Se realiza hoy la vigésima Marcha al Puente en rechazo a UPM-Botnia
¡No a las Papeleras! Dos décadas de la causa que marcó un antes y un después en Gualeguaychú
Como cada año, el ambientalismo local convoca a la movilización en contra de las pasteras instaladas sobre el río Uruguay. A 20 años de sus comienzos, un recorrido por los momentos claves del histórico reclamo.
Este domingo 28 de abril tendrá lugar la habitual marcha al Puente Internacional General San Martín en rechazo a la pastera UPM-Botnia. La convocatoria es llevada adelante por la Asamblea Ciudadana Ambiental de Gualeguaychú quienes llaman a concentrarse con vehículos en Arroyo Verde desde las 15 horas, para luego salir en caravana hacia el puente que une a nuestra ciudad con Fray Bentos.
Ahora ElDía habló con Martín Alazar, referente de la Asamblea, para conocer su mirada sobre los hechos más relevantes del conflicto por las pasteras, a dos décadas de sus inicios. “El movimiento antipastera comienza formalmente un poco antes de 2003, alertado por los vecinos del Uruguay, fundamentalmente Julia Cócaro y Delia Villalba, una docente y una odontóloga, que nos advierten sobre la proximidad de la llegada de estas empresas y su potencial de contaminación. Es allí que la Asamblea se pone en alerta, se empieza a juntar y se crea el primer movimiento que fue de vecinos autoconvocados. Concreta y formalmente, la Asamblea comienza a juntarse con tal denominación a partir de 2005”, reseñó Alazar sobre los comienzos de la causa que marcó un antes y un después en Gualeguaychú y en el ambientalismo de todo el país.
2005 fue el año en que la sociedad de Gualeguaychú se involucró definitivamente en la lucha, algo que se puso de manifiesto cuando aquel 30 de abril se movilizaron unas 40 mil personas sobre el Puente Internacional General San Martín, cifra que se duplicaría al año siguiente. Meses antes, en octubre de 2004, se había realizado una caravana con autos a Fray Bentos para llevar un petitorio en el que se reclamaba el cumplimiento del Estatuto del Río Uruguay, un tratado internacional que había sido violado por el país vecino al autorizar por su cuenta la instalación de plantas de celulosa en aguas compartidas.
Las sucesivas movilizaciones mantendrían siempre el mismo reclamo: “Queremos agua limpia y respirar aire limpio, y que no nos dejen residuos patológicos en nuestra tierra”, comentó Alazar, explicando que más allá de las marchas la Asamblea recorrió “escuelas primarias, secundarias, universidades y países vecinos”. “Todo eso fue difundido permanentemente y las marchas fueron las que hicieron un impacto a nivel periodístico muy importante. También algunos políticos vieron la posibilidad de promocionarse participando en esas movilizaciones”, agregó.
El año decisivo en la cronología del conflicto sería el 2006. A principios de enero los ambientalistas cortaron el paso fronterizo durante 45 días, una medida de fuerza que fue clave para llamar la atención de las autoridades a ambos lados del río Uruguay. Es así que el 4 de mayo, el entonces presidente Néstor Kirchner declaró causa nacional el conflicto con el Uruguay en un acto realizado en el Corsódromo de Gualeguaychú al que asistieron unas 25 mil personas, incluyendo a casi todos los gobernadores y principales funcionarios de la Nación. “Fue una movida política muy inteligente e importante porque a nosotros nos dio un gran empuje y ellos se sintieron realmente muy compenetrados en esta lucha”, recordó Alazar sobre aquel momento. Argentina había demandado a Uruguay ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya por violación del Estatuto del Río Uruguay. Esta Corte continuaría recibiendo reclamos y solicitudes de ambos países durante los siguientes años.
Días después del acto de Kirchner, en Viena, durante una Cumbre de América Latina, el Caribe y la Unión Europea, la gualeguaychuense Evangelina Carrozzo irrumpió con un cartel que decía "Basta de papeleras contaminantes" en el momento justo en que los presidentes del mundo se tomaban una foto. El reclamo ya estaba ante los ojos de todos. Meses más tarde, en septiembre, la empresa española Ence anunció que reubicaría su planta en Punta Pereyra, lo cual es percibido como un triunfo por la sociedad local, ya plenamente comprometida con el “¡No a las Papeleras!”. Pero el punto más álgido del conflicto llegaría a fines de ese año, cuando en noviembre el presidente uruguayo Tabaré Vázquez resolvió enviar militares para custodiar la obra de Botnia, cuya construcción se encontraba en un estado avanzado. Kirchner calificó la medida como una "afrenta" y la Asamblea comenzó un nuevo bloqueo por tiempo indeterminado sobre el paso a Fray Bentos.
“Fuimos judicializados por el corte de ruta, que fue lo que nos hizo mundialmente famosos porque no existía otro antecedente de tener tres años una ruta internacional cortada por la población solamente por causas ambientales”, señaló Alazar, quien consideró que haber levantado ese corte en junio de 2010 “con promesas de mejorar la situación y dialogar” fue en vano: “fue otra de las grandes traiciones políticas de por medio en esta lucha”.
El kilómetro 28 de la Ruta Internacional Nº 136 se convirtió en el lugar físico de reunión y resistencia para todos los vecinos de Gualeguaychú. Además de ser el punto en el que se cortaba el paso fronterizo, Arroyo Verde era un punto de encuentro y comunidad para las familias y vecinos que iban a acompañar y apoyar “el corte” y se quedaban a escuchar la asamblea pública que tenía lugar prácticamente cada noche después de las 20.
Arroyo Verde cumpliría la función de ser una base y punto de referencia para la logística de las marchas más multitudinarias: las de 2007 y 2008, que congregaron -según estimaciones- a alrededor de 130.000 y 80.000 personas, respectivamente. La capacidad de convocatoria iría disminuyendo con el paso del tiempo, sobre todo a partir del fallo de La Haya, que en abril de 2010 dictaminó que "no hay motivos" para ordenar el desmantelamiento de la pastera finlandesa que ya se encontraba en funcionamiento. “Se presentaron estudios preparados por el Gobierno argentino, y realmente estábamos con una expectativa muy grande en lo que iba a decidir, a pesar de que sabíamos que la CIJ no era proclive al poder popular sino al poder empresario”, contó Alazar, y consideró que “más allá de todo, la CIJ falló con cierto equilibrio: dictaminó que el río Uruguay estaba contaminado, pero que no se pudo demostrar la causalidad por parte de Botnia de dicha contaminación, a pesar de que los estudios demostraban lo contrario”.
“Realmente nos defraudó, porque en la región no hay otra empresa con la magnitud de contaminantes en el agua y en el aire como la que teníamos enfrente. A pesar de eso, se siguieron las manifestaciones, se siguieron las causas, siempre con el apoyo de todo el pueblo de Gualeguaychú y de todos los alrededores. Permanentemente seguimos recibiendo visitas de todo el país, sobre todo de Buenos Aires, de colegios y demás, que nos visitaban para sumarse a la lucha y para asesorarse y estudiar el fenómeno de este movimiento de tantos años”, agregó.
El referente ambiental lamentó que mucha gente se haya desmovilizado a raíz de esto: “Luego del fallo de La Haya, muchas personas que eran importantísimas en la lucha diaria abandonaron la Asamblea; antes, cuando Botnia empezó a funcionar, también hubo otra estampida de gente que estaba muy cerca de la Asamblea y que dijeron ‘ya perdimos’ y abandonaron la lucha. Nos cuesta mucho hacer entender que esta es una lucha permanente”. Y añadió: “También, por supuesto, el periodismo se cansó, ya no era tan vendible el ‘producto papelero’; y hubo presiones, de los gobiernos y de todo tipo, y relaciones muy cercanas con el Uruguay que confundían a la gente”.
Hoy, aunque aquella experiencia épica de una Gualeguaychú completamente movilizada haya quedado lejana, el reclamo y compromiso del ambientalismo continúa en plena vigencia. “Seguimos reuniéndonos, haciendo difusión y participando en todos los foros que se pueda. Y tratamos de mantener informada a la población a través de los medios que nos dan cabida de la contaminación existente, de las variaciones en la magnitud de la contaminación o de la aparición de nuevas empresas”, concluyó Alazar.