INTERNA FEROZ EN EL GOBIERNO
¿Y si Máximo con el portazo le termina haciendo un favor al Presidente?
Menos mal que se tomó el avión el Presidente. Lejos dejó el mal trago que otra vez le hizo pasar el kirchnerismo después de haber conseguido, quizás, el principal logro de su gobierno, que es haber llegado a un entendimiento con los acreedores y así evitar el temido default. Allá lejos, en Rusia y China, buscará fortalecer la relación con sus verdaderos aliados. O al menos los que eligió para su gobierno.
Por Jorge Barroetaveña
El experimento de la coalición de gobierno sigue su marcha. Pese a las dificultades, a sus propios errores y a sus contradicciones. Esta semana, que bien pudo ser la mejor en mucho tiempo para Alberto Fernández, terminó con un gol en contra. Es que la carta de Máximo Kirchner haciendo pública su renuncia a la jefatura del Bloque del Frente de Todos y explicando los motivos, fue una patada en el hígado. Pese a que, como dice el dicho, el que avisa no traiciona, y Máximo le comunicó antes al jefe de estado su postura, la renuncia impactó debajo de la línea de flotación del gobierno.
El albertismo manejó con mano de cirujano la parte final del acuerdo, no sólo imperioso por los tiempos, sino por el deterioro de la situación económica y la incertidumbre insostenible para llevar adelante una política económica más o menos coherente. Hace rato que no se trataba de una cuestión de principios, sino de gestión. El Presidente ya no tenía margen de maniobra (más allá del debate sobre su eficacia) para hacer otra cosa distinta a la que hizo. Para la militancia, los principios y los valores, está bien lo que hizo Máximo.
Al cabo, el líder de La Cámpora deja a salvo su pensamiento, aunque se olvida de sus responsabilidades de gobierno. Como el año pasado, después de las elecciones, y como hizo su madre, la Vicepresidenta, optó por una carta para patear el tablero. Hay algo cierto y es que peor hubiera sido el portazo en plena negociación. Esperó al final para marcharse, pero eso no disminuye su responsabilidad en el tema. Y esa frase inquietante que deslizó la inefable diputada Vallejos: “con este acuerdo disminuyen las probabilidades de ganar en el 2023”. Lo que no dice es que, sin acuerdo, el oficialismo no tenía chances de ganar en el 2023.
Al final del camino, Máximo a lo mejor le termine haciendo un favor al Presidente, dejándolo con todo el peso del acuerdo y la piedra basal de lo que podría ser el albertismo, el ismo que se viene anunciando nacido desde hace rato, pero nunca alumbró. Paradojalmente, el viaje a Rusia y China, puede que le sirva a la gestión para definirse. El acuerdo con el FMI ya no necesita de maridaje con la administración de Biden. Ahora sí puede que tenga las manos libres para coquetear con Putin y Xi Jimping. Tendrá un costo pero no se puede hacer política internacional sin pagar alguno. Será la opción de Alberto que, en el fondo, siempre fue la de Cristina.
La urgencia de la situación no da tregua. Se acabaron los divagues principistas. Hay que atender la coyuntura. Este es el último año pleno que le queda a Fernández en la Rosada porque el que viene estará atravesado por las elecciones. Todo quedará teñido por lo electoral y cualquier yerro puede costar caro. Nadie le asegura que otra vez tendrá la venia de la jefa para poder presentarse. Todo indica que no. Que los sectores más duros del kirchnerismo no lo quisieron nunca, lo quieren ni lo querrán.
Sin mayoría parlamentaria, y con el frente interno, lo único que va a salvar a Alberto es la gestión. Si no hay una mejora económica notable, más allá de las declamaciones y los números de la economía grande, le será complicado repechar la cuesta. La ilusión oficial se encendió este verano con el récord de turistas en todo el país, y el efecto ‘derrame’ que esto tendrá en muchas otras actividades económicas. Pero las huellas de la pandemia todavía se sienten y la ausencia de un rumbo claro también. Alguno recordará que el mismo Presidente dijo que no era necesario un plan. Debe estar arrepentido de eso. Malo, bueno, regular, de izquierda o de derecha, no se puede andar a los barquinazos en economía. Hay algo peor que saber qué es lo que se va a hacer y es no saber qué se va a hacer. Tarde tal vez el Presidente parece haberse dado cuenta. No es mucho el tiempo que le queda, ni los pretextos para no hacerlo.
Insisto, puede que el principal heredero político de la dinastía Kirchner le haya hecho un favor, blanqueando definitivamente una situación evidente. Y que el dueño formal de la lapicera se sienta liberado para hacer lo quiere. Es que cuando el martillo baje, no distinguirá liderazgos y todos quedarán en condiciones de ser juzgados. Lo que Alberto no haga por él mismo nadie más lo hará. Ni los propios, ni los extraños. Tic tac, tic tac, tic tac.