VIRTUALIDAD VS REALIDAD
Un mundo sin redes sociales: ¿Volveríamos a ser más humanos?
Imaginate despertar un día y darte cuenta de que las redes sociales han desaparecido. No hay más WhatsApp, Instagram, X o TikTok. De golpe, el scroll infinito se detiene y con él, toda la avalancha de likes, comentarios y mensajes que nos mantienen conectados (o atrapados) a una pantalla. ¿Sería un alivio o un caos?
Muchos estudios han demostrado que el estar pegado y pendiente de la pantalla está vinculado a la ansiedad y la depresión, sobre todo en adolescentes. Un informe realizado por siete universidades en España reveló recientemente que alrededor de un millón y medio de jóvenes presentan problemas emocionales relacionados con su uso. Si las redes desaparecieran, tal vez muchos se sentirían más libres, sin la presión de compararse constantemente con vidas editadas y filtros de perfección. Pero no todo es tan simple. Para muchos, son un refugio, un lugar donde encuentran amigos, comunidades y apoyo emocional. Psicólogos advierten que prohibirlas por completo podría generar el efecto contrario, aumentando la sensación de aislamiento de quienes dependen de ellas para relacionarse.
El impacto no se quedaría sólo en lo personal. Zygmunt Bauman, uno de los sociólogos más influyentes del siglo XXI, describió las redes sociales como una “trampa” que da la ilusión de comunidad sin los desafíos de las relaciones reales. Quizás, sin ellas, empezaríamos a tener conversaciones más profundas y a valorar el contacto cara a cara.
Desde el punto de vista económico, su desaparición obligaría a muchas empresas y emprendedores a reinventarse. Actualmente, miles de negocios dependen de Instagram o TikTok para vender sus productos. Si esa vidriera virtual se esfumara, ¿volveríamos a los métodos tradicionales de publicidad o surgiría una nueva forma de conectar con los consumidores?
El periodismo también cambiaría drásticamente. Hoy, cualquiera puede enterarse de lo que pasa en el mundo con mirar su celular, pero también es cierto que las redes son una fábrica de desinformación. Sin ellas, los medios tradicionales recuperarían protagonismo, pero ¿perderíamos la diversidad de voces y la rapidez con la que circula la información?
Los movimientos sociales, que encontraron en las redes un megáfono para visibilizar causas y organizar protestas, tendrían que buscar otras estrategias. Sin plataformas digitales, los activistas dependerían más de los medios convencionales y las reuniones presenciales. ¿Sería más difícil generar impacto o se fortalecerían las acciones en el mundo real?
En lo laboral, las empresas que hoy usan redes para coordinar equipos y hacer networking tendrían que buscar alternativas. Quizás volveríamos a las reuniones cara a cara y a los llamados telefónicos, lo que para algunos podría ser una mejora en la calidad de la comunicación, pero para otros, una pérdida de agilidad y alcance global.
Y no podemos olvidar algo esencial: nuestra identidad digital. Hoy, gran parte de nuestra vida está en redes, desde recuerdos hasta logros profesionales. Sin ellas, tendríamos que redefinir cómo nos presentamos al mundo. Tal vez sería una oportunidad para que nos vean más por lo que hacemos en la vida real que por lo que publicamos en Internet.
La gran pregunta es: ¿Podrían realmente desaparecer o simplemente serían reemplazadas por algo nuevo? La necesidad humana de comunicarse y pertenecer siempre encontrará un camino. Quizás, en vez de preguntarnos si podemos vivir sin redes, deberíamos reflexionar sobre cómo usarlas sin perder nuestra humanidad en el proceso.