CONOCÉ SU PARTICULAR MODO DE VIDA
Se recibió de contador e iba a poner un estudio en Gualeguaychú, pero dejó todo por la naturaleza
Franco Heiler tiene 32 años y desde hace tiempo lleva un estilo de vida distinto al de la mayoría; una vida consciente, en sintonía con la naturaleza y sus ideas. En diálogo con Ahora ElDía, Franco compartió su historia y filosofía de vida, compartió los detalles de “Comarca Salvaje” -su proyecto autosustentable- y contó qué lo llevó a elegir ese camino.
Por Matías Daniel Venditti
Franco creció en Gualeguaychú y se fue a estudiar a Buenos Aires. Se recibió de contador público en la UBA y tuvo todo tipo de trabajos mientras vivía en la gran ciudad: fue auditor en un estudio contable; relaciones públicas en un boliche los fines de semana; incluso revendedor de ropa. “Hacía cinco trabajos en total, unos fijos de ocho horas -que por ahí me llevaban diez porque tenía que hacer horas extras- y mientras tanto iba terminando la carrera”, contó a Ahora ElDía.
Cuando terminó la facultad, Franco tenía pensado abrir su estudio contable en Gualeguaychú, pero antes de dar ese paso vio la oportunidad para hacer un viaje que esperaba hace mucho tiempo: “había algo que me llamaba a Machu Picchu. Quería ir y volver en un mes. Me desligué de todas las responsabilidades que tenía, cerré todos los ciclos e inicié el viaje. Se me hizo muy largo y muy gratificante llegar hasta Machu Picchu. Ahí me di cuenta de que quería seguir”, recordó. Su espíritu aventurero lo llevaría a continuar su viaje por toda Sudamérica -a dedo y trabajando de lo que sea- y esas experiencias lo cambiarían todo al volver a casa.
“Cuando volví, volví con otra mentalidad”, contó Franco y explicó que viajando encontró algo que necesitaba: “momentos de pausa, de reflexión, de poder sentarme a tocar la guitarra y no estar pensando en el laburo, en que tengo que cerrar con un cliente. Me llevó mucho a la calma, al estar más presente, más en el ahora. Me di cuenta que esa sí era una calidad de vida que quería, no la que estaba persiguiendo antes, que era más como ‘una maquinita de hacer plata’, pensando que ahí estaba el confort, que ahí estaba la vuelta”.
“Decidí que no quería pasar mi vida tras un escritorio sino que -por el momento- quería seguir viajando y aprendiendo”, agregó.
A la fecha, Franco recorrió 51 países: “Viajar por el mundo ha sido una de las decisiones más maravillosas que he tomado”. (Foto: Franco Heiler)
Un camino empieza donde termina la ruta
Fue todo lo vivido en sus viajes (que merecen una nota aparte) lo que llevó a Franco a cuestionar -y cuestionarse- mucho del modo de vida que propone el sistema (occidental, capitalista): el dinero como fin en sí mismo, la búsqueda constante de mayor confort y la promesa de realización personal a través del el consumo. “Cuando te empezás a alejar de todo lo que conocías como cercano, empiezan a presentarse otras cosas y empiezan a cruzarse en el camino personas que tienen las mismas inquietudes; empieza a haber otro tipo de conversaciones, a disfrutarse más el levantarse temprano, el ir a caminar por la montaña, el estar en el campo, el acampar… Cosas que a mí me conectan más con la naturaleza y me conectan más conmigo mismo, en donde yo me siento en plenitud”, explicó.
“Sentía que las otras cosas eran más vacías; que eran más un tema de ego, de salir, de gustar, de mostrarse, de seguir un estereotipo, una moda; cosas que uno por ahí ni cuenta se da ¿no? De esas cosas yo quería salir porque no sentía que fuera algo que me estuviera representando”, agregó Franco y concluyó: “Todas las respuestas me decían que yo quería vivir más simple, más liviano, que quería vivir de otra manera, que quería comer más sano, que quería cambiar mis hábitos. Cambié mucho, gracias a Dios. Hoy me siento mucho mejor, y se debe también a que tengo una dieta vegetariana, a que empecé a empatizar con otras cosas; a que dejé el alcohol y muchas cosas que me viciaban la vida y no me permitían disfrutarla con la misma salud y el mismo entusiasmo que tengo hoy en día”.
Comarca Salvaje
Durante estos años de transformación y descubrimiento personal, Franco fue gestando la idea de encarar su propio proyecto autosustentable. En sus viajes había conocido la permacultura: una filosofía de vida sostenible que apunta a lograr ecosistemas cuyos recursos se retroalimenten entre sí. Franco trabajó en 23 proyectos de permacultura, en 21 países diferentes; aprendió sobre bioconstrucción, huerta, cultivos y todo lo necesario para iniciar su propio proyecto de estas características en plena conexión con la naturaleza. También realizó una Diplomatura en Bioarquitectura en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN). Estaba listo para dar el próximo paso.
“Fue un momento donde dije: bueno, tengo que frenar y arrancar ahora que todavía me siento joven, que todavía tengo mucha vitalidad y puedo encarar todo esto que es mucho sacrificio. Entonces hace un año y medio que lo arranqué”.
Franco explicó con detalle el trabajo que implicó convertir un terreno en medio del campo en su pequeña comarca sustentable. Construyó con sus manos una casa de adobe, utilizando arcilla del lugar, material reciclado y rastrojo de lino agroecológico que él mismo sembró. También hizo un biofiltro natural con plantas depuradoras para utilizar en el lavado de prendas, con un sistema en el que el agua filtrada vuelve al campo en forma de riego. Todo se rige según un enfoque circular, autosustentable y armonioso con el entorno.
“El acopio de agua de lluvia (sirve) para poder regar la huerta que nos da alimento; esos alimentos los comemos y eso después va a un baño seco; lo del baño seco se composta y vuelve a la tierra, y así sucesivamente. Se intenta que todo vuelva al lugar de origen”, explicó Franco sobre la permacultura en general y su proyecto en particular.
Una particularidad de “Comarca Salvaje” es que recibe voluntarios. Franco contó que realizó 23 voluntariados durante sus viajes y que intenta replicar en esta oportunidad lo mejor que recibió en cada uno y lo que a él le hubiera gustado recibir.
“Hay un intercambio de la persona que llega, que pone a disposición algunas horas de trabajo diarias, cinco días a la semana con dos días libres, a cambio de alimentación completa, de poder quedarse acá en el lugar y de recibir una formación en bioconstrucción, apicultura, huerta, frutales, bosques, comestibles, permacultura, biofiltro y otras inquietudes que tenga esa persona”, explicó y agregó: “hay gente que llega abocada solamente a la bioconstrucción porque quiere hacerse su casa y nos enfocamos en eso, y hay gente que quiere venir a pulir ciertas cosas de huerta, biofertilizantes y demás”.
Desde ser paciente para cultivar su alimento hasta valorar cada gota de agua necesaria, son muchas las enseñanzas que este estilo de vida le ha dado a Franco: “acá es un aprendizaje constante todos los días”. Vivir sin heladera le enseñó a cuidar sus alimentos, a “conservarlos como se conservaban antes, recurriendo mucho a los escabeches, a los aceites como conserva, a deshidratar, a calcular el consumo diario y no hacer tanto de más”; “son cosas que uno las pasa muy por alto cuando está acostumbrado a tener la heladera y a llenarla de cosas por meses y meses; cosas que uno no come o que son muy nocivas para el organismo. Intentamos ser coherentes y cuidar el cuerpo, comer saludable y estar sanos, con vitalidad”, contó.
Miradas y reflexiones
Consultado sobre cómo describiría su estilo de vida, Franco comentó que vive tranquilo y en paz, siendo coherente con lo que piensa, dice y hace. “Yo me levanto con ganas de hacer todo: me levanto con ganas de ir a la huerta, con ganas de plantar árboles, con ganas de tomarme unos buenos mates. Vivo feliz y contento. Porque mi vida es así también. No escucho bocinas, no escucho gente pelearse, no escucho sobre política, no miro televisión, no veo noticias que te hacen poner una tensión o un estrés sobre tu vida. Sí me gusta estar informado, pero lo que yo considero suficiente… y hasta ahí nomás; prefiero prestarle atención a cómo están las plantas que me dan la comida, a cómo está el entorno, el agua, a cómo viene la lluvia; cómo está la familia, cómo están mis amigos, cómo puedo dar una mano… a esas cosas les presto más atención”, respondió.
“Tengo una familia que me apoya, que me banca, que piensa de una manera bastante distinta pero aún así me respeta y me apoya en esto que para mí es mi filosofía de vida y es donde yo creo que quiero poner mi granito de arena para mí, para el mundo y para los que tengo cerca”, agregó en otra oportunidad durante esta nota.
Cada persona construye a su modo el mundo que la rodea. Una manera particular de entender la realidad y la vida, que se transforma -en mayor o menor medida- a lo largo del tiempo y que casi siempre se ve acompañada por un deseo de aprendizaje, crecimiento y superación; para uno mismo y para la sociedad.
“Me gustaría que cambiemos nuestra forma de relacionarnos con la naturaleza, que dejemos de ser tan egocentristas de pensar que somos la mejor especie y que podemos andar matando, deforestando; que cambiemos el monocultivo por el pluricultivo; que dejen de consumir los alimentos que vienen del Mercado Central plagados de pesticidas, que es lo que enferma y tiene el cáncer que hoy en día está en boca de todos; que volvamos a lo natural, que estemos un poco más ahí, conectados”, expresó Franco, compartiendo su mirada al respecto.
“Que dejemos los teléfonos por favor, que los dejemos un poco de lado; que apaguemos un poco la tele, que dejemos de ver tanto noticiero; que escuchemos al vecino, a los abuelos, a nuestra familia, a nuestros amigos; que dejemos de caer en todo ese frenesí, esa locura que nos mantiene con miedo y que nos hace dividirnos. Son más las cosas que compartimos que las que nos separan”, concluyó.