CANONIZACIÓN
Mama Antula, la primera santa argentina
María Antonia de Paz Figueroa, más conocida como Mama Antula, nació en 1730 en Villa Silípica, hoy provincia de Santiago del Estero y se convirtió en la primera mujer argentina en ser canonizada.
Perteneciente a una destacada familia, la beata comenzó su práctica religiosa al acercarse a los jesuitas. Durante su carrera religiosa, fue fundadora de la Casa de Ejercicios Espirituales de Buenos Aires en su pueblo natal.
En 1760, junto a un grupo de mujeres jóvenes, se dedicó a ejercer la caridad. Siete años más tarde, tras la expulsión de los jesuitas del Virreinato y de España por decisión del rey Carlos III, la beata comenzó a viajar de ciudad en ciudad por el nordeste argentino promoviendo ejercicios espirituales. Vestida con ropa de hombre, desafió las convenciones de la sociedad colonial.
En su misión, recorrió a pie casi 5.000 kilómetros y puso de moda los ejercicios espirituales ignacianos al construir la Santa Casa de Ejercicios. Además, sus tareas también incluían proteger a las mujeres sin hogar, así como también albergar a los niños abandonados.
Su canonización no sólo es un hito para la Iglesia Católica, sino también un reconocimiento merecido a una figura que encarnó los valores de amor, compasión y entrega desinteresada hacia los más necesitados.
Al elevarla a los altares, la Iglesia reconoce la santidad que reside en la vida cotidiana y en el compromiso con los valores evangélicos. Esto fortalece la fe de los fieles y revitaliza la devoción popular, inspirando a más personas a seguir su ejemplo de servicio desinteresado y amor al prójimo.
En un mundo marcado por la división y el conflicto, su figura representa un puente de reconciliación y entendimiento entre diferentes comunidades y culturas. Su mensaje trasciende las barreras religiosas y étnicas, recordándonos la importancia de la tolerancia y el respeto mutuo.
La canonización de Mama Antula por la Iglesia Católica y el Papa Francisco es un acto de justicia y reconocimiento a una figura ejemplar que dedicó su vida al servicio de los demás. Es un llamado a recordar que la verdadera grandeza reside en el servicio humilde y desinteresado.