AGENDA AMBIENTAL
Vuelven a denunciar que la CARU “esconde el resultado de los análisis de impacto ambiental de Botnia”
Organizaciones ambientalistas apuntan contra el ente binacional por no proporcionar información sobre el daño real que causa la pastera ubicada en Fray Bentos. Además, todos los estudios que se realizan al río para conocer su estado y un dato llamativo: después de las últimas crecidas, se comenzó a detectar una disminución en los niveles de oxígeno de las aguas.
El río Gualeguaychú y Uruguay marcan el pulso de la ciudad desde sus orígenes. Gracias a sus aguas nuestros antepasados eligieron estas tierras para habitar, y durante décadas marcó el movimiento comercial y político de toda la región e inclusive la provincia.
Con los años, aprendimos a convivir con él, con sus crecidas y sequías, y es una parte indisoluble de nuestra idiosincrasia local. Sin embargo, muchas veces nos olvidamos de cuidarlo, de tenerlo sano, de seguirle el paso a sus desventuras. Por esto mismo, en la actualidad se realizan una serie de estudios y monitoreos periódicos que permiten saber cómo se encuentra y qué podemos hacer para cuidarlo de manera más consciente.
Uno de las mayores concientizaciones que ha experimentado la sociedad de Gualeguaychú fue la instalación de la pastera Botnia (ahora llamada UPM) en las costas del vecino país Uruguay, más específicamente en la localidad de Fray Bentos, ciudad hermana a la nuestra.
Por esto mismo, Ahora ElDía habló con el médico Jorge García, integrante del Foro Ambiental Gualeguaychú, para conocer la activa labor de esta organización con respecto al cuidado del río. Se trata de una ONG constituida por ciudadanos independientes y representantes de buena parte de las instituciones intermedias de la ciudad, como el Colegio Médico, el Poder Judicial, la CODEGU o el Centro de Defensa Comercial.
García fue consultado, entre otras cosas, sobre el impacto ambiental que podría tener UPM (ex Botnia) en el río Gualeguaychú –dada su conexión con el Uruguay–, ante lo cual advirtió que “la CARU esconde totalmente el resultado de los análisis que se realizan periódicamente sobre la salida de los efluentes de Botnia”.
Y agregó: “No tenemos ningún tipo de información. La asamblea ambiental, que es el ente de lucha permanente con respecto al tema de Botnia, ya no sabe a quién realmente consultar, preguntar para ver dónde están los resultados que se hacen periódicamente a la empresa”.
Otra novedad que da cuenta del compromiso ambiental en la ciudad es que se comenzó a trabajar en la conformación de la Asociación para la Preservación y Desarrollo Sustentable de la Cuenca del río Gualeguaychú, una ONG de la que participan universidades, instituciones deportivas y educativas, el Centro de Defensa Comercial, funcionarios públicos, profesionales y ciudadanos independientes.
La asociación civil postula como objetivos el cuidado de la calidad de las aguas de la cuenca, la mitigación de las inundaciones, las obras de mantenimiento y conservación y la integración a la Comisión de la Cuenca del Río Uruguay.
Eduardo Rubel, uno de sus impulsores, explicó que las actividades de la organización “serán distribuidas en Secretarías: Jurídica, Económica, Turismo, Deportes, Educación y Cultura, Ambiente y Salud y Relaciones Institucionales”, aclarando que su compromiso “es absolutamente sin fines de lucro, y sin intenciones políticas partidistas”.
“Intentaremos interactuar con los funcionarios del Estado en una relación amigable, responsable y generosa, en la búsqueda de soluciones posibles”, manifestó.
“La realidad y el diagnóstico actual (del río Gualeguaychú) están condicionados por muchos factores desfavorables que necesariamente deben cambiar”, agregó.
Los controles y monitoreos que se realizan al río
Juliana Giménez y Florencia San Millán son integrantes del área técnica de la Dirección de Gestión Ambiental, quienes cada mes se ocupan de tomar muestras del río Gualeguaychú y sus afluentes para su posterior análisis en el Laboratorio de Investigación Ambiental de Obras Sanitarias.
El monitoreo y extracción de muestras se realiza sobre 10 puntos de nuestro río y sobre otros 13 de sus afluentes, ya sea en distintos arroyos y cañadas, tanto dentro y fuera del éjido de Gualeguaychú. Ambos controles –el del río y el de sus afluentes– son mensuales, pero cada uno se lleva a cabo en momentos diferentes del mes.
Estos estudios se enmarcan dentro de distintos parámetros: microbiológicos, fisicoquímicos, de metales pesados y de plaguicidas. Los que tienen que ver con los últimos dos no cuentan con la misma frecuencia que los primeros, sobre todo el de plaguicidas, que se realiza cada 4 meses (aproximadamente) debido a su alto costo y a que las muestras son enviadas a la provincia de Santa Fe para ser estudiadas.
Los parámetros microbiológicos son aquellos que dan indicios de contaminación orgánica –entre otros motivos– por residuos cloacales, determinando la presencia de coliformes totales, coliformes fecales y escherichia coli (la bacteria causante del Síndrome Urémico Hemolítico).
Por otra parte, durante la pretemporada y la temporada de verano, entre los meses de octubre y marzo, se realiza el Plan de Monitoreo de Zonas de Uso Recreativo en el que solamente se apunta al análisis de lo microbiológico, dado que busca detectar bacterias que podrían tener un impacto directo e inmediato en la salud humana.
“El informe de pretemporada nos dio óptimo y nos indicó que las zonas de uso recreativo estaban bien”, indicó Giménez, aclarando que siempre existe algún grado de desvío en los valores, ya que “el río es totalmente dinámico” y se ve influido por la actividad humana y las lluvias. “Nos hemos dado cuenta que después de que llueve, si hacemos la muestra dos días más tarde, que lo bacteriológico aumenta porque empieza el arrastre de agua de lluvia de los campos”, ejemplificó.
Respecto a los parámetros físico-químicos que se tienen en cuenta (como temperatura, conductividad, oxígeno disuelto, ph, entre otros), Giménez señaló que “a partir de las últimas crecidas del río comenzaron a detectar una disminución en los niveles de oxígeno de las aguas que les llamó la atención, principalmente en los arroyos. San Millán aclaró que si bien no podrían confirmar su causalidad, desde el evento de inundaciones notaron estos valores, que al día de hoy persisten por debajo de los mínimos ideales. Esto no representa un inconveniente para el uso del agua corriente que llega a las casas luego de ser potabilizada, sino que lo que más afecta es a la vida acuática, aunque al tener estos niveles no se alcanzó a registrar mortandad de peces”.
En lo relativo al estudio de metales pesados –que conforman una lista bastante extensa–, no detectaron nada llamativo en los últimos tiempos y comentaron que este análisis, que “no sale con tanta frecuencia”, se realiza a partir de un convenio entre la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER) y el Municipio, para el cual solo se procesan muestras del río y de la planta del Parque Industrial.
En cuanto a la detección de residuos de plaguicidas, las licenciadas en gestión ambiental explicaron que si bien no hay “plaguicidas cero” y “se detectan mínimas trazas residuales que quedan” por su uso en los campos, estas se encuentran dentro de los parámetros permitidos por la Ley N° 24.051 (Ley de Residuos Peligrosos). Dichos restos químicos fueron detectados más que nada en arroyos y en la zona previa al ingreso de las aguas en el ejido municipal, la cual se conoce como “punto blanco”; en esta última “a veces no hay nada y otras veces sí”.
“En la toma de agua, por ejemplo, también hay un punto de plaguicidas y tampoco hemos notado la presencia de los químicos, pero sí sucede en arroyos más rurales”, señaló Giménez. Un dato llamativo que comentaron ambas es que en una ocasión, hace ya varios años, advirtieron la presencia de endosulfán, un pesticida de uso prohibido.
Además de estos cuatro parámetros analizados, Giménez y San Millán también mencionaron que durante todo 2023 trabajaron junto al laboratorio de Indicadores Biológicos de Gestión Ambiental (IBGA) de la Universidad Autónoma de Entre Ríos (UADER) realizando cuatro muestreos, uno por cada estación del año, en los que se tomaron muestras de fitoplancton en agua superficial y muestras de sedimentos de río. “Con esas muestras ellos caracterizan las algas –o bacterias similares a las algas– de nuestro río. Recién ahora están finalizando el informe. De acuerdo a nuestros estudios físico-químicos que hacemos siempre, combinados con lo que ellos van encontrando, van a hacer un informe dónde diga que en el río Gualeguaychú, y durante un año, de acuerdo a las condiciones del verano y demás, se pudo ver que hay más presencia o no de determinadas algas o sí son autóctonas”, explicó San Millán.
La importancia de contar con este tipo de información tiene que ver con que, en palabras de Giménez, “las floraciones algales generan a veces tipos de enfermedades como dermatitis o gastroenteritis. Sin embargo, no siempre tienen cianobacterias, que son las que por ahí tienen las toxinas que pueden afectar a la salud. Este año no hubo floración algal, tal vez por la inundación y que no hubo tanta sequía”, coincidieron ambas profesionales.
Además de estos controles, los de rutina y los nuevos, que realiza la Dirección de Ambiente en nuestro río, sus encargadas técnicas también mencionaron su participación durante el año pasado en el Programa Ribereño organizado por la Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU). “Ellos nos brindaron instrumentos in situ para que nosotros hagamos pruebas en todos los puntos de aguas superficiales. Medimos ph, conductividad, oxígeno disuelto y transparencia en el lugar. Nosotros y 10 municipios más participamos de este programa”, señaló Giménez, aclarando que desconocen si este año continuará existiendo.