Un escándalo social, político e institucional
Alberto y la última estación del gobierno fallido de Cristina
El riesgo que la denuncia de Fabiola Yánez se convierta en un culebrón es real y atentaría contra la gravedad de los hechos que investiga la Justicia. Pero la violencia de género no exculpa a la exprimera dama de haber protagonizado la famosa fiesta de Olivos, un cachetazo en plena pandemia para millones de argentinos y un golpe mortal a la credibilidad del Gobierno Fernández-Fernández.
Es difícil evaluar algo que pasa que nunca pasó. La historia tendrá su veredicto final sobre los días de Alberto Fernández en la Casa Rosada. Su unción cristinista y su actuación ante lo inédito como fue la pandemia. Su escaso poder y decisión para enfrentar a la Jefa y la deriva que fue la segunda mitad de su mandato. Pero, siempre está lleno de “peros”, la política depara sorpresas, aunque como ésta, casi no hay antecedentes en la historia argentina. Quizás el más cercano sea el expresidente Carlos Menem cuando eyectó de Olivos a Zulema Yoma, que fue un escándalo nacional. Pero nunca se habló de golpes ni maltratos, en los términos en los que ahora ha quedado involucrado Alberto.
El riesgo que se convierta en un culebrón es real y atentaría contra la gravedad de los hechos que está denunciando Fabiola Yáñez. Hechos que tampoco la exculpan a ella de haber protagonizado la famosa fiesta de Olivos, un cachetazo en plena pandemia para millones de argentinos y un golpe mortal a la credibilidad del Gobierno.
Ahora muchos periodistas de los grandes medios de comunicación sostienen que no los sorprendió la denuncia de Yáñez. Traen a colación una famosa frase que habría pronunciado Cristina en 2021, cuando le espetó a Alberto que se dejara de joder llevando mujeres a Olivos. Algo similar a la alusión que hizo del celular particular. “El mío sí lo pueden revisar, otros no sé…”, dijo en un acto. Todos le apuntan ahora al ex Presidente de la Nación.
Alberto Fernández, como cualquier persona, tenía y tiene derecho a llevar su vida privada como le plazca. De hecho, muchos gobernantes se han divorciado de sus esposas en pleno mandato. Lo acaba de hacer el presidente de Uruguay Lacalle Pou. O Milei hoy, que llegó noviando con Fátima Flórez y hoy lo hace con Amalia González. Otra cosa es la violencia de género, los golpes y las amenazas. Es de tal gravedad institucional lo que Yáñez denuncia que Fernández podría ir preso por estos delitos si es que finalmente se comprueban. Hay un daño claro, físico y moral a la persona que sufrió las agresiones. Pero hay otro imposible de mensurar que es a las instituciones de la República, devaluadas una y otra vez. La hipocresía es aún mayor porque Fernández se jactaba de ser el primer feminista, defensor de los derechos de las mujeres. Le dio aire a una superestructura como el Ministerio de la Mujer que quedó pedaleando en el aire con la denuncia de la exprimera dama. Mazzina, que fue responsable de ese ministerio, deberá responder ahora si es cierto lo que dice Yáñez: que le contó todo y no hizo nada. Conclusión: si eso le pasó a alguien tan importante, ¿qué puede esperar una mujer sin poder ni influencia cuando denuncia sus penurias?
La mancha negra de la sombra de Fernández también se proyecta sobre su propio partido, el PJ o lo que más se le parezca que a esta altura no se sabe bien qué es. No sólo porque la bandera de los derechos de las mujeres ha sido vital en el discurso kirchnerista de los últimos lustros, sino por los recursos que el estado le ha destinado a esas políticas. Todo queda en cuestionamiento, sin contar el favor que le han hecho al gobierno de Milei, quién ya se declaró ‘orgulloso’ de cerrar el Ministerio de la Mujer y otras dependencias creadas por el gobierno anterior.
Estos dos planos que por ahora deja el escándalo nos hunden más en el barro. El peronismo en su conjunto deberá evaluar el daño que le seguirá provocando la actuación de Alberto Fernández. Que algo hizo: renunciar a la presidencia partidaria. En este contexto bien se puede proyectar el futuro. Escena 1: candidato peronista. Escena 2: habla de las políticas de género. Escena 3: alguien, el periodista o quien lo confronte, saca a relucir el fantasma albertista. Y ahí vendrán las explicaciones o justificaciones, dependerá el caso. Así, una y otra vez hasta el hartazgo. Pero es lo que hay y habrá con lo que está pasando. Por eso es difícil de medir el daño que el comportamiento de este señor le ha hecho, no solamente al sistema, sino también a la lucha por la aplicación de políticas de igualdad de género.
El peronismo es probable que siga mirándose el ombligo. Parece un karma, pero es la consecuencia de sus propios errores que, a la postre, terminaron con Milei en la Rosada. Justamente, en medio de ese marasmo, el Presidente levanta la cabeza y respira. Sus enemigos tienen otras urgencias ahora. El sacudón de la suba del dólar se atemperó con el dato de la inflación de julio, aunque las alarmas por el amesetamiento siguen vigentes. Hay algo en política que no tiene precio: tiempo. A esta altura, algunos opositores se han vuelto donadores seriales de tiempo con grandes contribuciones al relato oficial. Milei, agradecido.