TEMOR QUE SE AGRAVE LA SITUACIÓN DURANTE EL VERANO
Preocupación de los gastronómicos por los crecientes hurtos y la falta de seguridad en la zona de la Costanera
Según los comerciantes, hubo un aumento de la inseguridad en la parte más turística de la ciudad. Desde el robo de sillas, luminarias o señaléticas hasta un pedazo de carne o el celular a algún cliente. En la previa de una temporada que promete ser tener una gran actividad turística, los privados que trabajan en el lugar piden mayores medidas de seguridad y un mayor control en la actividad de los vendedores ambulantes y los trapitos.
Un reflejo de la actual crisis económica son las personas que quedaron fuera del sistema y en situación de calle. Cada vez más vecinos intentan rebuscarse el pan de maneras informales: desde pedir dinero y comida por la calle hasta cuidar autos o vender de manera ambulante lo que sea, sobre todo en la zona de la Costanera.
Si bien la gran mayoría sólo busca una salida para llevar tener un plato de comida que le ayude ir a la cama con algo en la panza, los empresarios gastronómicos que se desempeñan en el sector más turístico de la ciudad afirman que algunos de ellos están allí no por un afán de rebusque o trabajo sino para buscar la oportunidad de cometer un acto de inseguridad.
Son varios los privados que denunciaron el hurto de sillas, señaléticas o luminarias, pero también se ha visto la semana pasada como una persona ingresó a la cocina de un restaurante y que se llevó un vacío entero escondido abajo de su campera. A todo esto, se comienzan a sumar casos de celulares que son arrebatados cuando los comensales disfrutan de una comida sobre la vía pública o en el interior de los locales gastronómicos.
“Sufrimos un constante hurto, y no sólo los gastronómicos, sino también el resto de los negocios, como los regionales. Hasta hace un tiempo quizás no visibilizábamos esta problemática por considerarlas cuestiones menores, pero ahora ya es un problema de verdad”, afirmó Miguel Ángel “Potoca” Beigbeder, dueño del restó “La Escondida”, uno de los locales ubicados en el corazón de la Costanera.
Según denunció el gastronómico, uno de los últimos hechos que sufrió fue el robo de todas las lámparas que están fuera de su local: “Hace una semana me robaron todos los focos. Tuve que reinvertir 100 mil pesos para reponerlos. Se llevaron todos los focos de mi restaurante y también los del comercio que está pegado al mío”.
Otros de los locales que ha sufrido actos de inseguridad es Cuchillo entre los dientes y La Argentina: “A mí me han sacado un par de sillas y también me robaron varios elementos de luminaria. Lo cierto es que hay muchas personas que deambulan en la zona de la Costanera y buscan la oportunidad para llevarse algo ante un descuido. Esta malaria que se vive actualmente se siente mucho. Lo cierto es que una silla o un foco no son comida, por lo que da para pensar que esos elementos después son canjeados por drogas”, relató por su parte a Ahora ElDía el empresario gastronómico Agustín Rosado.
Los comerciantes afectados realizaron la denuncia con la Policía, y muchas veces han llevado las imágenes captadas por las cámaras de seguridad como pruebas del delito sufrido. Lo curioso es que en muchos casos es la policía misma la que reconoce a los ladrones, quienes ya han tenido ingresos por otros delitos menores. Sin embargo, como las penas no son considerables al poco tiempo están de nuevo en la calle, muchas veces de regreso a los mismos comercios en los que han cometido los hurtos.
“Hago la denuncia, la policía actúa, pero al rato están libres de nuevo. Se los llevan y a los tres días convivimos de nuevo con esas personas. Los tengo enfrente de mi negocio, pasan a mi lado e inclusive entran a mi local”, referenció Beigbeder.
“He llevado las cámaras con las imágenes de las personas que me roban y las he denunciado. Pero además hice una exposición dirigida al jefe departamental Luis Báez para pedir más medidas preventivas y comentarle al detalle sobre el problema que actualmente ya sucede. Eso lo hice como comerciante y de manera privada, pero también hay acciones que se realizan a través de la Asociación de Hoteleros y Gastronómicos de Gualeguaychú (AHGG) para poder frenar este dilema. Queremos gestionar acciones y hemos mantenido charlas, porque nosotros hemos llegado a un punto límite”, sostuvo el dueño de La Escondida.
Vendedores ambulantes
Además de los hurtos que se producen durante la madrugada, cuando los locales están cerrados, los empresarios gastronómicos alertan sobre un número creciente de personas que ya comienzan a rondar la zona de la Costanera y que no son los habituales que se ven desde hace tiempo en la zona.
Según los comerciantes, se trata de personas que viene de otros lugares y que encuentran en Gualeguaychú un lugar para ejercer una actividad, algunos como para rebuscarse el día a día sin producir daños, mientras que otros aprovechan la movida turística y vecinal en la Costanera para cometer algún ilícito.
“De pronto tenés a una persona que ingresa al local para vender medias, luego otro más para vender rosas, luego otro más para vender lo que sea. Uno atrás de otro. Y por más que en la gran mayoría de las veces no es más que un intercambio de palabras, si es verdad que en algún descuido le manotean el celular al cliente. No va a ser la primera ni la última vez que pasa que viene un vendedor se te apoya en la mesa y se fue con un celular”, señalaron los gastronómicos.
En este sentido, además del elemento de la inseguridad, los comerciantes señalan que esta especie de “acoso constante” por parte de vendedores ambulantes también atenta contra “la tranquilidad de los turistas a la hora de disfrutar la ciudad”.
“Salir a comer es pasarla bien y tener un momento agradable. Pero si en todo momento te interrumpen, te intentan manguear, te intentan vender, medio que también te tiran para atrás esa experiencia”, sostuvo por su parte Marcelo Friedrich, dueño del restaurante Topolino y presidente de la AHGG.
“Ya el año pasado se había vuelto muy masivo el tema de los vendedores ambulantes y fue un tema que habíamos charlado entre varios prestadores para tratar de cortar un poco el acceso porque nos habían invadido. Vos veías que había un vendedor que ofrecía su producto entre las mesas y el otro esperaba afuera para poder entrar. Salía el que vendía sartenes y entraba el de las medias. Eso necesitamos controlarlo un poco porque ya sino la situación va a quedar desmadrada”, agregó
“Uno de los valores que hoy tiene Gualeguaychú para el cliente y para los mismos gualeguaychenses es la tranquilidad. Es salir y estar tranquilo, y no tener que estar cuidarse de algo. No es esta ni la primera ni la última vez que entra alguien y se fue con un celular. Además de los hurtos, esto también es lo que buscamos evitar”, remarcó Friedrich.
Marco regulatorio para los “trapitos”
Otra situación que expusieron los comerciantes es el creciente número de cuida coches –más conocidos como “trapitos”– que actúan en la Costanera. Si bien en Gualeguaychú hubo personas que históricamente ejercieron este rebusque para obtener unos pesos, desde la llegada de los uruguayos hace ya un par de años ha proliferado un número de personas que ejerce esta acción, pero a veces con una actitud intimidante o violenta.
De nuevo, es en esta actividad donde los comerciantes también se ven vulnerables en su seguridad, ya que consideran que desde la vía pública se puede estudiar el movimiento comercial y obtener una oportunidad para cometer un ilícito.
Desde el sector gastronómico apuestan a que una solución podría venir con una especie de regulación de la actividad, cómo por ejemplo la que se hace de lunes a viernes por la mañana en la zona del centro, donde el estacionamiento es medido.
De esta manera, con personal designado, a cargo de una cuadra en particular y con un tarifario accesible, la experiencia de almorzar y cenar en algún local de la Costanera podría ser una experiencia no sólo más placentera sino también más segura.