POR JUAN BOARI
Yo no quiero un mundo mejor... ¡quiero otro mundo!
El pasado 30 de abril se venció la concesión de la empresa Hidrovía S.A., encargada del dragado y balizamiento de nuestro río Paraná. Y quiero remarcar eso de "nuestro río" porque es propiedad del pueblo, de su gente, de su cultura y de su historia. No es un producto en venta. O, al menos, no debería. Hoy es momento de que las cosas cambien de verdad.
Juan Boari* Mucho se ha escrito sobre el tema en los últimos meses, aunque nunca lo suficiente. El río Paraná tiene un valor incalculable para la Argentina, en términos históricos, ambientales y económicos. Hidrovía S.A. es una empresa de capitales privados, el 50% pertenece a la empresa belga Jan De Nul y el otro 50 %, a la argentina EMEPA, que desde hace 25 años se dedica al dragado, balizamiento y cobro de peaje de todos los buques y barcazas que transitan por el sistema de navegación troncal Paraguay-Paraná. Dicha concesión fue adjudicada en 1995, durante el menemismo, cuando no sólo se privatizaron nuestros ríos, también las autopistas, los trenes, el petróleo, el gas, las comunicaciones, el sistema previsional, la red eléctrica, los puertos y hasta el agua potable. “Nada de lo que deba ser estatal permanecerá en manos del Estado”, inmortalizó el entonces ministro de Obras y Servicios Públicos de la Nación, Roberto Dromi. Por la vía navegable Paraná-Paraguay se exporta el 80% de no solo de los productos del agro, como aceites, cereales y carnes, sino también es la ruta de la minería, los combustibles, los automóviles y un largo etcétera. Solamente el cobro de peaje significa un ingreso anual de 300 millones de dólares, más 40 millones dólares que durante ocho años subsidió el Estado nacional. En este sentido, algo que llama la atención es que la tarifa en dólares ha aumentado en un 300% y cada productor argentino paga 30% más caro el servicio en relación a todas las empresas de dragado del mundo. Además de no haber presentado nunca estudios serios sobre el impacto ambiental que puede ocasionar el dragado (el último es de 1969), ni ningún tipo de información hidrométrica, hidráulica, barométrica, ni de sedimentos de estos cursos, incumpliendo las normas mínimas del cuidado ambiental. Independientemente de la prórroga administrativa por 90 días que el presidente Alberto Fernández otorgó para mantener el servicio activo, y ya cumplido ese plazo, la administración del sistema pasará a manos del Estado por un periodo de 12 meses, tiempo en el que se deberá reevaluar las condiciones de funcionamiento. El Paraná, un río privatizado En el polo agroexportador más grande del mundo, desplegado sobre 70 kilómetros de costas hacia el norte y el sur de la ciudad de Rosario, operan 18 puertos privados y las más grandes multinacionales cerealeras del mercado internacional: Cargil, Bunge, ADM, LDC, Glencore, Cofco y las nacionales Molinos, AGD, ACA y Vicentín Más de 100 millones de toneladas de granos y subproductos, como aceites y combustibles, son transportado por el río Paraná, transformándolo en una verdadera autopista fluvial. Para dicha producción fue necesario desforestar 70 millones de hectáreas de monte, arrasando todo a su paso y utilizando agrotóxicos a granel para aumentar la rentabilidad de sus cultivos, con el consecuente y escandaloso daño ambiental que esto supone. Un modelo intensivo y a gran escala se abrió paso, obligando a migrar a miles de productores agropecuarios locales, concentrando y extranjerizando nuestras tierras. Un dato, en este sentido: La población rural en Argentina es en promedio 7.5 %, mientras que Italia está apenas por debajo del 30% y Francia llega al 25%. El 98 % de los buques que navegan por nuestros ríos son de bandera extranjera, lo que genera un déficit comercial de 7.000 millones dólares por año, sólo en fletes, aumentando los costos a cada productor argentino. Cada año, más de 1.200.000 camiones y 250.000 vagones de tren llegan a los puertos donde las empresas acopian los granos, los suben a los barcos y los mandan al exterior con el único control de ¡una simple declaración jurada! En este sentido, científicos de la universidad de Rosario descubrieron que la minera La Alumbrera, que declara exportar solo tres metales (oro, cobre y molibdeno), en realidad exporta bajo la forma de barro mineral 23 tipos diferentes de metales, evadiendo así aproximadamente 8.000 millones de dólares al año. Se defrauda al Estado por medio de mecanismos de subfacturación, triangulación y lavado de dinero en paraísos fiscales. Se calcula que estos monstruos comerciales evaden un tercio de lo que exportan, alrededor de 20.000 millones de dólares por año (en dos años y medios pagaríamos la deuda contraída por Macri con el FMI). Todo esto se da en un momento muy particular del país. Argentina nunca produjo tanta carne, tantos granos y tanta leche en su historia como actualmente, lo que da cuenta de una Nación inmensamente rica. Paralelamente y sumado a los efectos de esta pandemia hemos alcanzado el triste récord de tener cerca del 60% de nuestros gurises y más del 40 % de la población argentina por debajo de la línea de pobreza. Este es el último eslabón de la cadena extractivista, que deja como resultado empresas multinacionales billonarias y un país con más pobreza, más desocupación, más inflación, más desindustrialización, más violencia. La actual es una oportunidad única e impostergable para avanzar en un camino que permita la recomposición de la soberanía nacional en el río Paraná. Debemos retomar el control y administración estatal de la red troncal; agilizar y optimizar los mecanismos de cobro de peaje, fiscalización aduanera, impositiva y del tránsito fluvial. Resulta urgente realizar estudios del impacto ambiental, monitorear y controlar el dragado y el balizamiento. Debemos avanzar en el proyecto del Canal Magdalena y revisar integralmente las leyes de Promoción de la Industria Naval Argentina y de Desarrollo de la Marina Mercante Nacional, debemos recuperar nuestro Astillero Rio Santiago y así generar miles de puestos de trabajo. El desafío es enorme e involucra a muchos actores, a gobernadores, intendentes, universidades, organizaciones civiles, comerciales y ambientales, y a productores agropecuarios. Argentina se desangra por las barrancas del Paraná, cambiar este rumbo y el del país es tarea del presente, la organización política y social logró poner un freno a la entrega deliberada, pero el camino por recorrer todavía es largo. El Paraná no es sólo un río: es la vida, la tierra y los recursos económicos que necesita nuestro país. *Concejal del bloque PJ-Creer
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