Nuevo aniversario del Día de la Historieta Argentina
El Eternauta, el legado de Oesterheld más allá del tiempo y el espacio
67 años después de su creación, sigue siendo un relato vigente, tanto por su calidad artística como por su mensaje. En un mundo cada vez más complejo y fragmentado, la historia de un grupo de personas que se unen para enfrentar lo desconocido resuena con una fuerza renovada. La figura de su creador permanece en la memoria colectiva y nos recuerda la importancia de la libertad de expresión y la resistencia cultural.
Desde 2006, cada 4 de septiembre, se celebra el Día de la Historieta Argentina. Esta fecha fue elegida en homenaje al lanzamiento del primer número de la revista “Hora Cero” en 1957, que incluía la primera aparición de “El Eternauta”, una obra creada por su fundador y guionista Héctor Germán Oesterheld y el dibujante Francisco Solano López que se erigió como pilar fundamental en la consolidación del comic nacional como medio cultural y artístico.
Su historia, que ha trascendido en el tiempo para convertirse en un símbolo de resistencia y lucha colectiva, sigue a Juan Salvo, un hombre común atrapado en una Buenos Aires devastada por una tormenta de nieve mortal que marca el inicio de una invasión alienígena. Lo que comienza como una pelea por la supervivencia en un apocalipsis urbano se transforma en una épica reflexión sobre el poder, la opresión y la unión frente a lo desconocido. En medio de este escenario desolador, Salvo y sus amigos se enfrentan a un mundo transformado en un paisaje hostil. La ciudad, usualmente vibrante y llena de vida, se convierte en un campo de batalla, donde cada esquina esconde un nuevo peligro.
Lo que distingue a esta historia de otras dentro del género de ciencia ficción es su enfoque en la humanidad de los personajes. Juan Salvo no es un héroe tradicional, es un hombre común que lucha por proteger a sus seres queridos. La historia se centra en cómo personas ordinarias enfrentan situaciones extraordinarias y destaca la importancia de la solidaridad y el trabajo en equipo. La idea del “héroe colectivo” introducida por Oesterheld es innovadora para la época, ya que desafía la noción convencional de una figura solitaria y omnipotente. Aquí, la fuerza radica en la unión y en la resistencia colectiva.
“El Eternauta” también se destaca por su representación detallada de Buenos Aires como escenario de ciencia ficción. La ciudad, tan familiar para los lectores argentinos, se convierte en un personaje en sí misma, transformada por la invasión extraterrestre. Oesterheld y Solano López logran crear una atmósfera inquietante al situar la acción en un entorno reconocible, donde lugares emblemáticos como el Estadio Monumental, la Avenida General Paz o el Congreso de la Nación se convierten en espacios de desolación y enfrentamiento.
Pero no se trata solo de una historia de ciencia ficción, sino también de una profunda crítica social. Aunque fue escrita en un contexto anterior a la Dictadura que azotaría al país en los 70, ha sido interpretada como una alegoría de la represión y la rebeldía. La invasión, con sus múltiples capas de opresión, desde los "Manos" hasta los "Ellos", refleja el poder totalitario y la deshumanización que se experimentaría en la vida real. La lucha de Juan Salvo y sus compañeros contra un enemigo aparentemente invencible se convierte en un espejo de la resistencia política y social.
El destino trágico de Oesterheld añade una capa más de significado a la obra: fue secuestrado y desaparecido en 1977, al igual que sus cuatro hijas —Estela (25), Diana (24), Beatriz (19) y Marina (18); dos de ellas, embarazadas— y tres de sus yernos. Su mujer, Elsa Sánchez, activista e integrante de Abuelas de Plaza de Mayo, mantuvo viva su memoria hasta su muerte en 2015. La vida y trabajo de Oesterherld se han convertido en un símbolo del compromiso cultural y político y su desaparición vuelve al protagonista de “El Eternauta” en una figura casi profética, un viajero eterno en busca de su familia, que refleja la propia búsqueda del autor por un mundo más justo.
No caben dudas que el impacto cultural ha sido duradero y sigue siendo un relato profundamente relevante en la Argentina contemporánea, un recordatorio de que la lucha por la supervivencia es, en última instancia, una lucha por la dignidad y la libertad. La historia de Juan Salvo y su resistencia frente a lo desconocido resuena en un país que ha enfrentado sus propios "enemigos invisibles", tanto en la política como en la sociedad. En este sentido, no solo es una obra de ciencia ficción, sino un espejo de la historia nacional.
Uno de los momentos más icónicos es cuando Juan Salvo describe la primera vez que se da cuenta del peligro que enfrentan: “La nevada mortal. Esa es la palabra exacta: mortal. Y, sin embargo, al principio no nos dimos cuenta de nada. Estábamos seguros en casa, jugando al truco, mientras afuera la muerte caía del cielo”. Este pasaje establece el tono de la historia y resalta la humanidad de los personajes, atrapados en un juego trivial mientras el mundo a su alrededor se desmorona.
El héroe y los otros
Juan Salvo es el personaje central, un trabajador con una familia que ama y que, de repente, se encuentra en medio de una catástrofe inimaginable. Su desarrollo como líder es gradual y doloroso. No es un héroe por elección, sino por necesidad. Su única motivación es la supervivencia y la protección de su esposa, Elena, y su hija, Martita. Este instinto se refleja en la cita: "Mi mayor miedo no era morir... sino perder a Elena y a Martita. Ellas eran mi mundo. Y en ese mundo se desató el infierno”.
Favalli es otro protagonista crucial, profesor de física y amigo cercano de Juan. Representa la racionalidad y el pensamiento científico en medio del caos. En muchos sentidos, es el cerebro del grupo, el que proporciona soluciones técnicas para enfrentar las amenazas, desde el aislamiento de la casa hasta la fabricación de armas improvisadas. Favalli es descrito por Juan como “el hombre que nunca pierde la calma, que siempre encuentra una explicación lógica, aun en medio de lo absurdo”. Su pragmatismo es esencial para la supervivencia del grupo, pero también lo transforma en un personaje trágico, ya que su coherencia no puede siempre protegerlos de lo implacable de la invasión.
Otro personaje clave es Franco, un hombre de acción. Es quien aporta la fuerza física y el coraje impulsivo para complementar la inteligencia de Favalli y el liderazgo emocional de Juan. En un momento de la historia, dice: "No podemos quedarnos aquí esperando la muerte. ¡Hay que salir y pelear, aunque no sepamos contra quién!" Esta frase encapsula su actitud desafiante y su disposición a enfrentar el peligro de frente, a pesar de la desesperación. Sin embargo, su valentía también lo lleva a tomar riesgos que a veces ponen en peligro al grupo.
Pablo, un joven adolescente, representa la inocencia perdida en medio del caos. Se une al grupo y, a pesar de su corta edad, demuestra una madurez sorprendente y un coraje indomable. Su ingenio y habilidades tácticas son invaluables y su relación con Juan evoluciona hacia un vínculo de mentoría y amistad, un fiel reflejo de la solidaridad entre las generaciones en tiempos de crisis. En un momento desgarrador, cuando se enfrenta a la realidad de la muerte por primera vez, Pablo dice: "No quiero morir, Juan... pero si es necesario, moriré peleando”.
Además de los personajes humanos, los antagonistas más memorables son los “Manos”, una raza alienígena que actúa como intermediarios entre los invasores y los hombres. Aunque aparentemente poderosos, también son víctimas de una cadena de opresión más grande. Uno de los Manos le dice a Juan: “Nosotros también somos esclavos, eternos fugitivos como tú. No buscamos la guerra, pero estamos atrapados en ella, igual que tú”. Esta revelación desafía la visión simplista del bien contra el mal y plantea preguntas sobre la naturaleza del poder y la sumisión.
Finalmente, la figura de Elena, esposa de Juan, merece un párrafo aparte. Aunque en muchos momentos juega un papel más secundario, es un pilar emocional para Salvo. Representa la estabilidad y la esperanza en un mundo que se desmorona. En una de las escenas más conmovedoras, mientras Juan se prepara para una misión peligrosa, Elena le susurra: "Vuelve, Juan... vuelve por nosotras”. Esta simple frase encapsula todo el peso emotivo de la historia.
“El Eternauta” se convirtió en una obra imprescindible y atemporal por una infinidad de razones. En primer lugar, es la primera gran epopeya de ciencia ficción hecha en Argentina, un verdadero faro en la novela gráfica. Antes de ella, algunos escritores se habían asomado tímidamente al género, pero esta obra llegó para establecerlo con firmeza en el ámbito nacional. Y, además, nos enseñó algo fundamental: que la aventura no solo pertenece a los grandes centros de poder como Estados Unidos o la vieja Europa, ni a escenarios fuera de la órbita de la Tierra, como la Luna o Marte. No, la aventura podía tener lugar acá, en Argentina, en una Buenos Aires movilizada y caótica. Podíamos ser nosotros los protagonistas, los que nos arrojábamos al peligro con la valentía de quienes saben que la épica también se escribe en nuestras calles.
A varias generaciones, Oesterheld le abrió los ojos a una verdad poderosa: no solo podíamos contar historias tan buenas como las de cualquier otro lugar de este mundo o de otros, sino que también podíamos soñarlas y vivirlas. Nos dio el permiso para ser quienes se levantan contra el invasor-opresor para luchar con todo y, aunque a veces pudiéramos caer y morir, en otras ocasiones también podríamos alzarnos como vencedores. Nos enseñó que nuestras historias valen, y que podemos ser los héroes de nuestras propias hazañas.