Macri construye su propia fortaleza tomando decisiones fuertes
Macri avanza a tientas, sabiendo que tiene poco tiempo. Ya no existe aquello de la luna de miel y los 100 días de gracia. Sí es cierto que lo que no haga ahora, por doloroso que sea, le costará mucho más adelante. Y obra en consecuencia. Si alguien tenía alguna duda, no es De la Rúa. Ni por asomo.Jorge BarroetaveñaEl nuevo gobierno tuvo su primer desafío que, al menos por ahora, parece haber pasado exitosamente: la salida del cepo. Macri está empecinado en cumplir cada una de las promesas que hizo de campaña, sin dejar sospechas. Su primer gran anuncio fue la eliminación de las retenciones, incluso a las economías regionales. Hasta que llegó Prat Gay y decretó el fin del fin, como lo llamaron, el levantamiento de las restricciones para comprar dólares.Es extraño por cierto el proceso de toma de decisiones en el PRO, ajeno al menos al que la política tradicional nos tenía acostumbrados. Porque Prat Gay fue presidente del Banco Central de Duhalde y Kirchner y se fue para militar luego siempre con Carrió, hasta que se peleó y desembarcó en la Coalición Cívica. Jamás estuvo cerca de Macri ni habló dos palabras con él, pero una charla que mantuvieron después de las PASO lo terminó de convencer al actual Presidente. Prat Gay tiene un perfil diferente al de Melconián, confinado al Banco Nación, y su tarea para bajar la inflación en el 2004 fue clave a la hora de tomar la decisión. "Es la inflación macho", se autoconvencen desde el PRO. Definido el problema, la cuestión es cómo se resuelve y cuáles y cuántos son los heridos que deja la resolución.En ningún país del mundo, bajar la inflación, no trae consecuencias. Hay un costo a pagar inevitable. Todo depende de la habilidad del cirujano y del respaldo político que tenga el jefe del equipo. El Presidente Macri tiene por ahora todo el envión de una elección reciente, goza de la confianza de la mayor parte de la sociedad y es quién tiene la espalda ancha para aguantar el porrazo. Es ahora o nunca. Sólo había que buscar al mejor cirujano. Sí es Prat Gay el tiempo lo dirá, pero sus primeros pasos fueron positivos.El dólar no subió sino que bajó y las reservas del Banco Central pegaron un respingo como hace mucho no daban. Las cerealeras claro aportaron lo suyo, el swap convertido con China y se prometen más dólares de los bancos. Subió la tasa, demasiado quizás, lo que mantuvo a raya al dólar y hasta lo hizo bajar bastante. En apenas un puñado de días, la fiebre por el dólar desapareció y el mercado tiende a estabilizarse. El primer round lo ganó el gobierno pero la pelea recién empieza. Los precios vienen volando desde hace un par de meses, aunque en los últimos quince días entraron en una meseta, esperando la magnitud de la devaluación.El martes, las nuevas autoridades llevaron un mensaje claro a los formadores de precios: si siguen subiendo se abren las importaciones. Justamente el nuevo sistema de autorización de importaciones se conoció esta semana y trajo alivio a la industria nacional. Sectores claves como los textiles, calzado y juguetes tendrán protección especial, pero algo se mantiene constante de los tiempos del kirchnerismo: la discrecionalidad. El sistema, afirman los especialistas, pinta más transparente y ágil pero siempre está la discrecionaldiad al final del camino. Así se entiende la lógica de la amenaza de los funcionarios a los formadores de precios.Es que la devaluación macrista se juega su utilidad en la inflación. Si los precios suben, no habrá servido de nada y la situación volverá a ser la del 2014. Ya lo padeció Kicillof que devaluó un 25% y en 6 meses las subas se comieron el ajuste. Igual es entre gracioso y grotesco verlo al ex ministro dando consejos y hablando de inflación, cuando fue durante años una palabra prohibida en su vocabulario. Todos se acuerdan cuando sentenció que los precios "no se ajustaban por el dólar". El único que lo olvidó fue él.La pulseada con las grandes empresas tiene su correlato gremial. Ese frente, tan conflictivo como el primero, tiene tantos actores como divisiones, al menos por ahora. Moyano reclama el monopolio de la influencia sobre Macri y no hesita en decirlo públicamente. Por ahora no hubo encuentro pero los salarios serán la obra batalla para la supervivencia de las primeras medidas de Cambiemos.El estilo político de Mauricio Macri todavía busca ser descifrado por la política tradicional. Los mozos y el resto de los empleados de la Casa de Gobierno ya lo entendieron porque el Presidente los saluda con amabilidad y les pregunta por sus familias. Tan sencillo y común como eso. El resto, la dirigencia, todavía le cuenta las costillas, propios y extraños. Con Macri volvieron las reuniones de gabinete y las conferencias de prensa. Los periodistas pueden acceder en off a los funcionarios y el sistema de toma de decisiones es lo que el día a la noche, con respecto al kirchnerismo.Pero, siempre hay un pero, las decisiones se toman y el Presidente es el que tiene la última palabra. Con la Corte se equivocó y, con gestos lo terminó admitiendo. De hecho sirvió para aceitar las relaciones con los otros integrantes de Cambiemos, vitales para la sobrevivencia del proyecto en el Congreso de la Nación.Macri también sabe que las protestas del kirchnerismo no dejan de ser fuego de artificio. Está convencido que en el peronismo se vendrá un proceso de depuración, en el que nadie tiene nada asegurado y él también puede jugar sus fichas. Ya lo hizo con Juan Manuel Urtubey y el miércoles con Juan Martín Insaurralde en Lomas de Zamora. Las heridas que dejó la derrota electoral sangran a borbotones en la ahora interna opositora. Esas heridas deberán ser curadas, cicatrizar y buscar nuevos rumbos. Y Macri especula con eso.Si para lo de la AFSCA, igual que lo de la Corte, la mitad de la biblioteca dice una cosa y la otra mitad, otra, el gobierno avanza igual. Contando ahora con una justicia ciertamente preocupada por hacer bien los deberes y no enemistarse en demasía con el poder de turno.El poder y su manejo es lo que subyace en el fondo de este debate. Los que creía que el de Cambiemos sería un gobierno débil por no contar con mayorías parlamentarias se equivocaron. Los ochos años que Macri gobernó la Ciudad de Buenos Aires, sin mayoría legislativa y con el gobierno nacional en contra le dieron una gimnasia poco común. Los resultados por supuesto no los garantiza nadie. Pero sus errores no serán por inacción ni por omisión. Los primeros días de su gobierno son una muestra.
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