Todos se orejean las cartas pero nadie se anima a cantar envido
La paz y amor se acabó hace rato, quizás el día que María Eugenia Vidal resolvió enfrentar a los sindicatos docentes. Como en la política, la pulseada que se libra allí tendrá impacto en todo el país. Y no será sólo en el ámbito educativo. Su influencia se irradia hacia todos los sectores.Jorge Barroetaveña Después de tanto zamarreo el gobierno parece dispuesto a dar batalla. Después de semanas de cacheteo, buena parte del gabinete y sus satélites, salieron a respaldar la gestión y denunciar que el peronismo viene, otra vez, con el cuchillo abajo del poncho. Nadie sabe bien si se trata de algo armado en serio, de la misma dinámica de los conflictos o del karma que persigue a todo gobierno que no es peronista sobre sus posibilidades reales de gobernabilidad.Lo cierto es que el caos piquetero inundó el país la semana pasada. Los porteños, inflamados, traspolaron su realidad a todo el país, que de pronto se convirtió en un gran piquete. El gobierno no tiene resuelto el tema. Fue la Ministra Bullrich la que lo dijo con claridad: "si no actuamos es un caos pero si intervenimos que no nos acusen de reprimir. Hay que ponerse de acuerdo", espetó. Es probable que se lo haya dicho a ella misma y los integrantes de su propio gobierno, entre los que no hay acuerdo sobre el tema. La Nación presiona a la Ciudad para que actúe, pero Rodríguez Larreta no está convencido. A todos los corre el fantasma de las muertes violentas, como si no hubiera caminos intermedios entre cortar una calle y evitarlo o si sólo a los tiros se pudiera resolver el problema. En el fondo, ni Larreta ni Bullrich confían demasiado en las fuerzas que tienen a cargo y en su capacidad y profesionalismo para enfrentar una protesta callejera. Pero la inacción también se paga.Desde la política, Cambiemos enfrenta otro dilema. Los que protestan no votaron ni votarán a un gobierno de Macri. Los que se comen la protesta, perdiendo horas para llegar a sus laburos, forman parte de la base electoral que le dio el triunfo a Cambiemos. Esta paradoja se da en otros aspectos de la realidad política.La presión impositiva que se derrama sobre la clase media, sigue siendo insoportable. En esta amplia franja entran desde asalariados hasta comerciantes. Y es lo que nutrió las fauces que llevaron a Macri a la Rosada. Del "quiero ver presa a Cristina", a "terminen con los piquetes", son frases que resumen aquel mandato. La calle, al cabo, le sienta incómoda al oficialismo y no sabe cómo manejarla. No son pocos los que recuerdan la vieja anécdota de Néstor Kirchner cuando, un atribulado Felipe Solá, le preguntó qué hacía con los piquetes que lo tenían cansado. "Fácil, compralos...", fue la lacónica y práctica respuesta del ex presidente. Kirchner era conciente de lo que significaba el control de la calle y tuvo en los piqueteros y Moyano dos aliados claves.De a poco, las consignas del 2015 empiezan a instalarse de nuevo. ¿Qué pesará más a la hora de votar? ¿Las cuestiones económicas, las políticas? ¿Hasta dónde los escándalos judiciales de Cristina Kirchner la terminarán perjudicando? ¿Será finalmente candidata? ¿Será posible imaginar una contienda inédita e histórica entre ella y Elisa Carrió?¿Se animará Florencio Randazzo a enfrentar a la ex presidenta en la interna peronista? ¿Serán ciertos los rumores que sitúan al ex ministro cerca de Sergio Massa?La estrategia del 2015 que buenos frutos le rindió a Macri, encierra otros riesgos ahora. La gestión, el desgaste que implica, los errores y los desencantos. Todos estos ítems no existían hace dos años, y ahora adquieren una dimensión significativa.No son pocos los que piensan que la estrategia de polarizar con Cristina debería ser replanteada. Más tratándose de legislativas en las que el voto suele ser más volátil y la gente se toma más libertades a la hora de premiar o castigar. En el 2015, no sólo se definían los cargos legislativos, estaba la posibilidad de una segunda vuelta que traería una polarización de hecho.Hoy, el mensaje implícito, podría terminar orientando todo el voto castigo o bronca, hacia una sola vía. No importa que se llame Cristina Kirchner. En el debate se filtran las encuestas que hablan del piso alto y el techo bajo que persigue a la ex mandataria, desde que se fue del poder. Cuánta mella hicieron en su imagen las investigaciones por corrupción no se sabe, pero el caudal de votos que tiene podría alcanzarle para ganar la elección en Buenos Aires. Otro escenario se abriría en ese caso.Los ultra sostienen que, en ese escenario, el peronismo volverá a caer rendido a los pies de Cristina y no habrá posibilidades para otras alternativas. Los críticos creen que será el principio de la derrota en 2019 porque la sola presencia de la ex mandataria actuará a modo de 'tapón' para la renovación peronista. Quizás demasiados interrogantes para pocas certezas hoy, porque nadie sabe qué hará finalmente Cristina y hasta dónde la afectarán las varias causas penales que tiene pendientes.Por eso en la otra vereda deshojan la margarita. Es probable que, a esta altura, todos cometan un exceso de 'tacticismo', ese pecado del que suele acusarse a Sergio Massa.¿Por qué? Las motivaciones a la hora de votar son infinitas y no necesariamente dependen de los candidatos. Es obvio que una buena imagen influye pero a veces el deseo de castigar o premiar puede más que cualquier especulación previa.
ESTE CONTENIDO COMPLETO ES SOLO PARA SUSCRIPTORES
ACCEDÉ A ÉSTE Y A TODOS LOS CONTENIDOS EXCLUSIVOSSuscribite y empezá a disfrutar de todos los beneficios
Este contenido no está abierto a comentarios