"Tokio", la última tintorería que quedaba, cerró definitivamente sus puertas

Juan Arakaki habló con ElDía de la tintorería, el rol que cumplía, el pasado de sus abuelos y de sus padres que llegaron desde Japón a la Argentina en búsqueda de mejores horizontes. No le resultó fácil referirse a un comercio familiar que trabajó 8 décadas en la ciudad. “El cierre era previsible porque la limpieza en las tintorerías en los tiempos que corren han cumplido con su ciclo, especialmente en las viejas como la nuestra”, expresó, y agregó que "en todo el país las tintorerías más antiguas han cerrado”. Señaló que son "una especie en extinción, además la gente cada vez nos necesitaba menos, siendo la pandemia la estocada final con la suspensión de fiestas, casamientos reducidos, suspensión de colaciones de grado. Fue el golpe de gracia, teniendo en cuenta que se trabajaba con ese tipo de prenda, por lo que el cierre fue un poco antes de lo previsto”, comentó. Juan recordó que la tintorería trabajó por “unos 80 años en la ciudad" y que él estuvo allí "en la mayor parte de su actividad comercial", por lo que "ya era tiempo de tomarme el descanso que toda persona merece”. Su abuelo (Suhi) y padre (Sushiro) llegaron al país antes de la guerra Chino-Japonesa (1937-1945) y la segunda guerra mundial (1939-1945); mientras que su madre (Humiko) lo hizo después de finalizar la contienda bélica con “toda la tristeza que provoca haber vivido una guerra en la Isla de Okinawa (Japón) escenario de feroces combates y masacres de civiles”. Acotó que toda la familia (paterna y materna) son originarios de Okinawa y “nunca quisieron hablar de su patria chica por los recuerdos y las marcas a fuego que dejó la guerra”. La tintorería tenía diez años cuando la familia Arakaki se hizo cargo el 1 de octubre de 1948. Una vez instalados en Argentina y con la tintorería en marcha “como a los vecinos y clientes se les complicaba decir el nombre de mis padres en japonés, fueron rebautizados con nombres más familiares como 'Juan' a mi padre y 'Doña María' a mi madre”, recordó Arakaki. Además, el gualegaychuense detalló que cuando nació lo inscribieron con el nombre de Juan, porque en “aquellos años en el Registro Civil estaba prohibido inscribir con nombres extranjeros”. Su familia se completa con José Víctor; abogado que hizo carrera en el poder judicial llegando a juez; completándose la familia con Margarita que ejerció la carrera docente. Como a los vecinos y clientes se les complicaba decir el nombre de mis padres en japonés, fueron rebautizados con nombres más familiares como 'Juan' a mi padre y 'Doña María' a mi madre Recordó que sus padres “volvieron a Japón para reencontrarse con sus familiares, contarles cómo estaban en la Argentina y regresaron a nuestro país. Fue como un reencuentro y despedida. Cerrar el libro como se dice habitualmente, quedando atrás su etapa en la nación donde nacieron y se educaron. Aquí se dedicaron a trabajar, criar y educar a sus hijos”. Juan no quiso estudiar y tomó la opción de seguir el camino de sus mayores en la tintorería. Detalló que “los japoneses que llegaban a la Argentina tenían dos destinos. Uno era el de ser tintorero, y el otro dedicarse a la floricultura. Cada inmigrante se contactaba con otro que había llegado con antelación. Es así que la mayoría de los tintoreros son parientes, pasando lo mismo con los floricultores”. Consultado por la forma en la que trabajan en la tintorería señaló que "lo hacían por un sistema que se importó desde Estados Unidos, con máquinas, como las que teníamos nosotros, llegadas del país del norte.” Contó que la tarea que realizaban era la de “limpieza y planchado de prendas más delicadas, donde la limpieza que se hacía era a seco, con solventes especiales que provocaba que la ropa quedara impecable", y añadió que la “terminación del trabajo era fundamental con la plancha prensa a vapor que daba a la ropa una presentación de casi a nuevo”. Esa- afirma- era la “gran diferencia con las planchas comunes y con las tintorerías más nuevas que no tienen la misma presentación que las originales”. "La modernidad ha provocado que lleguen tintorerías ecológicas en lo que considero es algo distinto, con una buena limpieza, pero sin la terminación anteriormente mencionada”, opinó. El entrevistado recordó que se trabajaba “con todo tipo de ropa, tales como prenda de salir y de trabajo. No nos olvidemos que hasta hace un tiempo un profesor que dictaba clases concurría a las aulas de saco y corbata, lo mismo autoridades de diferentes estamentos, como el Intendente, el Jefe de Policía cuando vestía de civil, los Jueces todos andaban de traje o saco y corbata al menos, algo que se fue perdiendo con el correr del tiempo. Hoy la modernidad es más sencilla y práctica que en décadas pasadas”, afirmó. La gente que trabajó en la tintorería generalmente se trató de "jóvenes que aprendían el oficio y luego buscaban hacerse de algo propio". "El cambio en la indumentaria se hizo visible con la llegada de prendas importadas, de plástico como las denomino, las sintéticas que se metían en el lavarropas, centrifugaban, secaban y luego las descolgabas de la cuerda y te la ponías en las décadas de los 80 y 90”, detalló. Sobre la gente que trabajó en el comercio, contó que generalmente “se trataba de jóvenes que aprendían el oficio y luego buscaban hacerse de algo propio, salvo el caso de Mondragón que estuvo poco más de 30 años en la tintorería”. El respeto a los mayores Recordó a su padre como un hombre que se preocupó por la educación de sus hijos “tomando el modelo japonés en donde la persona más pobre es instruida, siendo la educación y la disciplina, el modelo del Milagro Japonés”. "El respeto a los mayores en la cultura oriental es ancestral y se mantiene hasta nuestros días”, concluyó.