ANÁLISIS
La Ley Bases todavía sigue sacudiendo al peronismo y sus mil caras
El voto positivo de Kueider para la aprobación del megaproyecto del Ejecutivo destapó la interna sin zanjar que tiene el PJ, en medio de una lluvia de pedidos de desafiliación. Esas balas también le pegan de lleno a Gustavo Bordet, que fue quien llevó al senador peronista a ocupar esa banca.
Pocos han descripto tan bien al gobierno de Javier Milei como lo hizo hace pocas horas el gobernador de Santa Fe Maximiliano Pullaro. “Nosotros con el Presidente tenemos poco contacto. Es más, a muchos de nosotros nos conoce poco y no sé si le interesa tanto. Él está para las grandes políticas y para defender su gobierno en el exterior. Sí tenemos contacto permanente con sus colaboradores que nos apoyan permanentemente. Bullrich, Francos, Petri. Y son muy eficaces”. El mandatario santafesino hizo una buena pintura del gobierno libertario, que lo describe desde adentro.
Milei no ejerce el poder la manera tradicional. Para algunos no sabe cómo hacerlo, para otros directamente no le interesa. Sí ha cambiado en estos primeros meses en el poder. La unción de Francos como superministro es la muestra más acabada. Cuando las papas quemaban y era necesario obtener sí o sí la Ley Bases, no dudó y echó mano a un operador tradicional. Quedaron girones de la ley en el camino pero era más importante mostrar el logro. Ahora en Diputados volverán a pelear por el Impuesto a las Ganancias y las privatizaciones pero es otra historia, distinta a la del Senado. El jueves incluso, y apenas se bajó del avión que lo trajo de regreso del Acto por el Día de la Bandera en Rosario, recibió a cuatro mandatarios del norte, que ratificaron dos cosas: su apoyo a la Ley Bases y el pedido de reposición de Ganancias, clave para sus propias arcas.
A las pocas horas se tomó el avión para Europa, donde otra vez lo esperan reuniones importantes. Casi un calco de lo que describió Pullaro. Acá todavía está pendiente la incorporación de Sturzenegger al gabinete, una preocupación más para Caputo que aun así sigue incrementando su poder interno. Es una carrera desesperada contra el tiempo. Mientras los números de la inflación el respondan y el superávit siga vivo, tendrá margen. Pese a que la economía todavía no da señales claras de rebote. Las estadísticas dan muestras de la profundidad del pozo en el que estamos y los síntomas son débiles.
Igual que los que da la oposición al modelo libertario. Hoy, la contra, parece estar en manos de la iglesia con sus misas de protesta que en los verdaderos referentes políticos. El senador entrerriano Edgardo Kueider, que con su voto permitió la aprobación de la Ley Bases, abrió una gran caja cuando disparó que en la oposición hay gente que quiere que se pudra todo. No es novedad lo que dice y se emparenta con la filosofía de cuanto peor, mejor. No es nuevo ni patrimonio del peronismo, por supuesto. Sí destapó la interna larvada y sin zanjar que tiene el PJ, en medio de una lluvia de pedidos de desafiliación. Esas balas también le pegan de lleno a Gustavo Bordet, ex gobernador entrerriano, que llevó a Kueider al lugar que hoy ocupa. Buen tiempo pasó hasta que Bordet criticó la postura de su cuadro, aunque dijo estar en desacuerdo con la expulsión.
El peronismo no puede salir del estado de shock de la derrota electoral a manos de un outsider que hizo su carrera desde las redes sociales y cantando y gritando arriba de los escenarios. Pero eso debería ser casi anecdótico. Lo que debería contar es el mal gobierno de los Fernández en el 2019-2023 y los problemas de liderazgo que tuvo que soportar el experimento que pergeñó Cristina en el 2019.
Ese saldo pendiente es el que aún condiciona a buena parte del peronismo-kirchnerismo que se ha refugiado en la Provincia de Buenos Aires. Ahí la interna entre Kicillof y Máximo se ha vuelto insoportable y se ha extendido como una mancha a los distritos del Conurbano. La Cámpora resiste porque sabe que vienen por ella. Herido el liderazgo de Cristina, con más cuestionamientos, hay que barajar y dar de nuevo. Kicillof se anota en esa carrera porque en el 2027 no habrá reelección en Buenos Aires. La candidatura presidencial la tiene al alcance de la mano. Será con el apoyo de Cristina o sin él.
Si ocurre esto último debería ser a costa de La Cámpora y del liderazgo de la propia jefa. Estas peleas de superestructura no vislumbran un serio debate interno como piden distintos sectores del peronismo. ¿Cuál es el rumbo que tiene que tomar desde el punto de vista ideológico? ¿Quién se va a hacer cargo del liderazgo que, por una cuestión de tiempo además, va dejando Cristina? ¿Cómo plantarse ante un gobierno como el de Milei que siempre corre los límites y es, en muchos aspectos, un espejo de los mejores años del kirchnerismo? No por lo ideológico claro sino por su metodología. El peronismo arrastra tantos interrogantes como dudas de su accionar en el pasado reciente. Pero es una cuestión de tiempo. Hasta que se organicen y sospechen que el retorno al poder no está lejos.