Vuelta inquietante de la tuberculosis
Se creía habitualmente que era una enfermedad del pasado, una de esas plagas superadas exitosamente por la humanidad, pero la tuberculosis hace estragos entre la población marginal de la Argentina.o
El dato es que esta enfermedad de los pulmones, cuyos síntomas más conocidos son la tos imparable y el escupir sangre, se cobra unas 1.000 vidas por año en el país. Y de acuerdo a las estadísticas, unos 11.000 casos nuevos se suman cada año.
En plena Capital Federal, donde se concentra gran parte de la riqueza del país, se ha registrado un rebrote inesperado del mal. Según el último estudio del Ministerio de Salud porteño, en la ciudad se sumaron 2.500 nuevos casos en 2008.
El fenómeno tiene explicación en la desigualdad social. Ocurre que las poblaciones más vulnerables a la tuberculosis son las que viven en la pobreza y la marginación.
Porque son estas poblaciones las que carecen de servicios básicos, alimentación adecuada e información, que conspiran contra un buen tratamiento y contribuyen a contagiar la infección.
En los últimos años Capital Federal ha venido sufriendo un proceso creciente de favelización, pese al boom económico. Se calcula que hay 21 villas de emergencia y asentamientos en los que viven unas 180 mil personas.
Antonio Sancineto, el coordinador de la Red de Tuberculosis del gobierno porteño, sostiene que las villas y los inmigrantes son los principales portadores del mal, y dice que su principal blanco son los niños y jóvenes.
“Los jóvenes de estos sectores vulnerables, con su problema con las drogas, agravan el panorama”, dijo al diario La Nación, al explicar que la mayoría de los chicos adictos de la calle tienen la enfermedad y la contagian.
Se calcula que un enfermo sin tratamiento infectará entre 5 y 10 personas por año. El cuadro social de abandono de la juventud y la niñez, en sectores marginales, es caldo de cultivo para la droga y para la expansión de la tuberculosis.
Con las terapias actuales el 90% de los enfermos de tuberculosis podría curarse, dicen los expertos. Pero para ello es esencial un compromiso del enfermo, la familia y el entorno, algo impensado donde el tejido social está roto y campea la exclusión.
En muchos países, como en la Argentina, se usa la vacuna BCG como parte de los programas de control de la tuberculosis, especialmente en niños, en el primer mes de vida, en el ingreso a la escuela y a los 16 años de edad.
La enfermedad además se previene mediante una vida sana e higiénica, identificando oportunamente a los enfermos y asegurando su curación para no contagiar a las personas.
Los sanitaristas recomiendan estos cuidados para los enfermos: deben taparse la boca al toser o estornudar; deben limpiar y ventilar la habitación donde duermen; deben lavar correctamente los utensilios que utilizan; y no se debe dejar a los niños jugar en el suelo, ya que suelen llevarse las manos a la boca y el enfermo al toser o hablar disemina gotitas de saliva infectadas con gérmenes.
La lucha contra la tuberculosis le debe mucho a las teorías de mítico investigador francés Luis Pasteur, gracias a cuyos descubrimientos, a mediados del siglo XIX, la medicina avanzó en la bacteriología.
De esta manera, el 24 de marzo de 1882, el alemán Roberto Koch anunció el descubrimiento del bacilo de la tuberculosis, una de las más antiguas plagas de la humanidad, haciéndose posible entonces su curación.
Pese a todos estos adelantos, la enfermedad parece volver, insidiosa, en países como la Argentina, donde la marginación social genera las condiciones para su potenciación.
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