POLARIZAR, ESA ES LA CUESTIÓN
Cristina se prepara para otra batalla y Milei sonríe… ¿feliz?
Cristina se encamina a ser, otra vez, la contracara del modelo de turno. Antes fue Macri, después Alberto y ahora será el turno de Milei. Es la metáfora del eterno retorno que condiciona, a ella misma, y a todo el peronismo que quiere dar vuelta la página de la historia. O no, y es ella la que tiene razón y todavía no es tiempo de retiro.
Milei aprende rápido de la política, de la vieja y de la nueva, o de la de siempre. El tercio que consiguió el Gobierno para sostener el veto de la Ley de Financiamiento Universitario es la muestra más cabal. La negociación fue una diáspora y no perdonó colores partidarios. El variopinto de radicales, peronistas y macristas que le dieron respaldo al veto lo dejan expuesto: en política hay una máxima de la que nadie escapa y es que, más temprano que tarde, te tenés que sentar a negociar.
El efecto de la jugada es doble. No sólo el Gobierno pudo sostener el veto, sino también poner otra cuña más entre los opositores que no pueden esbozar una estrategia eficaz. La implosión que provocó la victoria de los libertarios el año pasado es un sello de lo que pasa hoy. Ese magma opositor todavía busca cauce. Por eso, Cristina se ofrece mansa y buena para conducirlo.
Mientras tanto, Milei gana tiempo. Con el mercado planchado y el dólar en caída libre, el dato de inflación de septiembre fue otro aliciente. Por primera vez pudo quebrar el piso del 4%, pese al vaticinio de la mayoría de los analistas que, una vez más, le pifiaron. Con esos datos en la mochila, enfrenta las consecuencias del ajuste. Lo que pasa en educación y en la actividad económica en general que todavía no da señales claras de repunte. Hay algunos números positivos, pero todavía son endebles. Y las encuestas empiezan a reflejar que esa retracción impacta en la imagen presidencial. Claro que llevamos 9 meses de un ajuste feroz y anunciado. Quizás allí esté el secreto de la resistencia social a la crisis sin precedentes que vivimos. Y si la solución la plantean los mismos que nos llevaron a este cataclismo, no queda mucho más por decir. A lo mejor, si prueban con pedirle perdón a los argentinos, tengan la posibilidad de reescribir otro capítulo.
En esa historia reciente ha habido una actriz protagónica: Cristina Fernández de Kirchner. Por presencia o por ausencia, ha sido determinante en la vida de los argentinos en las últimas dos décadas. Una “ladrona” para muchos, una “salvadora” para otros, la “condenada” para otros tantos y la “única que la tiene clara” para el resto. Hay una constante en la vida política de Cristina: no pasa desapercibida y su capacidad de liderazgo es incuestionable. En todo caso, si el peronismo quiere reemplazarla, deberá generar un cuadro dispuesto y capaz para enfrentarla. Sergio Massa, que en algún momento alumbró como ese hombre, se ha desdibujado en medio del fracaso del gobierno de Alberto Fernández. Él, pieza clave por supuesto, y en esa eterna imagen de sumisión con la jefa de la que no puede desprenderse. Paradójicamente, él que la enfrentó hace unos años, carece hoy de ese capital político indispensable para tener chances de vencerla. No sólo en el interior del peronismo, también en el páramo electoral que le espera afuera.
Primero fueron sus voceros y luego ella a través de una carta. Cristina anunció que va por el PJ (el mismo partido del que alguna vez dijo que se lo metieran donde no alumbra el sol), pero que ahora considera una herramienta electoral estratégica para terminar con los días de Milei en la Casa Rosada. La ex presidenta es un animal político. Donde huele que hay vacío de poder, y un amplio sector de la sociedad está en esas condiciones, no lo duda. Y si tiene que ser candidata otra vez el año que viene tampoco.
Aunque parezca raro, un hilo conductor en común tiene Milei con Cristina. No sólo la construcción de un relato en el que han demostrado ser súper eficaces. Está también la determinación para doblar la apuesta cuando los desafían. Lo ha demostrado el Presidente en estos meses. Lo hizo hasta el hartazgo Cristina, en los momentos de su poder cuestionado como la 125. Retroceder o no plantarse es una muestra de debilidad que los políticos de calibre no pueden darse el lujo de dar.
La política argentina suele deparar sorpresas y vaya si lo sigue haciendo. Es como un mazo de cartas que giran en el aire y las caras que asoman son la de la ‘loca y el loco’. Como si fuera la pelea de fondo que muchos esperan, aunque lo que está en juego es el destino de millones. Todo indica que Cristina, como el Cid Campeador, vuelve a la vida y está preparada para la última batalla. Del otro lado, es probable que Milei sonría feliz. Tenga cuidado mijo: Macri, Alberto y Massa sintieron lo mismo. Así les fue.