EL HUMOR Y LA INTELIGENCIA
¿Qué pasó con la risa?
Una de las formas de conocer cómo estamos como sociedad, se me ocurre, puede ser a partir de pensar si nos estamos riendo lo suficiente. El humor, creo, es una sutil pero eficaz manera de sentirnos vivos.
Por Luis Castillo*
Hace ya más de 50 años investigadores de la Universidad de Bucknell hicieron un interesante estudio intentando descubrir si existía alguna relación entre la inteligencia, el humor y la creatividad. Los resultados obtenidos mostraron una clara relación entre inteligencia y creatividad y una correlación aún más importante entre inteligencia y humor. No parece tan sorprendente hallar una correspondencia entre el humor y la creatividad ya que es casi imposible imaginar el uno sin la otra, pero las cosas no parecieran estar tan claras cuando de inteligencia se trata. Y es que la dificultad estriba quizás en comprender qué es la inteligencia.
Veamos esto. Sabemos que tenemos dos hemisferios cerebrales, es decir, nuestro cerebro, anatómicamente hablando, está dividido en dos partes. Similares pero no iguales. Anatómicamente semejantes pero funcionalmente distintas. Desde hace más de 30 años sabemos que el hemisferio izquierdo es el principal responsable de generar el pensamiento verbal, lógico y matemático, y el hemisferio derecho lo es de las habilidades visuales, artísticas y creativas en líneas generales. Así de diferentes. Así de complementarios. Ahora bien, a partir de allí, el desarrollo de cualquiera de esas áreas nos va a mostrar un diferente perfil de inteligencia, eso es lo que Howard Gardner describió como inteligencias múltiples. Todos tenemos alguna de ellas más desarrolladas que las demás y por eso el error de pretender definir ―o intentar hacerlo― quién es más inteligente, obviando la segunda parte de la pregunta: ¿en qué?
Se asegura desde la neurología que los estados emocionales denominados positivos (diversión, felicidad), incrementan la producción de una sustancia cerebral llamada dopamina, la cual, entre otras acciones, activa los centros de aprendizaje del cerebro lo cual mejoraría nuestra creatividad. Esta asociación es lo que, desde otras áreas del conocimiento, se describió como inteligencia emocional que, aseguran, las personas con sentido del humor son más exitosas. Un grupo de investigadores austríacos informaron hace pocos años que las personas divertidas, más aún y curiosamente, aquellas que disfrutan del humor negro, tienen un coeficiente intelectual más alto que otros grupos similares y esto se explicaría a partir de que se precisan habilidades cognitivas y emocionales tanto para procesar como para generar humor.
Sabemos que muchos de los grandes genios universales gozaban (y hacían gozar) de un humor particular. No pocas veces ácido pero siempre ocurrentes. De Borges a Macedonio Fernández y de Einstein a Stephen Hawkins también nuestra galería de próceres podría estar poblada de anécdotas risueñas si la historiografía oficial no los hubiera cubierto de bronce. Juan Manuel de Rosas, uno de los hombres más poderosos de la América de su época tenía un particular sentido del humor del que poco o nada se habla. O Manuel Belgrano. O el mismísimo Sarmiento, ni que decir de Perón o Raúl Alfonsín.
En un momento y en un mundo signado por las tragedias y el desencanto quizás reírnos un poco más, de nosotros mismos, con los demás, en soledad, al escribir, al soñar, al discutir, al amar, nos devuelva un poco de nuestra humanidad que, sin darnos cuenta, vamos perdiendo día a día. Año a año. Generación tras generación.
Las máquinas, poco a poco, van haciendo innecesario el desarrollo de nuestras potencialidades cognitivas. De nuestra inteligencia podría decirse en términos vulgares. Por ahora, creo, solo repiten chistes preprogramados, pero cuidado, no tardarán en inventar sus propias humoradas y bromas las que, como es fácil deducir, serán de un dudoso color negro.
*Escritor, médico y concejal por “Gualeguaychú Entre Todos”