Madre Tierra
El ruido de algunos acontecimientos suele confundirnos hasta perder de vista lo importante. Ocurrió la última semana.Por Mario Alarcón MuñizEspecial El Día Entre candidaturas que van y vienen, rumores electorales, el acto de Moyano, los goles de Messi y la boda inglesa, quedó relegado entre los asuntos comunes el proyecto de ley que limita la propiedad extranjera de la tierra. De nuestra preocupación por el tema el lector es testigo. Varias veces hemos insistido en esta columna acerca de la necesidad de adoptar medidas para frenar el despojo del recurso básico de los argentinos.La transferencia de inmuebles rurales a capitales foráneos comenzó a observarse en la década del '90. Numerosos productores pequeños y medianos -es decir los más vulnerables-, cansados de perder plata mientras el gobierno de Menem y Cavallo les colgaba el mote de "ineficientes", vendieron sus predios. Los compraron quienes disponían de recursos, claro está. Al chacarero se lo llevó la correntada. Certezas y confusionesLejos de cambiar con los gobiernos posteriores, la tendencia se acentuó hasta convertirse en un negocio internacional. De los 170 millones de hectáreas productivas de nuestro país, ya en 2002 la propiedad extranjera llegaba a 7 millones. A partir de esa fecha el proceso de transferencia de la tierra cobró mayor fuerza. En realidad se carece de cifras precisas. La Presidenta lo reconoció el miércoles al presentar el proyecto y anunciar la elaboración de un catastro para determinar el real dominio nacional de la tierra.No obstante, fuentes confiables aseguran que entre 2003 y 2010 se quintuplicó la posesión extranjera de la tierra, que hoy alcanzaría a 34 millones de hectáreas, vale decir el 20 % del área potencialmente productiva. Por algo ese es el índice máximo de propiedad foránea que admite el proyecto (art.7 °). Una duda: el texto no aclara de qué manera se evitará que ese índice crezca. En cambio advierte (art.8°) que del 20% autorizado o reconocido, una sola persona física o jurídica no podrá poseer más del 30%, que dicho sea de paso es más que bastante en cualquier lugar del mundo.Eso es al menos lo que se entiende, pues la redacción del proyecto deja mucho que desear. En ciertos aspectos es imprecisa y hasta contradictoria, induciendo a confusiones, entre otras la de esa limitación y la de mil hectáreas (art.9 °) como superficie máxima de un solo propietario extranjero. Tampoco tiene en cuenta que mil hectáreas en las costas del arroyo Clé o en Talitas no admiten comparación alguna con igual superficie en la Puna de Atacama. Algo comentó la Presidenta en su discurso, pero el texto ignora el detalle que no es pequeño.Tampoco hace referencia alguna al uso de la tierra. De "recurso estratégico" calificó al suelo acertadamente la primera mandataria, comparando su proyecto con la legislación de Brasil, pero sin tener en cuenta que la ley del país hermano sancionada hace casi un año, adopta la doctrina del "uso social de la tierra", concepto que no aparece en el proyecto a debatirse.Además se habla de la propiedad, no de los arrendamientos. Cabe suponer que esto deberá ser objeto de un tratamiento separado, pues en este tiempo de los "pooles" de siembra a los que cualquiera puede acceder (cualquiera con plata) aunque al campo lo conozca por foto, es imposible ignorar el tema sin afectar la idea central del "recurso estratégico".Si el proyecto tiende también a limitar la propiedad a sociedades extranjeras "de participación accidental, agrupaciones de colaboración y uniones transitorias de empresas" (art.3°, inc.b, it.6) debe entenderse que estas figuras comúnmente corresponden a los "pooles" sojeros y arrendatarios. Ni un metro másEn fin, todo está por verse. El centro de la cuestión es que, por fin, se abre el debate a fondo sobre un tema largamente esperado. Su importancia impone un análisis sereno, meditado, inteligente y con la mayor participación posible, lejos de las premuras de la campaña electoral.Antecedentes sobran. Ya el Episcopado Argentino advirtió en 2006 acerca de la gravedad del problema en su documento "Una tierra para todos". Varios legisladores de la oposición presentaron en los últimos años no menos de una veintena de proyectos con igual intención que hasta el momento han dormido en los cajones parlamentarios. Nada de esto puede ser ignorado. El asunto en debate exige un tratamiento patriótico, elevado por encima de circunstanciales intereses políticos.Se trata de la Madre Tierra. No es un asunto circunstancial ni partidario. Es de todos. Ya no podemos ceder un metro más de tierra.
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