RELATOS EN PRIMERA PERSONA
Tras las elecciones en Venezuela: el testimonio de cuatro migrantes que viven en la ciudad
Carlos, Lucila, Y. F. e Y. L. se fueron de su país en busca de una mejor calidad de vida y con el anhelo de trabajar para poder ayudar a sus familias. Al igual que el pueblo venezolano, ellos vivieron con mucha expectativa las elecciones en su nación. Esto los llevó a atravezar un aluvión de emociones tras los episodios de violencia e inestabilidad. Este es un retrato de sus vivencias, el camino que los trajo a la ciudad, los sentimientos que los embargan y la esperanza que no pierden.
La comunidad de venezolanos en Gualeguaychú es una de las más grandes de Entre Ríos. Ahora ElDía habló con cuatro migrantes que viven en la ciudad. A pesar de estar a miles de kilómetros de su país natal, tienen miedo de hablar por las represalias que puedan tomar contra sus familias. Por eso, dos de ellos prefirieron resguardar su identidad y todos eligieron no compartir sus fotos.
La situación económica y la inestabilidad política que vive hace años Venezuela, provocó que uno de ellos (Y. F.) comenzara a investigar países donde poder migrar y ejercer rápidamente su profesión como médico.
De entre todas las opciones, Argentina fue la que ofreció la homologación del título universitario de una forma más expeditiva, es por esto que hace dos años y medio desembarcó en el país.
Al principio, estuvo seis meses en Ciudad Autónoma de Buenos Aires, donde unos amigos le dieron alojamiento y lo ayudaron.
“Por necesidad de servicio de médico en Entre Ríos durante la pandemia, estaban haciendo solicitud de matrícula a médicos extranjeros con miras a hacer una convalidación y que tuviera la documentación en regla. Apliqué para un hospital de Entre Ríos, me hicieron una entrevista y me llegó el DNI y luego la matricula. Actualmente trabajo en Gualeguaychú, también lo hice en otros lugares de la provincia. Ya estoy homologado a nivel nacional”, refirió Y. F.
Antes del domingo 28 de julio, el médico cirujano experimentó lo que él denominó como “ansiedad electoral”, que lo acompañó durante toda la jornada democrática mientras desde las redes sociales se informaba sobre los resultados parciales que se iban comunicando. Según Y. F., cada vez que se cerró el conteo de una mesa, grabó un video con los resultados. Sin embargo, pasada la medianoche, el gobierno venezolano comunicó que Nicolás Maduro era nuevamente el Presidente electo.
Desde entonces, Venezuela está sumida en el caos: las estaciones de servicio están cerradas y los supermercados también.
“Es muy difícil comunicarme con mi familia porque se están quedando sin electricidad. Particularmente, lo que nos pasa a quienes estamos en otras partes es que sentimos angustia, intriga, miedo de que se repita la historia: se ven muchas amenazas si se quiere hacer una protesta. Estoy en el exterior y sé que la familia está expuesta a eso y me da miedo. A medida que pasa el tiempo, me siento más retraído o cohibido para hacer alguna publicación, emitir algún comentario, porque no sabemos si pueden usarlo en contra de nuestra familia. Tenemos insomnio, no podemos conciliar el sueño. Es bastante complicado para nosotros”, manifestó Y. F. sobre los sentimientos que lo embargan.
Carlos González también es médico y hace 4 años que llegó a Entre Ríos, específicamente a Concepción del Uruguay, donde vivía una prima. La idea original era emigrar a Chile, pero una complicación provocó que cambiara los planes.
Antes de irse, contó que ganaba solo 15 dólares por mes y que eso no le alcanzaba para sobrevivir. De hecho, gracias a su trabajo en Argentina, pudo comprar con un crédito una casa en Venezuela para su madre, donde espera volver algún día.
“Las elecciones eran la llave a una esperanza de que viniera un cambio de gobierno, era una esperanza que tenía, dije que si había cambio de gobierno, iba a esperar que el país se recuperara un poco de la crisis e iba a volver. Un poco se me apagó esa esperanza de poder volver a abrazar a mis padres y abuelos, de estar con los míos, de disfrutar esos momentos que hoy extraño y añoro, estar lejos es un duelo que vivimos siempre quienes migramos. Sacamos fuerzas de donde no tenemos para seguir en un ámbito que es nuevo, hace cuatro años cuando llegué tuve que adaptarme. Entonces, si este gobierno asume otros seis años más, voy a tener una vida hecha para cuando haya otra oportunidad de cambio. No creo que vuelva si esto no cambia”, manifestó.
Lucila Marín es odontóloga y todavía está esperando la validación de su título. Actualmente trabaja como asistente en un consultorio. Siente que el haber emigrado le sirvió para ser portavoz de lo que ocurre en su país.
“Nos sentimos anímicamente de luto, no solo desde el domingo, sino desde hace 24 años cuando llegó el régimen. Sin embargo, es increíble que ya no se trata de una masa de personas que piensan diferentes a otros, sino todo un país. Esta vez es diferente porque mundialmente se sabe. Fuera de mi país puedo expresar lo que pasa”, resaltó Lucila.
“Nosotros estamos viviendo una vez más lo que son elecciones fraudulentas, esto ya pasó años anteriores. Pero esta vez no estábamos solos, hay un estallido mundial. Venimos duelando muertes desde 2017. En estas muertes que pasaron recientemente había dos menores involucrados. Hay madres y hermanos llorando”, agregó emocionada.
Lucila participó de las manifestaciones en 2017, donde también fue reprimida. Circunstancia que la llevó a dejar su país junto con su hermana. Conoció Gualeguay-chú dos años después, luego de un viaje y decidió mudarse. Según ella, la hace recordar a su casa.
“Gualeguaychú me acobija porque me lo demuestra con cada persona que me rodea, cada uno de mis amigos, son mis hermanos, la familia que tengo aquí. Hace uno días, estaba hablando con un amigo en la costanera y me dijo unas palabras muy sabias: ‘Tengo fe en la humanidad’. Para mí eso fue un montón, porque el único escudo que tiene el venezolano es la bandera con la que se tapan el rostro porque si no los desaparecen”.
Lucila expresó que siente que vivió dos vidas: una, la que dejó en Venezuela y otra, la que tiene en Gualeguaychú. De hecho, relató que sus amigos le hacen notar que hay muchas cosas que ella pasó que todavía no se anima a contar. En esta dirección, la odontóloga se sinceró y expresó: “Siento que es una cajita que tengo dentro mío y que no quiero abrir porque si no me destruiría”.
Exiliada política
Y. L. ingresó al país como exiliada política, luego de caminar durante siete días. Primero llegó a San Pablo, Brasil, donde tomó un avión hasta Rosario y, desde allí un micro a Gualeguaychú, donde la esperó un amigo.
“Me vine en 2019 buscando asilo político, comenté que era docente, que había estado en las movilizaciones y me habían amenazado. No puedo regresar hasta que Maduro deje de estar en el Poder. Me fui de Venezuela un lunes y llegué a la semana siguiente a Gualeguaychú”, narró Y. L. sobre su llegada a territorio entrerriano.
Antes de decidir migrar, describió que vivió la escases en primera persona: “Muchas veces pasábamos la madrugada con un sello en la mano y no llegábamos a comprar comida. Con el paso del tiempo me di cuenta de que la situación no iba a cambiar. Mi abuela falleció por falta de insumos médicos, no había luz en el ascensor del hospital y tenía que subirla dos pisos en andas”.
Desde el domingo, al igual que sus compatriotas viven en un torbellino de emociones: “Los que estamos aquí es como que vivimos en dos mundos. El venezolano ahora está lleno de ansiedad, a cada rato revisamos el teléfono. A mí me mataron un primo hace tres días en una manifestación, falleció en los brazos de mi tía. Los venezolanos ya nos cansamos y queremos un cambio”.
Actualmente, tiene un emprendimiento gastronómico de cómida venezolana. Pero desde que llegó al país tuvo varios trabajos sin embargo, no volvió a ejercer su profesión.
Estos cuatro testimonios grafícan lo que unos 50 venezolanos residentes en Gualeguaychú viven a diario. Cada uno con sus motivos, sus broncas, sus enojos y sus esperanzas, ven cómo los hechos que se desarrollan en la otra punta del continente los siguen afectado. Un dolor que deriva en saber que por falta de trabajo o por presiones políticas, ninguno puede estar en su tierra.