OPINIÓN
Un Presidente sin sentido de la normalidad
Hace más de 30 años que trabajo y milito para lograr políticas públicas que promuevan la inclusión de personas con discapacidad. Pero por sobre todo, soy papá de Lucia, una joven de 34 años con Síndrome de Down, que es bachiller, trabajadora de la salud y que transita la vida de manera autónoma e independiente.
Ser padre o madre de una persona con alguna condición, en este caso discapacidad intelectual y Síndrome de Down en particular, significa que sus vidas tendrán un giro inesperado, incierto y desafiante mientras vivan.
Mucho a cambiado la historia para nosotros desde aquel 17 de mayo de 1989 cuando nació Lucía. Golpe, desazón, tristeza y tal como cuando se corta la energía eléctrica por la noche, quedamos totalmente a oscuras. Eran otros tiempos, otras épocas y otra tecnología (o a decir verdad, sin tecnología).
En ese contexto, la realidad es que había que arremangarse y ponerse a trabajar para saber cómo iba a ser su desarrollo, su salud, su educación, su vida en sociedad y su contexto. Sin profesionales adecuados, médicos sin preparación para recibir y contarle a su mamá que tipo de bebe había parido. Como sería su escolaridad y/o su inclusión.
En los ´90 formamos en todo el país el movimiento asociativo de padres, lo que nos permitió avanzar vertiginosamente en la crianza y la educación de nuestros hijos.
En la primera década de los 2000 aparece la Organización de Naciones Unidas (ONU) sobre los derechos de las personas con discapacidad. Herramienta fundamental para trabajar con la sociedad toda sobre la inclusión de todos los colectivos de personas con discapacidad: motora, sensitiva, visceral, ciegos y sordos, pero fundamentalmente poner en valor la discapacidad intelectual, relegada históricamente.
Muchas veces hablo de ver el vaso medio lleno o medio vacío. Prefiero verlo medio lleno y eso es lo que hemos logrado lo últimos treinta años, pero es importante saber todo lo que falta como sociedad, como dirigencia y como políticas de Estado, algo que es importante y, en muchos casos, alarmantes.
Hemos tenido que luchar los últimos años con personalidades de la política, el deporte o del general de la sociedad decir barbaridades usando a la discapacidad (o a la palabra mogólico) como moneda de cambio en burlas, bulling, discriminación, insultos y más.
Una de las monedas de cambios para esto es la palabra “mogólico” o usar imágenes de las personas con Síndrome de Down para insultar, denigrar o reírse de otros.
Nos pasó con muchos presidentes. En la gestión anterior con el presidente Alberto Fernández, y en la actualidad y “reincidiendo” con el presidente Javier Milei, quien utilizó la palabra “mogólico” para insultar, y recientemente la imagen del gobernador de Chubut Ignacio Torres, a quien de manera digital le manipularon la cara para que parezca alguien con Síndrome de Down con el objetivo de denigrarlo. Tremenda discriminación.
Al presidente Milei le resulta “natural” decir “mogólico”, o le resulta “normal”, porque tanto él como sus seguidores tienen distorsionado el concepto de “normalidad/anormalidad”.
Para el presidente Milei existen los “normales como él” o los anormales, y ahí entran las personas con Síndrome de Down, pero también las personas trans o las del colectivo LGTBQ+, entre otros.
El presidente Milei insulta, agrede, discrimina. ES intolerante, irrespetuoso y también perverso. Una muy mala persona. No entiendo realmente como se puede llegar a gobernar un país de esta manera, y lo digo sabiendo que los reproches por gestiones de anteriores gobiernos van a aparecer, pero estamos hablando de otra cosa, otro tipo de persona de los cuales sus calificativos son incalculables a lo largo y a lo ancho del país.
Como padres de personas con este tipo de condiciones repudiamos absolutamente este y cualquier otro tipo de insultos a todos los colectivos de personas con discapacidad.
Invitamos y requerimos que en todos los organismos estatales realicen capacitaciones para que aprendan un poco y puedan cumplir un cargo público con responsabilidad, y que la diversidad y el respeto hacia el otro también existen.
Espero, como espera todo el colectivo de familiares y personas con Síndrome de Down que el Presidente recapacite, se retracte y se disculpe públicamente, porque demás el ejemplo de odio y discriminación que les está dejando a los más jóvenes es patético, monstruoso y delirante.