LA SELECCIÓN ARGENTINA DE PASARELLA
Un arquero que atajó con la 10, estadios sin agua caliente y la polémica lista: la bochornosa Copa América en 1997
Previo al Mundial de Francia, aquella Selección compuesta por mayoría de jugadores locales fue eliminada por Perú en cuartos de final.
La historia indica que desde que se implementó el formato de grupos de cuatro países en la Copa América, Argentina siempre avanzó a las rondas finales y nunca se despidió en primera fase. Sin embargo, por la instancia, calibre del rival y la serie de hechos desafortunados que vivió la Albiceleste durante del desarrollo del certamen, la de Bolivia 1997 fue seguramente la más deslucida actuación que se le recuerde a un conjunto nacional en el certamen continental en tiempos modernos.
“Esta es la selección argentina, no una selección alternativa. Cualquiera de estos jugadores puede estar en las Eliminatorias o la Copa del Mundo”, declaró Daniel Passarella, entrenador en aquel entonces, durante la competición. Pero las crónicas marcan que tres días antes del estreno frente a Ecuador por el Grupo A, su equipo había disputado la fecha 12 de las Eliminatorias camino al Mundial de Francia con 8 jugadores que militaban en el exterior y no formaron parte de la lista de la Copa América que se adjudicaría el Brasil de Ronaldo y Romário con suma comodidad.
Roberto Ayala (Napoli), José Chamot (Lazio), Matías Almeyda (Lazio), Roberto Sensini (Parma), Claudio López (Valencia), Diego Simeone (Atlético Madrid), Hernán Crespo (Parma) y Ariel Ortega (Valencia) fueron titulares en el 2-0 a favor ante Perú en el estadio Monumental (goles de Crespo y Simeone) que acomodó a Argentina en las Eliminatorias camino a Francia 98. Estos jugadores mencionados, a la Copa América, la vieron por TV.
Un episodio previo no puede ser pasado por alto a la hora de repasar esta historia. Dos meses antes, se había desatado un escándalo en el duelo entre Bolivia y Argentina por Eliminatorias, el día del famoso corte en la cara de Julio Cruz.
Hubo rispideces entre Argentina y Conmebol. Y Passarella, a modo de “reprimenda”, decidió presentar una selección local que le restó interés a la Copa. Pese a que algunos jugadores mostraban algo de fastidio y malestar por haber sido “degradados” de la Selección A, el plantel trabajó sin chistar. Sobre la marcha, las autoridades intentaron mudar la sede argentina a La Paz, ciudad que tiene más de mil metros de altura que Cochabamba. El Kaiser, públicamente negado a jugar partidos con estas condiciones climáticas, convocó a una reunión urgente en la que casi deciden pegar la vuelta a Buenos Aires.
Una fuente que convivió con el contingente celeste y blanco le contó a Infobae que parecía que “estaba todo armado para que Bolivia y Brasil llegaran a la final”. El camino quedó allanado para los brasileños, que eran los vigentes campeones mundiales (Estados Unidos 1994) y disputaron todos sus partidos (a excepción de la final en La Paz) en Santa Cruz de la Sierra, ciudad casi sin altura y de las más acaudaladas del altiplano.
Passarella citó a Marcelo Ojeda, por ese entonces arquero de Tenerife, ya que se rumoreaba que España quería nacionalizarlo. Lo incluyó en la alineación inicial en el segundo partido del grupo ante Chile en la que fue su única participación oficial con la Albiceleste. El pizarrón del técnico fue puro experimento: en el primer encuentro utilizó a Ignacio González y, en el tercero y cuarto, a Carlos Roa.
Un año después de la eliminación y el doping de Diego Maradona en el Mundial 94, el reemplazante del Coco Basile en el banco del seleccionado argentino conseguía el título en los Juegos Panamericanos con varios de los futbolistas que llevó a Bolivia. La guerra Maradona-Passarella continuaba y el joven DT aprovechó la Copa América para mojarle la oreja al Diez, con el que estaba enemistado.
La camiseta con el dorsal 10, tan valioso y característico de Diego, fue cedida a uno de los arqueros del plantel. ¿Cómo? Passarella armó la lista y repartió los números de acuerdo al orden alfabético. Entonces a Nacho González, guardameta que en ese tiempo pasó de Racing a Newell’s, le estamparon el 1 y el cero en el buzo violeta que venía usando en Eliminatorias. A su vez, el mediocampista de Vélez Christian Bassedas tuvo la 1 en la espalda y el delantero José Luis Calderón, la 4.
Alejandro Sabella, colaborador de Passarella, fue el primero en desembarcar en Cochabamba en un búnker albiceleste que carecía de los lujos de los hoteles en los que actualmente se aloja la Selección. La altura, cuentan los testigos, era insoportable. Los mareos y la falta de oxígeno se hacían evidentes al subir un par de pisos por escaleras. Américo Gallego y el profe Ricardo Pizzarotti viajaron después del duelo por Eliminatorias con Perú. Los campos de entrenamiento dejaban mucho que desear. “Eran unos baldíos impresentables”, los describieron con crudeza.
Para colmo, en la segunda práctica se lesionó -de manera insólita- uno de los posibles titulares: Roberto Monserrat. El mediocampista de River fue víctima de una de las típicas manteadas que los jugadores le propinan al compañero derrotado en algún juego con pelota durante la entrada en calor. Hubo palmadas en la cabeza, varios cachetazos en la espalda y algunas patadas en los glúteos. Por mala fortuna para el Diablo, alguien le dio con la punta del botín en el isquiotibial derecho y lo desgarró.
En una entrevista con este medio, Monserrat repasó su triste estadía en esa Copa: “No podía ni caminar y todavía no habíamos jugado. Passarella estaba peleado con Ramón Díaz y no me quería dejar ir a Buenos Aires para recuperarme. Encima, el lugar era muy feo, te ahogabas todo el tiempo por la altura y no había mucho para hacer. A lo sumo me podía juntar a tomar mates con el Flaco Pellegrino, el Pacha Cardozo y el Muñeco Gallardo”.El Diablo ubicó a la Copa América 97 como una de las peores cosas que le pasaron en el fútbol: “Borré de mi cabeza ese torneo, ni me acuerdo cómo salieron los partidos”. Para hacer pasar el tiempo, escuchó una y otra vez un CD de Grupo Green, banda de cumbia del momento. Su pesar fue tan grande que desterró sus sueños de estar en Francia 98 a la vuelta al país.
Las tareas estaban bien divididas en el cuerpo técnico. Sabella, el estudioso, tomaba nota de todos los detalles. Gallego, secuaz de Passarella, vigilaba que los futbolistas se alimentaran bien y hasta se paseaba por los pasillos de la concentración en la noche para pispear el interior de las habitaciones y así cerciorarse de que todos descansaran correctamente. Passarella hacía mucho hincapié en la parte anímica. El profe Pizzarotti tenía afinado al plantel en el aspecto físico y se implicaba en la unión de grupo. Eduardo Bongiovanni, jefe de prensa, hacía malabares con la logística para que la difícil estadía en Bolivia fuera lo más llevadera posible.
El 11 de junio de 1997, Argentina debutó en el estadio Félix Capriles con un empate sin goles frente a Ecuador. Passarella alistó a Nacho González (con la camiseta 10); Jorge Martínez, Pablo Rotchen, Mauricio Pellegrino, Raúl Cardozo; Gustavo Zapata, Claudio Husaín, Rodolfo Cardoso; Gustavo López, Julio Cruz y Marcelo Delgado.
“Es preferible manejar bien la pelota y llegar al arco contrario tocando. No se puede presionar”, argumentó en una de sus conferencias de prensa Passarella, aduciendo que la altura les jugaba en contra. El conjunto nacional mejoró su puntería frente a Chile y obtuvo su primer -y agónico- triunfo. Los autores de los tantos fueron Sergio Berti y Marcelo Gallardo.
En la tercera fecha, contra Paraguay, se jugó el pase a la siguiente ronda. Fue un partido trabado, durísimo. Argentina pudo ponerse en ventaja mediante una pena máxima ejecutada por Gallardo que se fue por arriba del travesaño. Minutos después quien no falló desde los 12 pasos fue José Luis Chilavert, que adelantó a los guaraníes. Sobre la hora, el árbitro uruguayo Jorge Nieves sancionó otra infracción adentro del área a favor de la Albiceleste y esta vez el Muñeco no perdonó. Fue 1-1 y segundo puesto en la zona, detrás de Ecuador. El empate obligó a la delegación a mudarse a Sucre.
El saldo fue positivo: el equipo terminó invicto, con dos empates y una victoria, y apenas un gol en contra. Pero la falta de figuras de renombre generaba poca expectativa en el público. El estadio Capriles de Cochabamba lucía prácticamente desierto (las concurrencias fueron de 17.000, 9.000 y 8.000 espectadores, respectivamente) y ni siquiera tenía agua caliente: los futbolistas tenían que volver al hotel con la indumentaria transpirada para ducharse.
Después de cuatro días de descanso, Argentina salió a jugar ante Perú, que tuvo un día menos para recuperarse pero no se movió de la capital boliviana. Passarella volvió a ensayar modificaciones sin encontrarle la vuelta a la impericia ofensiva. El Chelo Delgado y Julio Cruz transformaron en figura al arquero Miguel Miranda y los peruanos quebraron el cero a través del volante Eddy Carazas, que luego del torneo pasaría por Belgrano de Córdoba.
Passarella, evidentemente disconforme con lo que ofrecieron sus dirigidos en los primeros 45 minutos, realizó tres variantes en el entretiempo (en esa época el máximo era de tres). Adentro Jorge Martínez, Sergio Berti y el Cholo Martín Posse. “Si hubiera tenido un cuarto cambio, quizás lo hacía”, diría más tarde el DT.
Gallardo, manija del elenco argentino, dispuso de un nuevo penal pero no logró batir a Miranda. Para colmo, el lateral Martín Hidalgo (años después jugaría en Vélez y Colón) amplió para Perú y el equipo del Kaiser se convirtió en un manojo de nervios. A falta de 25 minutos para el final, el Muñeco se sacó la espina con otro penal, acortó la diferencia en el tanteador y fue a buscar la pelota al fondo del arco para trasladarla a la mitad de cancha y acelerar la reanudación. Miranda se la quitó y hubo un forecejeo que terminó con una amarilla para el peruano y otra para el enganche de River, que ya estaba amonestado. Eduardo Berizzo, por protestar, también vio la segunda tarjeta. Argentina estaba 1-2 en el tanteador, pero quedó 9 contra 11 en cancha.
(Federico Cristofanelli/Infobae).