Por cada hijo una flor
En un programa de TV se planteaba la situación laboral de las mujeres, especialmente desde la mirada de la maternidad.Monseñor Jorge Lozano*Las mujeres y los varones se incorporan por lo general al mercado laboral en igualdad de condiciones: edad, horarios, sueldos. Pero ante el embarazo, cerca del parto, unas cuantas mujeres dejan el trabajo o el ejercicio de la profesión. No siguen el mismo ritmo de acumulación de experiencia o capacitación. Suele darse una intermitencia laboral (se enganchan y desenganchan con cada embarazo).Se les concede un tiempo de licencia laboral en torno al parto, pero al poco tiempo -que varía según el convenio- deben reintegrarse en las mismas condiciones, como si los hijos no les necesitaran en la escuela primaria o secundaria, y en otras circunstancias de la vida.Las mamás son súper necesarias. Estas situaciones generan tensiones que las dejan muchas veces cansadas y estresadas. Debemos cuidarnos mucho de no estar generando una nueva deuda social, con dimensiones afectivas y valorativas.Otra reflexión acerca de la maternidad se me suscitó en una Parroquia hace poco tiempo.En varias comunidades, durante la novena de preparación a las fiestas patronales, se dedica uno de los días a rezar por las mamás. Suelen acudir desde las embarazadas o con niños pequeños, hasta las que ya tienen hijos bastante grandes.Uno de los gestos emotivos que se realizan es ofrecer flores a la Virgen por cada hijo. Participando de una de estas celebraciones observé que las mamás -de diversas edades, como dije- tenían en sus manos flores, en general claveles blancos. Pero en algún ramo vi que había un clavel rojo. Le pregunté al Párroco por qué, y me dijo que la flor roja simboliza al hijo que había muerto.En el momento indicado, las mamás se acercaban lentamente a dejar sus flores (= sus hijos) a los pies de una imagen de la Virgen.Me detuve a mirar-contemplar aquella procesión de vida. Manos muy distintas, pequeñas, rugosas, suaves, fuertes, todas tomando las flores con delicadeza y ternura, casi como acunando el ramo. Me conmovió una mamá que traía en sus manos tres claveles rojos: mirada serena, pero atravesada por el dolor provocado por la ausencia. No quise preguntar; sólo recibir en silencio y ofrecer a Dios.¡Cuánto les debemos a las mamás! ¡Cuántas cosas ocultas hay en su corazón! Hoy voy a intentar allegarme delante de la imagen de la Virgen llamada de "La Piedad" en la Basílica de San Pedro, y haré una oración por todas las mamás.Noticias desde RomaEn el Sínodo, que está aconteciendo aquí en Roma, estamos terminando la segunda semana de trabajo. El domingo pasado compartimos un día de encuentro con los obispos de América Latina y el Caribe que están como delegados de sus Conferencias Episcopales. Con la mayoría ya nos habíamos visto en Bogotá en el mes de julio. Pudimos compartir anhelos y expectativas.La eucaristía del domingo 14 a la mañana la ofrecí por nuestros seminaristas, por las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por los sacerdotes de la Diócesis. También por las misiones en todo el mundo.Rezamos vísperas con la comunidad San't Egidio en la Iglesia de San Bartolomé, una Iglesia que el Papa les ha confiado a ellos para guardar viva la memoria de los mártires del siglo XX y el siglo XXI. Tienen allí varios de los altares laterales dedicados cada uno a un continente o región del mundo.En el altar dedicado a América Latina está el misal que usaba Mons. Romero -arzobispo de El Salvador- cuando lo mataron el 24 de marzo de 1980; una estola del p Andrés Jarlan, sacerdote francés asesinado en Chile el 4 de setiembre de 1984; la cruz pectoral de Mons. Alejandro Labaka -obispo de Agarico-Ecuador- y la sandalia de la Hna. Inés Arango, ambos asesinados el 21 de julio de 1987 en la selva Amazónica predicando el Evangelio y promoviendo la paz; el báculo del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo -Arzobispo de Guadalajara- que mataron en el aeropuerto en México bandas del narcotráfico, el 24 de mayo de 1993.De manera particular tuvimos en nuestro corazón a aquellos que entregan la vida, derramando la sangre por el Evangelio. Largo rato me quedé dejando pasar por el corazón nombres, rostros, escenas de dolor por la muerte a causa del Evangelio, la verdad, la justicia.El lunes 15, día de Santa Teresa, recé de manera especial por las Hermanas Carmelitas, por la comunidad monástica de los Monjes Benedictinos de Victoria y también por toda la vida consagrada en nuestra Diócesis. Pido a Dios logremos de verdad comprender la enseñanza de esta doctora de la Iglesia: "Solo Dios basta".Si querés seguir mis relatos desde Roma, podés entrar a www.diocesisgchu.org.arSeguimos confiando en tu oración para que podamos ser dóciles a la voz del Espíritu Santo.* Obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social
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