LA IMPORTANCIA DE ENCONTRAR UN EQUILIBRIO
Infancias ocupadas: los niños cada vez tienen más actividades extracurriculares
Con el inicio de las clases también comienzan las prácticas fuera de las aulas. Aunque fortalecen el crecimiento de los chicos, su exceso puede ser contraproducente, además de que puede quitar la maravillosa oportunidad de aburrirse.
Es de esperar que estas semanas nos topemos con carteles de “inscripciones abiertas” en institutos de inglés, clubes y academias. Es que con el arranque del ciclo lectivo, también comienzan las actividades extracurriculares, y con ellas los idas y vueltas dentro de las familias. Y aunque es importante que los chicos realicen prácticas por fuera de las aulas, los excesos de ellas pueden generar infancias ocupadas con una gran cantidad de responsabilidades y horarios.
Al respecto, la psicóloga Soledad Terradas, especialista en niños y adolescentes, aclaró que el término de “ocupados” deriva de “ocupación”, una palabra que se refiere a adultos que tienen empleo, por lo que “no es lo más esperable que los niños estén ocupados”. Y reconoció que “muchos padres son incapaces de ver a los chicos aburridos. O por lo menos es lo que veo en el consultorio; es lo que indica la casuística”.
La psicóloga Giuliana Paiva coincidió y manifestó que “llenar las agendas de los infantes y adolescentes es capricho de los padres porque hay actividades a las que hubiese gustado acceder de jóvenes o porque les parece que sí o sí tienen que hacerlas, genera que cuando la demanda proviene de las figuras de autoridad y no del propio deseo del infante el aprendizaje sea más difícil, que no se sostenga y que no se enganchen en ellas. Muchas veces hasta se padece tanta actividad. En vez de ir a un lugar desde el disfrute, van a un lugar por presión”.
En contraposición, Paiva resaltó la riqueza que tiene que los chicos elijan una actividad desde el lugar del deseo: “Dar esa herramienta desde casa es un privilegio, ya que van a desarrollar más la curiosidad, aumentando el estímulo por aprender algo que querían. Por ejemplo: un deporte, arte o cocina, entre otras”.
Las grandes cualidades del aburrimiento
En la vereda de enfrente, el mundo del aburrimiento se presenta como un lugar maravilloso y permite que los chicos “inventen, hagan, crean e imaginen”. Esto incluso, se puede verificar en los adolescentes, señaló Terradas que a veces están encerrados en sus habitaciones y “creemos que no hacen nada, pero están procesando todo. Y están fijando lo aprendido”.
“Los chicos saben hacer con el aburrimiento. El adulto no lo tolera, está sumergido en el capitalismo y el consumo. No digo que está mal que tengan actividades. Todo lo contrario, pero falta un equilibrio. Es un reflejo de la sociedad de hoy, donde las cuestiones son a todo o nada. El tiempo que los niños más crecen mental y psíquicamente es en el periodo de vacaciones. Y sobre todo de verano, porque hacen sin límites, sin horarios y al aire libre. Y además, descansan lo que necesitan, no con horarios”, desarrolló Terradas.
El efecto en la dinámica familiar
Es importante destacar que no todas las familias tienen la posibilidad económica y tiempo, para brindar actividades por fuera de las escuelas a sus hijos. Cuando esto no es un obstáculo, Terradas apuntó que “para algunos tener más horarios les permite tener todo bajo control. Lo que sí se nota, en algunos casos, es que no saben qué hacer luego con el tiempo libre una vez que lo tienen. Por eso, es importante que haya un equilibrio. Eso lo regula cada familia en función de lo que le sirve y le funciona. Hay que pensar que uno está criando adultos y que quiere que sean felices, libres, que tengan responsabilidades, que sepan lo que son las mismas y que tengan hábitos. Entonces, es difícil llegar a un equilibrio. Pero desde pequeños es fundamental enseñarles y mostrarles el camino, ya que ayuda y sirve para que de adultos puedan y lo hagan con deseo, con motivación. Cuando hay límites y cuando se enseñan responsabilidades y que hay que cumplirlas, los niños aprenden a autoregularse”.
Por su parte, Paiva resaltó que al interior de las familias, la organización que requieren las actividades extracurriculares se negocia entre sus propios miembros, a quien se encargan de llevar al niño y quien lo busca. “En ciudades como Gualeguaychú, se puede ver la colaboración del resto de la familia: hay abuelos, tíos y otros integrantes que pueden ayudar. En Buenos Aires, por ejemplo, los parientes no están tan presentes y los horarios los negocian los padres. Eso cambia la dinámica y, sobre todo, si los padres están separados, es toda una coordinación, pero hacen un esfuerzo enorme”.
Por último, agregó que la existencia de muchas actividades puede afectar la posibilidad de tener horarios para el esparcimiento y las relaciones afectivas.
Una mirada desde la antropología
La transformación de las infancias a lo largo de la historia responde a los cambios sociales, económicos y culturales que ha sufrido el mundo e impactan en todas direcciones en nuestra concepción de la vida y de las diferentes etapas que la componen.
El antropólogo local Gerardo Rossini, recibido en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y actual docente de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER) y de la Universidad Autónoma de Entre Ríos (UADER), realizó un repaso de los cambios que experimentó la infancia antes del siglo XIX y bien entrado el XX, hasta nuestros tiempos.
Al respecto, señaló que recién en el siglo XIX comenzó a configurarse el sistema educativo moderno, en el que se veía a los niños como personas a ser educadas. En estos años, predominó la figura de “Estado de Bienestar”, pero luego de la Segunda Guerra Mundial “comienzan políticas de corte más neoliberales y el mercado comienza a tomar predominio”.
Según Rossini, es un punto de inflexión que nos deja con las consecuencias que vemos en la actualidad: “La exigencia por la posición económica se vuelve más una responsabilidad propia. Las formas del trabajo se vuelven responsabilidad de las propias personas, el trabajo se vuelve flexible. La exigencia por la posición económica se vuelve más una responsabilidad propia y los niños son exigidos a estar a la altura de esas nuevas necesidades. Por lo tanto, la infancia ya no pasa a ser considerada una etapa de juego y libertad como décadas atrás, sino como una etapa de exigente formación para enfrentar ese mundo híper competitivo, donde parece que el éxito es individual y depende de los esfuerzos particulares. En algunas sociedades, esta competitividad a que se les exige a los niños llega a extremos muy fuertes como en los países asiáticos, donde la educación es muy exigente en horas y esfuerzos, y los niños son sometidos a arduas rutinas”.
No obstante, el antropólogo advirtió que “en sociedades muy fragmentadas como las actuales, particularmente la Argentina lo es con realidades socioculturales muy diferentes y con cerca de dos tercios de los niños en la pobreza, la realidad de la infancia es muy diversa. Mientras algunas familias participan de la lógica de la híper competitividad con niños sometidos a rutinas muy exigentes, en el otro extremo tenemos infancias que transitan fuera del sistema educativo, en contextos de vulnerabilidad, con adultos muchas veces ausentes”.
El debate sobre el equilibrio entre las actividades extracurriculares y el tiempo libre de los niños y adolescentes es un reflejo de la tensión entre las exigencias de una sociedad cada vez más competitiva y la necesidad de preservar la salud emocional y el bienestar infantil. Aunque las actividades pueden aportar beneficios, es fundamental que se fomente un enfoque que permita a los niños tomar decisiones sobre sus intereses y desarrollarse a su propio ritmo.
El aburrimiento, lejos de ser algo negativo, juega un rol crucial en la creatividad y el desarrollo personal. Además, la estructura familiar y el contexto socioeconómico influyen de manera significativa en cómo se gestionan estos tiempos. Al final, la clave está en encontrar un punto que respete las necesidades emocionales de los niños, les brinde la oportunidad de explorar sus pasiones y les permita también tener momentos de descanso y reflexión. La infancia debe ser vista como un periodo de exploración y crecimiento, no de presión constante por rendir en una sociedad que exige siempre más.