OPINIÓN
Saber o no saber, esa es la cuestión
*
En Derecho existe lo que se conoce como la teoría de la ignorancia deliberada y trata sobre aquellos casos en los cuales una persona induce intencionadamente su desconocimiento, no mostrando interés por conocer acerca de una determinada circunstancia y, de esa forma, tener una excusa que le permita eliminar o disminuir su responsabilidad en el resultado negativo o dañino que pudiera provocar su conducta.
Curiosamente, en nuestra cotidianeidad, de algún modo solemos tomar decisiones que van en contra de aquella afirmación de que el conocimiento es poder, la información da ventajas y otras tantas “certezas” que no siempre van de la mano de la realidad. De nuestra realidad, claro. Ejemplos banales pueden servir para demostrar cómo tantas veces elegimos no saber; el placer de ver un evento deportivo no es el mismo si ya conocemos los resultados, independientemente de que disfrutemos del espectáculo en sí. ¿Existe alguien, acaso, que desee conocer el final de una película que está a punto de ver? ¿disfrutaríamos del mismo modo una parrillada si estuviéramos mirando un documental que nos muestre cómo se faenan los animales? Todas estas ocasiones de la vida diaria nos recuerdan cuántas veces optamos por el desconocimiento, por la “ignorancia deliberada” que citábamos al comienzo de la nota. Si tengo algo malo no me lo diga, doctor, no quiero saberlo. A este respecto, un trabajo muy interesante planteó estas preguntas a un grupo de voluntarios: 1- ¿Querrías saber hoy cuando va a morir tu pareja?; 2- ¿Querrías saber de qué causa?; 3- ¿Querrías saber hoy cuándo vas a morir? ;4- ¿Querrías saber de qué causa vas a morir?; 5- Acabas de casarte, ¿Querrías saber ahora si tu matrimonio va a acabar en divorcio? Como era esperable, las respuestas negativas fueron significativamente mayoritarias.
Hay cosas, seamos realistas, acerca de las cuales sentimos que es mejor no saber. Muchas veces optamos por una ignorancia feliz, un reconfortante desconocimiento que no pocas veces puede tener sabor a engaño pero… quizás sea más tolerable que la verdad. Es mucho más fácil ser engañados que reconocer que fuimos engañados. Es muy duro lo que se conoce como “arrepentimiento anticipado”, que se define como una emoción negativa que la gente experimenta después de escoger la opción A y descubrir más tarde que la opción B era mucho mejor, solo que esta sensación ocurre antes de que se realice la elección. Hay quienes afirman que la gente que no es muy afecta a los riesgos es más probable que opte por la ignorancia deliberada. Y son muy pocos los que aman el riesgo.
En un mundo pleno de incertidumbre, las certezas pueden llegar a ser contraproducentes si no sabemos qué hacer con ellas, cómo convivir con ellas. El bombardeo mediático solo colabora a la confusión por lo que, casi como una tabla de salvataje, nos aferramos a lo que nos refuerce nuestras creencias; nada que nos obligue a replantearnos posicionamientos es bien recibido, no hay tiempo para evaluar si estamos equivocados o mal informados.
Y ahí vamos, caminando el día a día, eligiendo muchas veces sin saber que lo estamos haciendo. Optando por no elegir, sin saber que también lo estamos haciendo. Ignorando porque sí nomás. Porque queremos.