Rápido no siempre es mejor
La diferencia entre saborear los minutos y contarlos.
Una filosofía de vida que incluye desde comida saludable y manejo de los tiempos propios, hasta ciudades hechas “a medida del hombre”, sexo slow y turismo slow entre otros varios slow.
Un uso racional del tiempo.
El equilibrio entre las obligaciones y el placer, el trabajo y la familia, etc.
Todo eso y mucho más. Las definiciones de lo que es la “Slow life” (cuya traducción estrictamente literal del inglés sería “Vida lenta”) son tantas que resultaría muy aburrido enumerarlas.
Más allá de las etiquetas, el movimiento que nació en Roma, en 1986, como reacción ante la apertura de un local de comida rápida al lado de las majestuosas escalinatas de la Plaza de España, fue el origen de lo que hoy muchos califican como la revolución cultural contra la “tiranía del reloj”.
El germen de todo fue el Slow food (Comida lenta), en contraposición con la Fast food (Comida rápida), un concepto que nació en los Estados Unidos con el objetivo primordial de que el almuerzo fuera una escala rápida, económica y cercana al trabajo.
Carlo Petrini, un periodista gastronómico italiano, motorizó el rechazo inicial.
Estudios médicos, sociológicos y psicológicos, dicen que vivimos atrapados en la cultura del nanosegundo, y advierten sobre los efectos negativos del “24/7”, actividad frenética, las 24 horas, los siete días de la semana. Lo que muchos bautizaron “enfermedad del tiempo”, y lo que otros tantos señalaron como disparador de “nuevas enfermedades”.
En la lista de enfermedades contemporáneas figuran el síndrome de la felicidad aplazada (pacientes que se angustian por la falta de tiempo para hacer frente a sus obligaciones y terminan postergando, casi de manera perpetua el ocio y el descanso), la gripe del yuppie (fatiga crónica), obesidad y stress.
Hoy el exceso de trabajo y los horarios extremos amenazan no sólo la salud física, sino la psíquica.
El libro In praise of slow (El elogio de la lentitud), del periodista Carl Honoré, es una suerte de biblia para quienes quieran iniciarse en este tipo de vida.
El periodista, que nació en Escocia pero creció en Canadá, describió los beneficios físicos y psíquicos que puede aportar la filosofía slow. El éxito del libro fue tal que se tradujo a 30 lenguas y fue best seller en varios países.
Honoré define qué es el movimiento.
“Se trata de una revolución cultural contra el concepto de que rápido siempre es mejor. La filosofía slow no dice que todo debe hacerse al ritmo del caracol, sino que las cosas deben hacerse a la velocidad correcta, saboreando las horas y los minutos más que contándolos. Está referido a priorizar la calidad sobre la cantidad en todo, desde el trabajo hasta las relaciones humanas”, explicó.
Según dijo, “Slow” es un estado mental que revoluciona la manera de vivir. “Es un movimiento, no es una moda que leerás en una revista esta semana y desparecerá la que viene. Por el contrario, estamos viendo cómo se está arraigando”.
El hombre siempre vivió “condenado” por el tiempo, pero esa maldición se hizo más patente tras la Revolución Industrial, cuando la idea de velocidad se asoció directamente con la de progreso.
Hiperconectados aislados
La era que nos toca vivir está repleta de paradojas.
Estamos hiperconectados, pero al mismo tiempo que aumentan las conexiones tecnológicas, crecen el aislamiento y la soledad.
Cada vez se trabaja y se come más rápido, los casos de stress aumentan y nunca como ahora se vieron tantos SPA, centros de relajación, estudios que dictan clases de relajación y yoga.
Un estudio sobre salud emocional, bienestar y felicidad que Coca Cola hizo en América latina en 2007, demostró que “estar bien” se ha vuelto una consigna repetida en la sociedad actual, y que ese estado de bienestar excede lo físico.
Guillermo María Fraile, director del Centro Standard Bank Conciliación Familia y Empresa, del IAE Business School, dio su visión.
“La vida slow no es hacer menos cosas sino priorizar, y para eso uno tiene que tener en claro qué es lo que quiere y dónde quiere llegar. La gente define el éxito como llevar una vida personal equilibrada (eso incluye desafíos personales y realizaciones profesionales). Sin embargo, en la realidad, se comportan de manera contradictoria. Hay que trabajar 12 horas por día para ganar mucho dinero y poder ofrecer a la familia “bienestar y tranquilidad”. Pero eso es sólo bienestar económico. Al final, el éxito se mide en términos patrimoniales y no de tiempo”, comentó.
¿Cuál es la vía para salvar esa contradicción? “Mantener un equilibrio prudencial: no trabajar innecesariamente. ¿Por qué llegar tarde a casa? Por interrupciones evitables, a causa de reuniones tardías, cafés en el pasillo. En síntesis, por un uso poco eficiente del tiempo. Es muy sencillo hay que hacer lo que se debe y estar en lo que se hace”.
- ¿Es viable instrumentar el modelo slow en las grandes empresas?
- Sí, si se entiende de esta manera, porque a las compañías les interesa que las personas tengan diferentes tipos de experiencia. Cuando alguien es capaz de tomar decisiones correctas e importantes en su casa, será capaz de afrontar responsabilidades similares en el trabajo. Además, hay que diferenciar entre lo slow y lo light. Trabajar intensamente y dedicarse intensamente a lo que uno está haciendo en ese momento, pero para eso se necesita orden, ordenar cabeza (razón, hacer lo que uno debe, saber que está cumpliendo con su deber); corazón (hacer lo que uno quiere, con pasión) y las cosas (hacer lo que uno puede). Cuando no coinciden, se produce crisis. Hay que querer hacer lo que uno debe.
Fraile insistió en que las empresas “no sólo sirven para ganar dinero, sino para educar a la gente” y citó como ejemplo el caso de las firmas tecnológicas. “Muchas de ellas han dado muestras de cómo cuando la gente está en un clima de distendido es más creativa y rinde más. Lo que hace crecer a una persona es no sólo estar dentro de la empresa sino tener tiempo para el resto de las cosas”.
La idea es que la actitud lenta aplicada al trabajo no tiene por qué significar menor productividad, sino por el contrario, un trabajo de mayor calidad, más atento a los detalles y desarrollado en un ambiente más flexible y estimulante.
Redefinir el éxito
¿Hay manera de ser exitoso hoy viviendo de manera slow?
Paola Delbosco, profesora del Area Académica Empresa, Sociedad y Economía del IAE Business School, dijo: “Probablemente el éxito necesita ser redefinido. Si se trata sólo de capacidad productiva en lo laboral, puede ser que haya variaciones, pero si se trata de definir el éxito como una vida lograda, incluyendo la dimensión personal y familiar, estamos en la buena senda. Lo otro da buenos resultados laborales, pero termina ‘descartando’ a las personas gastadas por el uso intenso”.
Honoré fue más drástico: “Pienso que la única forma de ser exitoso a largo plazo es siendo slow. Eso te hace más creativo y productivo, además de más feliz y saludable. El hecho de que todos los hoteles tengan ahora un SPA muestra que esa es la dirección en la que está marchando el mundo”.
Quienes se oponen al movimiento Slow, argumentan que si bien la vida tranquila tiene sus ventajas, puede también implicar el debilitamiento de la mente y la capacidad operativa de una persona. En pocas palabras, que “un mínimo de stress” oficia de motor para el crecimiento.
“Estoy totalmente de acuerdo –dijo Honoré-. Un poquito de stress, en los momentos apropiados, puede ser de gran utilidad. Y es cierto que en la vida moderna se tiene que ser rápido buena parte del tiempo, pero el problema es cuando estamos a velocidad máxima, en situación de stress máximo, todo el tiempo. Eso afecta nuestra salud y repercute en la calidad de nuestro trabajo. Sólo porque un poco de algo es bueno, no significa que mucho de lo mismo sea mejor. Es fundamental entender que slow no significa ser haragán ni llegar tarde, sino sólo hacer las cosas a la velocidad correcta, a veces rápido, a veces lento, y a veces no hacer nada, es decir: hacer las cosas de la mejor manera posible.”
Delbosco también dio su opinión. “Parece que un cierto grado de stress, en el sentido propio del término, da resultados óptimos, pero por tiempos breves. Lo correcto es la posibilidad de poner intervalos de otro tipo de actividad o de recreación para retomar el trabajo con más frescura mental. No se trata de bajar la guardia, sino de respetarse más a fondo. Muchos aspectos de la vida de las personas mejorarán, y así también las relaciones interpersonales. Demasiadas veces los encuentros entre las personas están marcados por el estado alterado de cada uno.”
Honoré se mostró convencido de que en la actualidad nos hemos hecho “adictos al tiempo” y que cada momento del día es una carrera contra el reloj, cuya meta nunca logramos alcanzar.
“Si hoy hasta se pueden tomar cursos rápidos de yoga o meditación, o leer cosas en la prensa como hace poco publicó una revista británica, “Cómo lograr un orgasmo en 30 segundos”. Hasta en el dormitorio todo parece ser: a sus marcas, preparados, ¡ya!”, señaló.
Algunas de las grandes empresas multinacionales (particularmente las tecnológicas), introdujeron novedades a sus tradicionales estructuras, como salas de recreación y juegos, servicios de masajes, aromaterapia y hasta espacios para dormir la siesta. ¿Son estos pasos previos hacia la puesta en marcha de un modelo slow?
“Las empresas tecnológicas son las más innovadoras en ese rubro. Parecen estar ya en un futuro deseable. Se trata de gente más joven, más dinámica, que no cree que haya que resignarse a nada malo simplemente porque siempre se hizo así. Hay que aprender de los que más se adelantan y adaptar las propias actividades a un esquema que respete más a las personas. El futuro de la producción es la automatización, con lo cual a las personas habrá que reservarles actividades más creativas o de trato directo con otros. Si es así, el movimiento slow, que puede rehumanizar el trabajo, anticipa los tiempos inaugurando nuevas modalidades de trabajo”, consideró Delbosco.
¿El Slow life es un movimiento viable sólo en países desarrollados? Honoré fue rotundo: “No, absolutamente. Desacelerar no es sólo un lujo para los ricos. Es, en esencia, un cambio de mentalidad. Muchas de las cosas que hacen parte de esta forma de vida son accesibles para todo el mundo. La gente que vive en países en desarrollo cocina platos simples y los disfruta en su casa, sin mirar la televisión mientras comen. Es el momento perfecto para hablar de la filosofía slow en los países en desarrollo. Muchos de ellos tienen la suerte de poder observar los errores que se cometieron en occidente y evitarlos. Tal vez nuestro mayor error es la adicción a la velocidad”.
En síntesis, la vida slow no significa ni propone pasividad sino una redistribución de nuestra energía vital para alcanzar una mejor calidad de vida.
No es ni más ni menos que lograr aquello que ha aparecido históricamente como la solución a los grandes conflictos: alcanzar el justo equilibrio.
El tiempo de los bajitos
Carl Honoré, el autor del best seller “El elogio de la lentitud”, llamó la atención sobre el público “más débil”.
“Creo que los chicos necesitan de la lentitud mucho más que los adultos. De momentos de tranquilidad, de tiempo libre, hasta de aburrimiento para pensar y ser creativos. No les estamos haciendo un gran favor empujándolos a aprender cosas cada vez más temprano y manteniéndolos todo el tiempo ocupados. Necesitan tiempo para jugar, distraerse, para ser chicos en definitiva. Los padres, los políticos, los adultos en general somos muy ansiosos respecto de los chicos de hoy en día y terminamos siendo muy intervencionistas e impacientes. Con mi mujer nos resistimos a cargar la agenda de nuestro hijo con actividades extra escolares, le ponemos límite al tiempo de juego en la computadora y al uso de la tecnología en general. No lo empujamos a aprender cuestiones académicas antes de que esté listo.”
Consejos para una vida slow:
* Respete sus horas de sueño. Duerma lo necesario. El sueño es la actividad reparadora psíquica y física por excelencia.
* Ingiera una dieta con alto contenido en frutas y verduras y bajo contenido en grasas.
* Practique un hobby que le de tranquilidad por ej. yoga, pintura, música.
* Realice una actividad física moderada (caminar o nadar) al menos tres veces a la semana.
* Realice una actividad a la vez, no varias al mismo tiempo.
* No mire el reloj a cada rato. Los fines de semana no ponga el despertador. Despiértese a la hora “natural” que le pide su organismo.
* Coma despacio, mastique bien los alimentos antes de tragarlos.
* Disfrute del momento de la comida. No mire televisión.
* Cuando esté de vacaciones disfrute tranquilamente, no se embarque en actividades diarias agotadoras (excursiones y salidas todo el tiempo).
* Deje tiempo en su agenda diaria para estar con personas que usted quiere o hacer actividades que le resulten gratificantes.
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