un informe de 1857, daba cuenta:
- José Gavazzo, procedente de Italia, contaba con un capital de $1.000 y llevaba diez años de residencia.
- Manuel Gianello, de Italia, comerciante con $20.0000 y 17 años de residencia.
- Ángel Mendaro, de Italia, con comercio y un capital de $10.000.
Todos tuvieron vinculación con los movimientos comerciales que se realizaban en la zona del puerto.
“Almacén Buenos Aires” de Nicolás Mendaro. Procedente de Italia, hizo escala en Buenos Aires y luego se estableció en Gualeguaychú con un importante comercio de ramos generales en calle Alem y Uruguay (Gervasio Méndez). Se especializaba en lonas y artículos navales, al mismo tiempo que era depósito de bebidas y comestibles, destacando el vino en barriles y la yerba en barricas. Remplazó el comercio por menor y quedó como casa importadora y ventas por mayor.
Integró el Directorio del “Banco de Italia y Río de la Plata” y fue activo colaborador de la “Sociedad Italiana de Socorros Mutuos”. Cuando se retiró de la actividad comercial, dejó a su hijo Virgilio al frente del negocio. Otro hijo, Amadeo, fue un médico muy reconocido por su actuación en la Cruz Roja Internacional durante la Primera Guerra Mundial.
Agencia Marítima “La Nacional” de Carmelo Gavazzo y su socio César Murature (Cocola). Ubicado en la esquina suroeste de las calles La Paz (Del Valle) y Alem. El local era propiedad de don Nicolás Mendaro y en esa esquina, el 24 de febrero de 1867, se colocó la primera piedra de la calle “del Puerto” (Alem).
Allí comenzó sus tareas siendo muy joven don Juan Solari, que luego fuera capitán del “Golondrina”, barco al que salvó de un naufragio una noche de tormenta.
El capataz y hombre de confianza era don Andrés Rivas, alias “Macho Viejo”. Se sumaban los “correctos empleados” Ruperto Rodríguez y Juan Bibé, padre del futuro intendente de la ciudad y los jovencitos Félix Etchegoyen (sobrino de Carmelo) luego eminente abogado y poeta y Juan Manuel Gavazzo Buchardo (hijo de Agustín y sobrino de Carmelo) que sobresalió como pintor. Eran los carreros con “cargas de cuidado”; en realidad, le asignaban carretillas con poca carga debido a la corta edad de los “peones”. Era representante de la empresa “Nicolás Mihanovich”.
En 1922, al morir Carmelo, pasó a propiedad de la firma “Rivas y Gavazzo” y años más tarde fue propiedad de la firma Vaispapir hermanos.
“Almacén Colón”. Emplazado en La Paz y del Puerto, era depósito de comestibles, bebidas y artículos navales. Se caracterizaba por la jocosidad en los avisos que publicaba en los diarios: “Para los ricos: tomates, castañas, nueces y limones. Para los pobres: papas nuevas, baratas, baratas, baratas”.
Agencia Marítima “La Platense” de José Gavazzo. En Del Valle entre Alem y San Lorenzo, vereda sur.
“Ánimo y Fide” de Francisco Gavazzo, Agente Marítimo. Ubicado en Alem y Bolívar, ángulo suroeste.
“Almacén Naval” de José Bonifacino. En la esquina suroeste de Alem y Concordia. La construcción del Muelle Nacional, dio otra jerarquía al puerto y al crecer la afluencia inmigratoria, también se incrementó el variado surtido de importación: alfombres de Esmirna, galletitas, chocolates, café, aceitunas, dátiles, horquillas, arados y hongos, se mezclaban con garbanzos y alpargatas.
Los almacenes navales se atiborraron, las ratas proliferaban y los malos olores provocaban la queja de los pasajeros y paseantes en el puerto.
Agencia “Mensajería Fluvial del Plata” de Juan Bagalciaga. En Alem y Del Valle, esquina noroeste. Anteriormente estuvo la fonda de Batmalle, luego la de Portela y tiempo después del cierre de la agencia, ocupó el lugar el bar “El ancla” de “Tanicho” Indart.
“La Pava Tuerta” de Francisco Babuglia. En Del Valle entre Alem y Costanera, vereda norte.
“Gran Almacén del Criollo” de Esteban Gavazzo, ubicado en Bolívar y Caseros.
Almacén Naval “La Marina” de Juan Girardelli. Ubicado en la esquina noroeste de Alem y Diamante (3 de Caballería). Su propietario donó luego el terreno y se levantó en el lugar la capilla de “Nuestra Señora de Fátima”.
Agencia Cabilla. Larga trayectoria tuvo esta empresa, emplazada en la esquina de calles San Lorenzo y Concordia. Hermoso edificio erigido frente a la plaza Colón y al histórico de la aduana, fue centro de intensa actividad mercantil, encarada por un grupo familiar muy comprometido.
Ya no siente Gualeguaychú la sirena de los vapores ni el silbato del tren anunciando su arribo. El puerto y la estación se han convertido en atractivos centros de distracción y paseo. El camión absorbió su magia y las rutas por las que transita, ya no son como los rieles con su traqueteo, ni las aguas con fascinante paisaje.
Otra gente, otros tiempos, otras inquietudes, marcan el sello actual de la ciudad; por eso, es necesario ir al rescate de nuestra historia, para saber del esfuerzo y la pasión que pusieron muchos al servicio de su progreso.