Síndrome de Estocolmo
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Por Agosto de 1973, en un asalto al Banco Kreditbanken de Estocolmo, Suecia, los asaltantes, al verse rodeados, tomaron de rehenes a cuatro empleados, entre ellos, una mujer. Amenazaban con matarlos y hacer volar el banco si no se les entregaba una cantidad de dinero, un avión para la fuga y la liberación de un procesado por homicidio. El drama duró 6 días hasta que finalmente se entregaron. En esa circunstancia, un periodista fotografió el instante en que al separarse, la rehén se besaba con su captor y esa curiosa imagen circuló por todo el mundo. Pero no terminó ahí: durante la sustanciación de la causa, los empleados declararon a favor de sus captores. Y finalmente la chica se casó con su secuestrador. Desde entonces, el término acuñado por el criminólogo y psicólogo Nils Bejerot (que asesoró a la policía durante el hecho) alude a los efectos de la relación que, en un secuestro, se establece entre la víctima y el victimario.
Otro caso resonante ocurrió en 1974 cuando en Estados Unidos secuestraron a Patricia Hearst, nieta de W. Randolph Hearst, un poderoso periodista. También una foto asombró al mundo: en un asalto posterior hecho por el Ejercito Simbionés de Liberación -el grupo captor- al Banco Hibernia, la chica aparecía con ellos empuñando una ametralladora.
SINDROME DE BUENOS AIRES
Como a la hora de sindromearnos, los argentinos no nos andamos con chicas, en nuestro país se registró una secuencia muy singular en la relación captor-secuestrado, que bien podría encuadrar en esta denominación.
En 1974, un grupo de la columna norte de Montoneros, al mando de Rodolfo Galimberti, planeó y ejecutó el secuestro de los hermanos Jorge y Juan Born, dueños de un importante grupo de empresas argentinas con inversiones en el exterior. Y obtuvieron un rescate de 60 millones de dólares, la cifra más alta del país y el mundo. Eso sí; nadie les puede negar a los montoneros que eran idealistas: le prestaron lo recaudado a Fidel Castro y todavía están esperando que se los devuelva.
Pero el síndrome criollo a que nos referimos sobrevendría mucho después. Según relatan Roberto Caballero y Marcelo Larraquy en su libro “Galimberti”, dos años más tarde, el protagonista salió del país para radicarse en Francia y se distanció de la agrupación. Muchos de sus ex socios lo consideraron traidor. Después de haber trabajado como taxista en París, regresó empobrecido al reinstaurarse la democracia y asumió un bajo perfil, hasta que la vida le dio una nueva oportunidad. Ante una convocatoria a la reconciliación hecha por Carlos Menem, éste le arregló un encuentro con Jorge Born. Allí Galimberti no sólo le pidió perdón a su ex secuestrado; dada su apremiante situación, también ¡le pidió trabajo! Además colaboró con el Fiscal Juan Martín Romero Victorica, denunciando a algunos de su ex compañeros. Sorprendentemente, Jorge Born lo contrató como guardaespaldas y en pocos años terminaron asociándose en algunas empresas. Ambos se unieron después a Jorge Rodríguez en Hard Comunication y con dos ex agentes de la CIA, Galimberti fundó una empresa que brindaba seguridad al grupo Exxel.
Murió a los 53 años, dueño de una gran fortuna. Entre muchos otros bienes poseía una valiosa colección de motos. Era su hobby.
Tal amistad había nacido entre secuestrador y secuestrado, que éste lo invitó a su casamiento con Dolores Leal en Punta del Este (había enviudado antes de una hermana de Patricia Bullrich). Born asistió con su hermano. ¡Pavada de síndrome!
SINDROME DE SANTA CRUZ
Se trata de un mal típicamente argentino que afecta a algunos gobernantes. En este caso, no se manifiesta a través de una relación directa captor-secuestrado, sino que esos roles mutan sin una pauta fija y finalmente, al salirse de madre, la situación se torna caótica.
En el tramo inicial, la futura víctima se lanza desenfrenadamente a acumular poder. Si lo logra en demasía, se produce su secuestro por parte del mismo poder creado, hasta que éste, con dinámica propia y descontrolada, termina por absorberle y aislarle de la realidad: lo peor que puede pasarle a un gobernante.
De este modo, la víctima sufre una especie de paranoia y al caer en un descontrol sin posibilidad de dominio, pierde la facultad de razonar y sólo reacciona a nivel primario, sin matices (amor-odio, amigo-enemigo).
En estos días, el síntoma se advierte claramente en el caso del campo. Acaba de asumir en la AFIP el mismo funcionario que se encargara por mandato, de entorpecer las exportaciones de carnes, leche, quesos y granos. Pero ahora tiene el objetivo de perseguir a los productores agropecuarios, a los que se considera evasores. ¿En qué contexto? Cuando los hombres de campo están en medio de la peor sequía en cien años, regalando o sacrificando terneros, sembrando menos y en algunos casos, sin poder levantar las cosechas. Es el síndrome que impide ver la realidad. ¿Cómo se manifiesta? Mediante le exacerbación de otros síntomas: por ejemplo, el de amor-odio, que coloca por encima de todo, la venganza y el deseo confesado de “ponerlos de rodillas” o la distorsión total, rayana en el enceguecimiento, como cuando se relacionaba a los hombre del campo con “grupos de tareas”. (Las únicas tareas que ellos conocen son las rurales).
¿Y por qué decimos que es un síndrome típicamente argentino? Porque difícilmente se pueda dar en países con salud institucional. Ese es el problema y mientras no lo resolvamos, estaremos expuestos a las recaídas. El síndrome avanza libremente y hace estragos porque hay un Congreso sumiso, jueces con miedo, prensa comprada y ciudadanos sin educación cívica. Entre todos, tendremos que producir la vacuna.
Hasta el Domingo. Si Dios quiere.
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