UNA AUTÉNTICA HISTORIA DE INJUSTICIA
Ganó un millón de dólares en tragamonedas y tuvo que esperar 10 años para cobrar
Hipólito Ríos (67) es chaqueño y trabaja como jardinero. Cuando ganó, se negaron a pagarle al argumentar "un error informático". El casino tuvo que pagarle (con montos actualizados) porque tuvo tres fallos en contra.
Hipólito Ríos (67) tiene problemas en una rodilla. Debe operarse cuanto antes. Además, sus ojos ya no son los mismos desde que un trozo de barro lo salpicó mientras trabajaba y le ingresó una bacteria. “Igual puedo ver bien”, aclara.
Hace cinco meses, sufrió una neumonía bilateral por lo cual estuvo internado en terapia intensiva en un sanatorio donde había, al menos, 7 internados por COVID-19. “La pasé mal, pero 'arriba' no me quisieron”, bromea. Salió caminando de la clínica, aunque no le fue igual al médico que lo atendió: al poco tiempo, falleció a causa del coronavirus.
El 19 de febrero de 2012, en pleno carnaval chaqueño, Hipólito terminó su trabajo y alrededor de las 23 fue al centro de Resistencia con su esposa a jugar unos pesos en el casino. Estaba cansado.
El hombre es jardinero desde hace más de 40 años y todos sus dolores de los últimos tiempos se los debe a esa profesión que abrazó como si hubiera salido de un título universitario.
Entonces, Ríos se puso a jugar en una máquina tragamonedas del ingreso del Casino Gala. De pronto, lo sorprendieron un montón de luces y ruidos. Había ganado 72.351.805, créditos lo que equivalía a un premio de 3.617.590 pesos.
Una fortuna si se tiene en cuenta que en esa época el dólar cotizaba a algo más de 3 pesos. Hipólito había ganado algo así como un millón de la moneda estadounidense.
Sin embargo, el casino se negó a pagarle. Los encargados le dijeron que “hubo un error informático” porque el premio máximo que daba esa máquina era de 50.000 pesos. Así comenzó un derrotero judicial que terminó hace pocos meses. Es decir, más de 10 años después.
El casino tuvo que pagarle (con montos actualizados) porque tuvo tres fallos en contra, en primera y segunda instancia y hasta un recurso en el Superior Tribunal de Justicia.
Dolores a cuestas
Ahora, con 67 años y sus dolores a cuestas, Ríos atiende a Clarín: “Siempre fui jardinero. Toda mi vida. Aquella noche terminé cansado, pero quise ir con mi esposa al casino a jugar unos pesitos. Estuve un rato en la maquinita hasta que pasó lo que pasó. Había ganado 3.000.000 de pesos, pero enseguida se negaron a pagarlo. Recurrí a Lotería Chaqueña y a la Justicia. Recién ahora me dieron la razón. Pero ya pasaron 10 años y no soy el mismo”.
Hipólito Ríos y la foto de baja calidad que fue una prueba clave para que le ganara el juicio al casino.
Después de ganar, este chaqueño hasta la médula tomó sus precauciones. Su esposa le tomó una foto a la máquina con el celular (de baja calidad porque la tecnología de entonces era precaria) y estuvo dos días custodiando la tragamonedas.
El mismo tiempo que tardó la fiscalía en secuestrarla. “Antes de irme, le pagué a una persona para que se quede todo el tiempo ahí, cuidándola. Y al otro día me quedé yo”. El hombre no quería sorpresas.
Enseguida comenzaron a desfilar los abogados. Hubo una especie de “casting” hasta que Hipólito se quedó con uno. No fue su mejor elección: había estudiado con el abogado del casino.
Entonces llegó al estudio Legalnea, de Eduardo Pablo Gleizes y José María González. “Ellos son buena gente, se portaron muy bien conmigo. Hicieron un gran trabajo y por eso pudimos ganar”, dice el jardinero.
Gleizes aseguró que el casino quiso en un momento llegar a un acuerdo. Pero le exigían un pacto de confidencialidad. La causa era clara: la empresa no quería que quedara un precedente. Fue rechazado.
Todo siguió su curso, con la intervención, inclusive, de Defensa del Consumidor. Los fallos de primera y segunda instancia le dieron la razón. El casino recurrió al Superior Tribunal de Justicia, que también falló a favor del apostador.
A lo largo de 10 años pasaron muchas cosas. Algo que el abogado recuerda hasta con un poco de humor: “Hipólito es un hombre muy humilde. Y lo demostró siempre en sus actos. Durante una audiencia, tuvo el coraje de pedirle al juez que le den el dinero. “Se me llueve el techo en mi casa y quiero arreglarlo”, le dijo.
El destino del dinero
Ríos ya cobró parte del dinero que le correspondía. “Puedo decir que el casino salió ganando. Pagó mucho menos de lo que le hubiese costado en su momento”, dijo el abogado, quien aclaró que la cifra exacta no la dan a conocer por razones de seguridad.
“Estoy arreglando mi casa. Ya compré el hierro, las chapa, el cemento y la arena. También un inodoro porque el que tenemos ya está un poquito viejo. Un poco de plata la puse en el banco para que me de intereses. Con eso nos alcanza”, cuenta el jardinero.
Desde hace 40 años, Hipólito comparte su vida con Leandra, su esposa. De esa unión inquebrantable nació Laura, que les dio una nieta: Johana.
Ríos ya no puede trabajar como antes. Su dolencia en la rodilla lo tiene a maltraer, al menos hasta que se opere. Tiene una pequeña pensión por invalidez, pero aún con su dolor a cuestas es un hombre agradecido: “Hay algunas personas que me dieron trabajo muchos años. No sé, 25 o 30. A ellos les sigo trabajando en el jardín. Son algunos, lo hago como puedo. Pero no los voy a abandonar”.
Son, en general, gente de buena posición que vive en barrios mucho más coquetos que el Don Bosco, donde gente humilde como Hipólito camina por sus calles de tierra tal vez, con los mismos sueños.
El hombre siente que se hizo justicia. Que ahora podrá disfrutar de una casa mejor, ayudar a su hija y tal vez, hacer algún viaje después de su operación de rodilla. Pero claro, para todo eso tuvo que esperar 10 años.
Fuente: Clarín