EL AJEDREZ POLÍTICO Y LOS REACOMODAMIENTOS DE CARA AL FUTURO
Los cambios no se pueden evitar, sino te llevan puesto
La política argentina atraviesa una transformación profunda. Cristina Fernández resiste, Axel Kicillof crece y el PRO se reconfigura frente a un Javier Milei que gobierna sin titubeos y marca el ritmo del poder.
Cristina Fernández lucha desesperadamente por mantener su liderazgo. Lucha por mantener su influencia en el escenario político y, también, en el peronismo con una sociedad que hace tiempo la mira de reojo. Sus pataleos virtuales, porque no da notas ni reportajes, son un clásico y los utiliza para sentar postura sobre los temas del Gobierno nacional. Pocas veces, salvo elípticamente, hace referencia a las cuestiones internas y ahora, menos, a su lucha contra Axel Kicilloff que tiene ganas de quedarse con todo, con su liderazgo incluido, por supuesto.
Hay que remontarse a la época de Alberto Fernández, cuando con sus misivas, hacía temblar al expresidente y dejaba a su gobierno inerme, ante los caprichos y reproches sobre una alianza que murió antes de nacer. Es extraño porque hoy, con una administración disruptiva, la oposición está más fragmentada que nunca y sin liderazgos consolidados. El de Cristina se está yendo, pero el de Kicilloff todavía no alumbra. En el peronismo, claro.
El resto es una paleta variopinta donde la UCR y el PRO tienen mucho que ver, pero atraviesan una crisis existencial, tanto de ideología y como de su relación con el poder. Para los radicales el desierto se ha vuelto eterno y para el PRO, un campo minado porque no sabe qué hacer con el nuevo dueño de los mandados. Es una relación de amor-odio que va y viene y le está costando caro. Muy caro. Tanto que la sangría de dirigentes se acentuó en los últimos días, con la mira puesta en el turno electoral de este año. A la primigenia decisión de Patricia Bullrich empiezan a seguirla muchos dirigentes dispuestos a pegar el salto. Sin decirlo públicamente, el Presidente coquetea con la estrategia, algo que pone furioso a Mauricio Macri. Por si fuera poco, en un efecto pinzas, La Libertad Avanza también quiere quedarse con la Ciudad de Buenos Aires, el histórico bastión del PRO y que fue la piedra basal para toda su trayectoria. Ahí, desde la trinchera, el “otro” Macri pelea a brazo partido con una legislatura rebelde y el fantasma de la hermana del Presidente, cuyo poder nadie desconoce.
Es casi gracioso pensar, a esta altura, cuando los agoreros de siempre avisaron en 2023 que Milei no estaba en condiciones de ejercer el poder. Haciendo a un lado su contenido, es obvio que ejerce el poder y no le tiembla el pulso. Con una hora de diferencia se cargó primero al exministro Cavallo, furioso por las críticas del economista; a la hija que estaba en la OEA como embajadora y le puso la frutilla con la eyección del titular de Anses que habló públicamente de una posible reforma jubilatoria. “Los tiempos no los marca un funcionario de segundo nivel sino el Presidente”, sentenció. Una investigación periodística lleva ya más de medio centenar de funcionarios echados y los ministerios de Capital Humano y Economía son los que van a la cabeza.
Nadie está exento de la guadaña de los hermanos Milei, los únicos que tienen esa facultad. En una de las últimas reuniones, y para ratificar su histrionismo, llevó una motosierra y la puso arriba de la mesa. Cuentan que los ministros que llegaron no salían de su asombro, pero comprendieron el mensaje. Nadie salió de la sala sin saber lo que le espera si mete la pata o habla demás. Contado por el propio Presidente, se dedica a “patrullar” las redes sociales. “Si veo algo que no me gusta, levanto el teléfono y actúo”, reveló en un reportaje hace unos días. Claro que la pregunta es de cuánto tiempo dispone un Presidente para hacer eso, entre reuniones y toma de decisiones importantes.
Alguna vez, el periodista Ernesto Tenembaum, que no goza de la simpatía libertaria, escribió algo así como que había que estar loco para querer ser Presidente de la Argentina. El adjetivo es habitual para los que ocupan este cargo. A Milei quizás, es lo más suave entre todas las barbaridades que le dicen. Lo mismo le pasó a Macri, a Cristina, a Néstor, a Alberto y a todos los que los precedieron. Hoy, las redes sociales actúan multiplicando hasta el infinito las descalificaciones, repiqueteando una y otra vez. Nadie sabe si las cosas que se dicen son ciertas o qué grado de verosimilitud tienen. Tampoco quienes son los responsables. De ese mundo inasible nació el actual mandatario. Se maneja como pez en el agua, como ninguno de los que estuvieron antes. En eso les lleva ventaja.
También lo expone, a veces tontamente, pero forma parte de las reglas del juego y debe asumirlo como tal. ¿Es bueno? ¿Es malo? Son otros estilos de comunicación a los que, las viejas generaciones, no están acostumbradas. En 2023 hubo una ola de jóvenes que lo catapultaron al poder, que no respondían a los formatos tradicionales de los partidos políticos. Literalmente se llevaron puesto el aparato. El mismo que resiste con las PASO y los cambios en las formas de votación. Está demostrado: El peor error es subestimar los cambios sociales y querer evitarlos. Más tarde que temprano llegan y se llevan puesto a más de uno.