ENTRE RÍOS EN LA SANGRE
La huella de un linaje entrerriano en Jorge Luis Borges
Fue uno de los escritores más influyentes del siglo XX y es comúnmente asociado con Buenos Aires, ciudad que fue tanto su cuna como el epicentro de gran parte de su obra. Sin embargo, las raíces familiares de Borges también se encuentran en nuestra provincia, las cuales tuvieron un impacto significativo en su vida y en algunos aspectos de su literatura. Esta herencia entrerriana, aunque no siempre reconocida de manera explícita en sus poesías, cuentos y relatos, se puede rastrear tanto en su ascendencia como en algunos de sus pensamientos y personajes.
Jorge Luis Borges es un nombre indisolublemente ligado a la literatura argentina y su figura es generalmente asociada con Buenos Aires, donde nació y pasó la mayor parte de su vida. Sin embargo, una exploración más profunda de su biografía revela que sus raíces se extienden mucho más allá de la gran ciudad, hacia nuestra provincia, donde su familia dejó una huella indeleble en la cultura local. Este linaje tuvo una influencia significativa en su obra, incluso si esta influencia no siempre es obvia a primera vista.
Sus raíces entrerrianas pueden rastrearse a través de su madre, Leonor Acevedo, cuya familia estaba profundamente arraigada en la región. Pero es a través de su abuelo paterno que la conexión se vuelve más directa y significativa. El coronel Francisco Borges, quien nació en Buenos Aires en 1833, fue un militar que participó en varias campañas importantes a lo largo de su vida, incluyendo la defensa de la Confederación Argentina y, más tarde, en la Revolución Radical de 1874. Su carrera lo llevó a través de diversas provincias, pero Entre Ríos, y particularmente la ciudad de Paraná, fue uno de los lugares donde dejó su marca. Allí se estableció durante su juventud, donde sirvió como secretario del por entonces gobernador Justo José de Urquiza. La capital de la Confederación Argentina era un centro político y militar crucial en la época, y el joven Francisco estuvo en el corazón de los eventos que marcaron el devenir del país. Esta experiencia dejó una impresión duradera en él y se convirtió en parte del imaginario que heredó y exploró.
En sus poesías, ensayos y cuentos, Borges frecuentemente reflexionó sobre la historia argentina y las figuras heroicas que la poblaron. En “El Muerto”, por ejemplo, bucea la figura del caudillo y el guerrero, tipos de personajes que Francisco habría conocido bien. Las luchas internas y los conflictos civiles son temas recurrentes en él.
El poema "A Don Francisco Borges", incluido en el libro "El Hacedor" (1960), es uno de los textos más explícitos en los que Borges rinde homenaje al padre de su padre. Este poema no solamente es un tributo personal, sino también una reflexión sobre el legado de valor y sacrificio que heredó de su abuelo. Borges escribe: Más allá de este inerme epitafio / y de estos años que el mármol enumera, / sin que los olvide la tarde o el alba, / estás, firme jinete de Entre Ríos, / don Francisco, en tu lanza, en la historia, / y tu sangre me rodea y me dicta / este desordenado silencio.
Eres, también, un hombre olvidado / y a la vez ya nadie ignora / que tu nombre y tu valor son de la patria.
Tu antiguo rostro con los ojos entrecerrados / piensa más que sueña y no es tu rostro / y las estrellas siguen girando en las noches.
Has muerto; tu muerte y tu sangre han querido / una oscura venganza en el que hoy te escribe; / tu sangre y tu muerte son parte de mi vida.
Este poema revela cómo Borges se veía a sí mismo como parte de una continuidad histórica que incluía las experiencias de su abuelo. La mención de la "lanza" y "la historia" conecta directamente con el mundo de los caudillos que definieron el pasado de la provincia, y por extensión, el de su familia. El legado de Francisco Borges, tanto en lo militar como en lo ético, se entrelaza con su propio sentido del deber literario y moral.
Borges tiene un texto poco difundido que lleva el título de Autobiografía. Se trata de un libro que tuvo más circulación entre los lectores angloparlantes que entre los hispanoparlantes, ya que Norman Thomas di Giovanni (traductor y editor estadounidense), recién a fines del siglo pasado, la dio a conocer en una versión completa traducida al español.
En sus páginas se resalta la figura de sus ancestros en tierras entrerrianas y su herencia, como por ejemplo estos párrafos: “Fue en la ciudad de Paraná donde Fanny Haslam conoció al coronel Francisco Borges. Ocurrió en 1870 o 1871, durante el sitio de la ciudad por los montoneros de Ricardo López Jordán. Borges, montado a caballo al frente de su regimiento, comandaba las tropas que defendían la ciudad. Fanny Haslam lo vio desde la azotea de su casa; y esa misma noche organizaron un baile para celebrar la llegada de las tropas gubernamentales de relevo. Fanny y el coronel se conocieron, bailaron, se enamoraron y con el tiempo se casaron.
Mi padre era el menor de dos hijos. Había nacido en Entre Ríos y solía explicarle a mi abuela, una respetable señora inglesa, que en realidad no era entrerriano, ya que -me decía- ‘Fui engendrado en la pampa’. Mi abuela, con reserva inglesa, respondía: ‘Estoy segura de que no entiendo lo que querés decir’. Por supuesto, lo que decía mi padre era cierto, dado que mi abuelo, a principios de la década de 1870, fue comandante en jefe de las fronteras del norte y el oeste de la provincia de Buenos Aires. De chico le oí contar a Fanny Haslam muchas historias sobre la vida de frontera de aquellos tiempos. Una de ellas aparece en mi cuento ‘Historia del guerrero y de la cautiva’. Mi abuela había hablado con varios caciques, cuyos nombres algo burdos, me parece, eran Simón Coliqueo, Catriel, Pincén y Namuncurá. En 1874 -durante una de nuestras guerras civiles- mi abuelo, el coronel Borges, encontró la muerte. Tenía entonces cuarenta y un años. En las complicadas circunstancias que rodearon su derrota en La Verde, envuelto en un poncho blanco, montó un caballo y seguido por diez o doce soldados avanzó despacio hacia las líneas enemigas, donde lo alcanzaron dos balas de Remington. Fue la primera vez que esa marca de rifle se usó en la Argentina, y me fascina pensar que la marca que me afeita todas las mañanas tiene el mismo nombre que la que mató a mi abuelo”.
Borges siempre sintió un gran orgullo por sus antepasados, y esta conexión con los protagonistas de la época de la independencia es evidente en sus escritos, donde el concepto de la identidad argentina, mezclada con la violencia y el heroísmo, aparece recurrentemente.
El paisaje y la entrerrianía se filtran entre sus ficciones, aunque de manera sutil. Un ejemplo interesante aparece en el cuento “El indigno” del libro “El informe de Brodie” (1970). En un fragmento hace referencia a los orígenes del personaje Santiago Fischbein: “No sé si ya le he dicho alguna otra vez que soy entrerriano. No diré que éramos gauchos judíos; gauchos judíos no hubo nunca. Éramos comerciantes y chacareros. Nací en Urdinarrain, de la que apenas guardo memoria…”.
Por lo tanto, aunque a menudo es considerado un emblema de las letras universales, su obra está profundamente marcada por la argentinidad, incluidas sus raíces entrerrianas, las cuales le proporcionaron no solamente un conjunto de tramas y personajes, sino también una perspectiva única sobre la tradición, el tiempo y el destino, temas que exploró de manera inagotable. Aunque estas influencias no siempre son visibles en la superficie, están ahí, en las sombras, dando forma a las palabras y las ideas que hicieron de Borges uno de los escritores más importantes del siglo XX.