EMOCIONANTE HISTORIA DE VIDA
Tiene Asperger, atravesó momentos muy dolorosos y logró salir adelante: “Nadie me entendía y no sabía por qué”
Vanesa es una gualeguaychuense que no miente, que no concibe la maldad y que sufrió ser incomprendida gran parte de su vida. El año pasado, luego de un largo peregrinar entre distintos diagnósticos de depresión y tratamientos poco efectivos, supo que tenía Asperger y eso “fue un alivio”. En su juventud superó dos intentos de suicidio y también afrontó la dolorosa pérdida de un hijo de 5 años. Con una enorme entereza, es profesora de nivel inicial y mamá de dos nenas.
El 18 de febrero fue el día internacional del Asperger, una condición englobada dentro del espectro autista, y que merece una mayor difusión para incluir a los cientos de personas que lo tienen y que son incomprendidas, primero que nada por sí mismos, y luego por el resto de la sociedad.
La historia de Vanesa, de 45 años, sirve perfectamente para ello, además de dar cuenta de una enorme capacidad de superación y resiliencia. “Hace un año me diagnosticaron, vengo desde la infancia con diferentes episodios, no me sentía muy bien en cuanto a la sociabilidad, las mujeres podemos camuflar los síntomas, solemos adaptarnos al entorno en el que estamos, generalmente tratamos de seguir al resto y encajar. Me pasó en la primaria que yo seguía al montón, más allá de que por ahí no me sentía contenta, buscaba siempre imitar al resto”, comenzó relatando la protagonista a Ahora ElDía.
“Desde los 12 años que tuve diferentes episodios, desmayos, hasta llegué a tener convulsiones y crisis de angustia, siempre me llevaban a la guardia y me decían que eran ataques de pánico, ansiedad, también me diagnosticaron depresión, llegaron a internarme en Sala 6, pero siempre era medicación y a casa, nunca nadie llegó a leer mi historia clínica porque cuando me da el diagnóstico mi psiquiatra y pide la historia clínica lo primero que dice es que no hace contacto visual y diferentes cualidades que son habituales en el autismo, así que me hice el estudio que se llama A2.Yo sentía que nadie me entendía, me sentía diferente y no entendía por qué”, sentenció.
Sobre estos episodios, describió que “generalmente llegaba a casa después de la escuela muy cansada. Entiendo todo muy literal y al sarcasmo no lo entiendo. Me fui dando cuenta que si decía ‘No lo entiendo’ iba a quedar como una rara, entonces trataba siempre de ver que hacía el otro y copiarlo. No me gustaba juntarme con chicos de mi edad, siempre con gente más grande porque eran más interesantes las conversaciones. Me gusta mucho la lectura, no me gustaban los juegos de los demás, ni tampoco salir… mi casa es mi lugar seguro”.
También recordó que “en cuento a relación de pareja me costaba mucho, porque ante un desacuerdo me angustiaba mucho y no entendía por qué. Mi sensibilidad es muy extrema y me angustio mucho porque no pueden entenderme, pero es porque mi cerebro actúa de manera diferente. Me afecta mucho, sobre todo si estoy cansada, y eso desencadena en una crisis, generalmente de angustia, llanto, y hago algo que ni siquiera entiendo, como salir a la calle”.
“Para mí el peligro no existe, todas las personas son buenas. Siempre le veo lo bueno a todo, eso me ha costado muchísimo, me ha llevado a dar mi confianza, pero bueno no es así y me cuesta mucho entenderlo. Me pasa también que quiero solucionarle la vida a todos, una amistad o compañera me cuenta que le pasa algo malo y yo me lo hago mío, me pongo mal por esa persona, me ha costado entender que hay problemas que no son míos, pero me angustia si una persona está mal”, contó la gualeguaychuense.
“Estoy yendo a psiquiatra y a psicólogo, aprendí mucho de mí, a aceptarme, a aceptar el diagnóstico, que hay una condición que me hace ser diferente y eso no es algo malo, estuve 40 años sin el diagnóstico y fui superando muchos obstáculos”, reflexionó.
Vanesa contó que “algo que me ayuda mucho cuando tengo una crisis es el piso, siento que es el lugar más seguro, me pasó para las fiestas, porque tengo hipersensibilidad auditiva, los ruidos hacen que tenga que buscar los reductores de sonidos porque sino me hacen entrar en crisis, ese sonido me duele, es como si estuviera adentro de mi cabeza y necesito que se vaya, lo que hago a veces es ponerme música tranquila, imágenes del espacio, mi hija de 11 años tiene una pizarra y me dibuja y me cuenta una historia, y eso me saca de la realidad, siempre tiene que ser algo conocido, porque otra de las cosas que me causan mucha angustia es la no anticipación, necesito que me anticipen todo, si hay algo que me cambiaste de lugar yo no voy a estar bien hasta que vuelva a estar como estaba, la falta de rutina me ocasiona muchas crisis. Es re difícil, yo me pongo en el lugar del otro, pero también quiero que el otro se ponga en mi lugar. Me pasa con mi pareja, por ejemplo el me prepara el café todos los días, y si un día no me lo preparó para mí ya es un caos”.
“Hoy en día con la medicación también estoy muy bien, el diagnóstico me alivió”, resumió.
Los momentos más duros de su vida
“Yo en el transcurso de mi infancia a mis 30 años tuve dos intentos de suicidio. Sentía que no encajaba, que todo el tiempo me hacían sentir que estaba mal. Por decirte una idea tonta, mis amigas salían a bailar y yo no quería, y decirles que no, o no ir a cumpleaños… montones de amigas me decían que no podía faltar, y no me siento bien aún hoy cuando hay mucha gente, eso me dolió mucho, porque yo me angustiaba por días o semanas, me acostaba y no quería hacer nada porque sentía que nada valía la pena”, confió Vanesa.
“Aun hoy no se sabe mucho, estamos tratando de visibilizar el autismo, sigue habiendo muchos mitos, mucha gente se entera y me dice ‘Ah no parecés’, pero lo soy y hay palabras que dice la gente que no se da cuenta lo que causa. Siento mucho cansancio, y si no me recupero bien las crisis son más continuas, cualquier cosa me detona. Si se respeta mi tiempo logro una estabilidad”, comentó.
Por otra parte, Vanesa afrontó lo más difícil para una mamá, que es perder un hijo. “Gonza hoy tendría 20 años, falleció a los 5 de una cardiopatía congénita. Fue difícil… lo hablé con mi psicóloga hace poquito y creo que esta condición que tengo por un lado ayuda, porque muchas veces me olvido de las cosas. Con Gonza me pasó que sentí mucha culpa, es algo muy triste y angustiante, tuve que pasar por eso y de a poco fui entendiendo que tengo otro hijo que recuerdo con mucho amor y aprendía convivir con ese dolor de ya no verlo más. Tenía mucho amor para dar y su partida fue uno de los motivos por el cual me decidí a estudiar nivel inicial”.
Su vocación y el vínculo con sus hijas
Vanesa es profesora de nivel inicial, y aseguró que “a mí me ayudó mucho trabajar con niños, siento que son los más puros y transparentes y no me están juzgando si hago esto o aquello. Ha sido lo mejor, estudié enfermería y otras carreras pero no, todo me llevó al lugar donde debería estar”, comentó la docente que se desempeña actualmente en un jardín maternal municipal.
Consultada acerca de qué le diría a chicos o adolescentes que pueden estar atravesando situaciones similares a las que le tocó vivir a ella, expresó que “uno se conoce, muchas veces le tenemos miedo al diagnóstico, pero cuando sientan que algo no está bien en ellos, en cuanto a sus pensamientos (neurodivergencia), sepan que no está mal ser diferente. Cuando di mi primera charla en el grupo de Padres TGD TEA hubo muchísimas mamás que me dijeron ‘contaste mi historia’, y que por ahí muchas no se hicieron los estudios, pero debe haber muchísimas personas sin diagnóstico, pero no tengan miedo porque alivia muchísimo”.
Sobre el entorno de las personas con Asperger, Vanesa marcó que aun hoy la gente no se informa, no pregunta, saca conclusiones y juzga, y eso es lo que hace daño. Una persona que tiene Asperger o cualquier condición no visible, no hace las cosas ni por maldad ni porque quiera, sino porque somos así, diferentes. Antes le teníamos miedo a esa palabra porque quedábamos excluidos, eso es lo más difícil, que la sociedad se adapte a lo diferente, no todos tenemos que tener un régimen de ser, hay diversidad. Hay que ponerse en los zapatos del otro, empezar a visibilizar más que hay cada vez un abanico más amplio de personas y que hay que tener empatía”.
Acerca del vínculo con sus hijas, Vanesa contó que “con Sofi, de 19 años, ha sido muy difícil, su adolescencia sobre todo, porque con los niños me encanta, pero en la adolescencia empieza la rebeldía, y esos pequeños problemas y el sentirme culpable cuando le ponía un límite fue catastrófico, tuve crisis y trataba de esconderlas, no quería que ella me viera mal. Con Sara, de 11 años, que es más chiquita y vivió siempre mis crisis y demás para ella es más natural, sabe que mamá pasa por ciertas cosas y que después sigue siendo la misma mamá”, concluyó.