EL CARNAVAL COMO SEMILLERO DE OPORTUNIDADES
Papelitos, la comparsa que lleva adelante un programa de pasantías laborales para jóvenes en su taller
Por iniciativa de su director Juane Villagra, desde 2017, Juventud Unida brinda esta oportunidad a estudiantes de diversas instituciones educativas. Además, a partir de este año incorporaron a las prácticas laborales a alumnos de la Escuela Integral “Francisco Rizzuto” y del “Taller Protegido Emanuel”.
El Carnaval del País no sólo el producto por excelencia por el cual es conocida nuestra ciudad, sino que también es un semillero de oportunidades en el más amplio de los sentidos. Desde 2017, cuando Juane Villagra asumió como director de la comparsa “Papelitos”, comenzaron a funcionar por su iniciativa, un programa de pasantías que permitió que estudiantes de Gualeguaychú tuvieran su primera experiencia laboral.
“Los clubes tienen una responsabilidad social. El Carnaval da mucho trabajo, pero también es importante poder capacitar y formar jóvenes. De hecho, a medida que han pasado los años, muchas de las chicas que hicieron pasantías en el taller de vestuario y espaldares se incorporaron a la comparsa. Hoy, el 60% de esos talleres están compuestos por personas que hicieron previamente las prácticas. El año pasado terminamos con 12 personas que trabajaron con un sueldo que habían sido pasantes”, expresó Villagra.
En el marco de este programa laboral, participan estudiantes de la Escuela Técnica Nº1, del Instituto Superior de Arte, de la Escuela Integral “Francisco Antonio Rizzuto” y del “Taller Protegido Emanuel”. A partir de estas dos últimas instituciones, Papelitos dio sus primeros pasos en el ofrecimiento de oportunidades a personas con discapacidad.
Sobre cómo se desarrolló esta instancia, Verónica Silvano, licenciada en Terapia Ocupacional y parte del equipo técnico de la “Rizzuto” y del taller “Emanuel”, contó: “Fuimos a ‘La Madrigera’, el taller de Martín Naeff que queda a la vuelta de la escuela, porque teníamos la práctica laboral de herrería y, uno de los chicos se había incorporado ahí. Pasados los meses, Martín nos propuso que siguiera con esa modalidad, pero para hacer carrozas porque le veía muchas habilidades. Como también trabajó en el taller ‘Emanuel’, le pregunté qué posibilidades veía de que otras personas pudieran hacer prácticas educativas. Entonces, nos hizo la conexión con Juane y nos reunimos con él, quien mostró una gran apertura desde el primer momento. A nosotros, como equipo técnico de una escuela integral, se nos hace muy difícil encontrar espacios para prácticas que incluyan laboralmente a alumnos con discapacidad intelectual”.
Las pasantías duran tres meses y no son remunerativas, además cuentan con el acompañamiento de las escuelas y los tutores de la comparsa. Más allá de ser una experiencia laboral, este tipo de instancias permite que, una industria como el Carnaval, se enriquezca y fortalezca el sentimiento de pertenencia que sienten la mayoría de los gualeguaychuenses.
Más que una práctica laboral
Muy pocas veces se repara en el hecho de todo lo que significa ir a trabajar: levantarse a un determinado horario, preparar la ropa que se va a usar, desayunar, conocer el camino para llegar y saber en qué medio hacerlo, entre muchas otras cuestiones más, según la especificidad de cada ocupación. Todas estas variables se ponen en funcionamiento y son subestimadas por una porción importante de la población, mientras que, para otra parte, son sinónimos de independencia y autoestima.
“Es importante encontrar un lugar con una mirada inclusiva, no que sólo para que les den una escoba a las personas con discapacidad para que barran. Desde que empezamos, Juane siempre nos dijo que iban a trabajar de la misma manera que lo hacen todos, porque la idea de la inclusión laboral es justamente eso. Pero también es fundamental que ellos tengan un acercamiento a la realidad laboral y todo lo que eso implica: cumplir un horario, no faltar si llueve, en qué van a ir y a qué hora deben salir, entre otras”, remarcó Verónica Silvano.
A través de las pasantías, las personas con discapacidad también pueden trabajar otros aspectos que atañen a este mundo. De hecho, la mayoría se moviliza al taller en bicicleta o colectivo, vehículos que les aportan independencia y confianza. Al mismo tiempo, tienen la posibilidad de interactuar y aprender de los demás integrantes del taller, a la vez que ocurre lo mismo con quienes forman parte del equipo de trabajo de la comparsa.
No obstante, el primer día de la pasantía fue clave para romper el hielo y comenzar a andar un camino que no tiene vuelta: la comunión entre la discapacidad y el Carnaval. “El primer día teníamos las ganas y la preocupación de si realmente podíamos ofrecer esta pasantía y estábamos muy atentos. Ahora vienen y ya saben con qué tienen que continuar. Inmediatamente en la primera jornada en el taller de costura ya estaban sublimando, incluso han hecho bordados y ahora están forrando espaldares, que no son cuestiones menores, son labores que se van a ver en el circuito”, apuntó el director de Papelitos, quien se planteó desde el inicio no dar tareas que no tuvieran un fin práctico para la comparsa.
Sobre esto, la terapista ocupacional hizo hincapié y resaltó que “es muy motivador que ellos puedan ver su trabajo plasmado en algo tan importante como las carrozas y los vestuarios. A la vez que es una salida laboral real, propia de Gualeguaychú”.
Por su parte, el psicólogo Lucas Lobardini, integrante del equipo técnico del taller “Emanuel”, manifestó que “es fundamental que les den trabajos variados, porque nos ayuda a romper el estereotipo de la discapacidad como inhabilitante, pero para eso tenemos que encontrar lugares donde esté realmente la oportunidad. Y ésta es una”.
En primera persona
En una habitación que da al frente del galpón de Papelitos, Magalí Neggie y Elena Alberto están concentradas en las tiras de tela negra con las que tienen que recubrir parte de la estructura de espaldares que luego se lucirán en el circuito. Esta labor es fundamental y necesaria para luego pegar sobre ellas el matelaseado.
Apagaron la música de fondo para poder hacer la entrevista, pero al igual que las otras trabajadoras del taller, les gusta tener canciones de fondo mientras hacen sus tareas.
Magalí contó a Ahora ElDía: “Al principio estaba ansiosa y nerviosa. Lo primero que hicimos fue recortar unas tiras de tela, que seguro son algunas de las que estoy usando ahora. Mi mamá y mi hermana están muy contentas de que esté acá. Me despierto a las 8, desayuno bien y salgo de mi casa en bicicleta”.
Durante más de un mes que asiste al taller de vestuario, Magalí relató que aprendió a sublimar y a hacer caireles. No pudo decidirse cuál actividad prefiere ya que, según ella, “me gusta hacer todo”.
En el caso de Elena, aclaró que lo que más disfrutó fue la colocación de tachas y que para llegar al galpón debe hacer diez cuadras hasta la parada del colectivo que la deja cerca.
En el sector más grande del galpón está el taller de carrozas. Allí sentados estaban Matías Ayala, Mauricio Fernández y Jorge Monzón. Los tres estaban empapelando pequeños triángulos de telgopor que luego irán en sobre otra estructura.
Matías detalló cuál es la técnica que se debe implementar en ese trabajo y dijo que antes les tocó empapelar unas columnas que ahora se encuentran en la sección de pintura.
También forman parte de esta pasantía María Sol De Almagro y Rodrigo Ortíz. Además, a lo largo de este año, más de una docena de estudiantes de otras instituciones educativas de la ciudad pudieron realizar esta práctica laboral.
El camino a la real inclusión empieza con un paso, pero se construye con muchos. La mirada vanguardista de Papelitos es un modelo fácilmente replicable y necesario.