SALUD | LA RESPONSABILIDAD ES COMUNITARIA
Suicidio adolescente: “No hay una sola causa, lo que existe es una multiplicidad de factores”
Profesionales del Hospital Centenario abordaron el tema, en el marco de la Mesa de Salud Mental y Consumo Problemático, promovida por la Sedronar. La ruptura del tejido social y familiar, el aumento de la pobreza, los vínculos violentos y la falta de espacios de escucha son sólo algunos de los factores que agudizan una problemática por demás compleja.
Por Luciano Peralta
El 12 de abril tuvo lugar, en el Espacio Inka, la Mesa de Salud Mental y Consumo Problemático, promovida por el Dispositivo Territorial Comunitario (DTC) local de la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación Argentina (Sedronar). “Hablemos de suicidio”, se propuso, y la convocatoria fue tan importante que no alcanzaron la cantidad de sillas disponibles en el salón de Juan José Franco 654 y muchas de las concurrentes (en su gran mayoría mujeres, aunque hubo algunos varones también) debieron sentarse en el piso.
La cantidad de personas interesadas en construir herramientas para abordar el suicidio en Gualeguaychú marca, en cierta manera, la dimensión del problema. El hecho de que, además de trabajadoras y trabajadores de la salud y la educación, se haya convocado un buen número de personas que no necesariamente, ni directamente, trabajan con el tema, es otro factor que da cuenta de la crítica situación.
Nerina Ross y Ana Claret participaron de dicha instancia y, días después, accedieron a ser parte de esta nota. Ross es trabajadora social, parte del área de Salud Materno-infantil del Hospital Centenario y directora del Comité de Docencia e Investigación, que funciona hace tres años en la institución. Por su parte, Claret es licenciada en Psicología e instructora de la Residencia Interdisciplinaria de Salud Mental que funciona en el nosocomio de la ciudad.
Un relevamiento interno que se hizo desde el Hospital durante 20 días dio resultados preocupantes: de 38 personas que ingresaron a la guardia de Salud Mental (20 mujeres y 18 varones), 19 fueron por intento de suicidio y seis de ellas de entre 18 y 20 años. Aunque la estadística no es oficial, funciona como termómetro y ayuda a fortalecer las herramientas que las áreas intervinientes tienen a disposición.
“La percepción de los equipos de salud tiene que ver con el aumento de la demanda desde que empezaron a levantare los aislamientos propios de la pandemia, tanto en guardias, como en internaciones y en consultorios externos. Actualmente, se llega en situaciones más desbordantes”, dice Claret.
“Es una sensación sustentada en el trabajo cotidiano del día a día”, refuerza su compañera. Y sostiene que “lo que surge o se mediatiza son, tal vez, algunos casos muy extremos, pero en realidad hay una permanente mirada y presencia sobre este tema en la sala, en lo cotidiano”.
“Hemos tenido un caso de 7 años, pero entre los 10 y los 13 años se empiezan a dar situaciones donde es común ver niños que vienen con ingesta medicamentosa (psicofármacos, antibióticos y “cualquier cosa que haya en la casa”), pero cuando se les hace el examen físico te das cuenta que tienen autolesiones, entonces lo que hacemos es empezar a mirar desde cero su historia clínica para construir otro tipo de intervención. Se hace una lectura, desde lo social y desde salud mental, para ver cómo acompañar la situación. Lo que quiero decir es que, en general, hay alertas que son anteriores”, aporta Ross.
“El tema de las autolesiones no es un problema de salud -continúa-, es un problema psicosocial, que tiene que ver con cada subjetividad y que tiene que tener ciertas condiciones previas para que aparezca. Digo esto para desmitificar esto del contagio: no es una cuestión que se contagia. Ese sería un abordaje biologicista, pero si lo corremos de ahí, debemos involucrar a un montón de instituciones de la comunidad y debemos enfocarnos a la construcción del lazo social roto”.
En este sentido, la directora del Comité de Docencia e Investigación del nosocomio remarcó los “muy buenos resultados” que viene dando la nueva dinámica respecto al rol de las trabajadoras sociales, quienes, ahora, se desempeñan dentro de grandes áreas para estar más en contacto con los equipos interdisciplinarios y el equipo médico. “Es una experiencia piloto, única en la provincia, que trata de garantizar dos cosas fundamentales: la accesibilidad al sistema de salud y el seguimiento y continuidad de las prestaciones”.
El abordaje integral resulta fundamental en estos casos. “Cuando recibimos un chico con autolesiones o intento de suicidio, generalmente empiezan a aparecer otras cosas: un entorno familiar con situaciones de conflicto, problemas de comportamiento en la escuela o la familia te cuenta que le hacen bullying o tiene problemas aprendizaje. Nunca hay una sola causa, esto es importante, es una interrelación de factores y condicionantes que hacen que sea complejo el abordaje de la situación”
“Lo comunitario también tiene mucho que ver”, aporta Claret y se corre de la mirada meramente médica. “Esto sucede cuando hay un niño que es segregado en su barrio, en la escuela, a veces pasa que los mismos padres fomentan la segregación, entendiendo que hay víctimas y victimarios. Vivimos en una sociedad en la que se ha acrecentado la segregación social”. Y, si bien “no se puede asociar (el suicidio) a un solo factor, ni a un diagnóstico psicopatológico, sí es cierto que los lazos sociales fragmentados no promueven vínculos saludables, no promueven una vida saludable, por lo tanto, los factores de exclusión son mayores”.
“No hay una sola causa, no es una cuestión de causa efecto, como podría pasar con otras patologías (tal virus se asocia con tal patología), lo que hay es una multiplicidad de factores que, en la singularidad de cada persona, generan condiciones de producción de ciertos sufrimientos”, agrega Ross. Y continúa: “Lo voy a poner en un ejemplo bien claro para entenderlo mejor: mis hijas forman parte de una comunidad escolar violenta, pero me tienen a mí para poder charlar de eso, entonces yo contengo, escucho, propongo soluciones o pautas, si considero que hay que informar a la escuela lo hago. Y, además, mis hijas tienen necesidades básicas satisfechas y no tienen problemas vinculares dentro del grupo familiar. No es la misma la situación del niño que tiene a sus padres con un vínculo cruzado por la violencia o que el padre se borró y la madre anda, como puede, tratando de satisfacer sus necesidades; y, a parte de eso, se junta que tiene problemas vinculares con sus pares en la escuela o en el club. Esa situación se agudiza si el chico no tiene un lugar en el que se habilite la palabra, a donde pueda decir todo lo que le está pasando, y encima es pobre y no puede hacer otras actividades donde encontrar una salida comunitaria. Y, para colmo, la alternativa que se le ofrece en tu entorno familiar es quedarse todo el día en su casa con el celular. Ese combo de cosas hace que ese chico se sienta caído de la red de contención”.
“Hay un refrán africano que a mí me encanta -continúa-, que dice ‘se necesita todo un pueblo para criar a un niño’. Me parece que es una idea potente, porque ¿a quién le corresponde esa crianza? En principio, al grupo familiar primario, pero luego a todas las instituciones que son parte del desarrollo de ese niño”. Y, en ese sentido, “hay cosas muy simples que se pueden hacer, como generar espacios de escucha, apagar el celular en casa, apagar la tele, charlar con tus hijos, preguntarles como les fue en le escuela, si tiene amigos o no. Para eso no se necesitan recursos económicos. Y lo mismo pasa en las escuelas o en las demás instituciones, deben habilitar espacios para la palabra, eso es fundamental en todo esto”.