ENTREVISTA EXCLUSIVA
Luisa Delfino y los recuerdos de Gualeguaychú que marcaron su camino
La reconocida conductora del programa radial “Te Escucho” recordó su infancia en la ciudad, su breve pero significativo paso por la docencia y su lucha para que se drague el río.
Antes de estar en el mundo de la gráfica, la televisión y la radio, Luisa Delfino fue una niña y una adolescente que caminó por las calles de Gualeguaychú, que aprendió a nadar en el río a pesar de que sus padres tenían miedo, que comió mandarina en la vereda con sus amigos y que todos los domingos iba al Cine Palma con el “grupo de los hijos únicos”.
Sin embargo, decidió dejar las memorias lindas para más adelante en su relato y, lo primero que asaltó su mente durante una charla íntima con Ahora ElDía fue una situación que la marcó a ella y a su familia: la gran creciente de 1959.
“Hay algo que recuerdo mucho de mi infancia, que es el temor a la inundación por haber vivido dos de ellas, una cuando era chica y otra cuando vivía en Buenos Aires y volvía a visitar a mis papás. Nosotros vivíamos sobre Doello Jurado, a cinco cuadras del río. No estábamos tan cerca, pero hubo una creciente en el año ‘59 y tengo recuerdos de haberme tenido que subir a una canoa con mi mamá e irnos con nuestro cardenal en una jaula a la casa de mi tío Toto, que vivía en una zona un poco más alta de la ciudad. Es algo que me quedó muy gravado, no por el miedo, sino porque veía el sufrimiento de mi madre. A mi papá lo habían trasladado por trabajo a Buenos Aires, y mamá era muy joven y estaba conmigo sola”, recordó.
Esta vivencia caló tan hondo en el inconsciente de la conductora que mucho tiempo después, cuando trabajaba como editora de la revista Para Ti, comenzó a pedir una draga para el río Gualeguaychú.
“Me llevó 8 años este operativo, en el gobierno de Carlos Menem (1989-1999) finalmente llevaron la draga y, a partir de ahí, mis padres pudieron vivir tranquilos. Lo curioso es que desde ese momento, nunca más llegó la inundación a donde vivían mis papás. Yo no fui, sé que hubo un gran evento, donde fue el Presidente incluso. El intendente Manuel Alarcón fue el único que me ayudó. En cambio los diputados, ninguno”, resaltó Delfino.
Lo que pasaría a continuación no se lo esperaba, como ella misma afirma en el primer episodio de su podcast: “Hizo camino al andar”: La maratón que hizo por todos los medios de comunicación para conseguir la draga fue lo que provocó que le propusieran hacer radio: “Yo no fui a buscar esos trabajos, fue a partir de buscar la draga que alguien se le ocurrió que podía hacer un programa”.
De siestas, amigos y mandarinas en el cordón
La niñez de Luisa estuvo atravesada por el ritmo pausado de la Gualeguaychú de los años ’70, los cuales moldearían su personalidad y predisposición para la escucha.
Al igual que la mayoría de los niños, se negaba a dormir la siesta y se las ingeniaba para inventarse historias en el patio de su casa y entretenerse con las historietas que le compraba su padre.
Cuando se retomaba el compás de la tarde, la pequeña Delfino salía a jugar con “la Negrita” Hernández y Ricardo Cabrera. Los tres constituían el “grupo de los hijos únicos”, ya que ninguno de tenía hermanos.
“Teníamos una rutina: el domingo íbamos a misa, y al lado de la iglesia existía el Cine Palma. Entonces, cuando se terminaba la ceremonia, sacábamos tres entradas en la fila 12, para la Negrita, Ricardo y para mí. Era un rito, no sé cuando terminamos de hacerlo, supongo que cuando empezamos a ser más grandes y cada uno ya tenía sus amigos de la escuela”, narró la gualeguaychuense.
Los estudios primarios y secundarios los cursó en la Escuela Normal Superior Olegario Andrade (ENOVA), de donde se graduó de maestra. Era buena alumna, pero solo porque había descubierto que si se sacaba las tareas de encima, tenía más tiempo para jugar.
Aprendió a nadar en el río Gualeguaychú de la mano de una mujer a la que le decían “Romanita”: “Era una joven con gorro y un traje de baño de natación que, a mí me parecía una genia. Ella se dio cuenta que yo quería aprender y de a poco me fue enseñando. Recuerdo que un día mi papá estaba colorado porque ella me había llevado nadando hasta una balsita. Cuando salimos ella se reía y papá se enojó porque estaba desesperado haciendo señas”, apuntó con una sonrisa en la voz.
Otro de los recuerdos más vividos de Luisa tiene que ver con las conversaciones que se armaban en la cocina de su casa entre las vecinas y su mamá.
“Mi casa era una de puertas abiertas y mi madre era amiga de casi todas las vecinas. Escuchábamos desde la puerta que iba del zaguán o al hall, una voz que saludaba y todas iban directo a la cocina, y de repente había cinco mujeres tomando mate y yo estaba ahí en el medio, escuchando y comiendo. También recuerdo que cuando mi mamá hacía una torta me mandaba con un cuarto para cada casa. Como mi papá era muy goloso, siempre le recriminaba su gesto. A los días, ese plato volvía con otra torta y un repasador arriba, antes se les daba mucha importancia a los repasadores, tenían que ser lindos”, comentó.
Durante el invierno, la postal típica en la infancia de Luisa eran las mandarinas en la calle con sus amigos, ritual que sigue repitiendo, aunque en su casa, sin cordón de por medio.
El momento de su vida que volvería a revivir
A los 17 años, luego de terminar sus estudios secundarios, decidió irse a estudiar Derecho a La Plata. Las personas le decían que sería buena en esa profesión. Sin embargo, tan sólo tres meses tardó en darse cuenta de que, a pesar de ser hincha de Estudiantes, La Plata no era para ella: “Le escribí a mi papá y él me fue a buscar. Entonces me volví a Gualeguaychú”, admitió.
Esa decisión la llevaría a vivir una de las experiencias que más atesora, ya que gracias a su título de maestra logró conseguir trabajo en la escuela Nº162 de Gilbert.
“Fue fantástico. No había gas ni luz. No había nada. Lo único eran los animales, la escuela y los chicos que venían de los puestos. La directora tenía 23 años y fue una diosa conmigo y había otra maestra que se llamaba Mabel. A mí me tocó 1er grado y así transcurrió ese año. Algunas veces podía volver los fines de semana a la casa de mis padres, algunas veces no. Fue uno de los momentos más lindos de mi vida. Yo quisiera vivir de nuevo ese año, pero no con la experiencia que tengo ahora, sino tal cual como era en ese momento. Me acuerdo de ir caminando con Lilian, la directora, y ver que en el medio del campo había luciérnagas y nos iluminaban el camino. Íbamos a la casa de unos puesteros, de Vicente y su familia, que ahora estoy contactada con Alicia, su hija y, comíamos salamín y tomábamos ponche”, reseñó con cariño.
Durante las horas libres en las que había sol, Luisa se la pasaba leyendo bajo los árboles del campo, cobijada por el canto de los pájaros.
Del éxito radial a Spotify
Luego de su lucha por conseguir una draga para Gualeguaychú, a Luisa Delfino le ofrecieron tener un programa de radio nocturno y aceptó encantada, ya tenía en mente lo que sería “Te Escucho”.
A pesar del nerviosismo que la conductora tuvo antes de la primera transmisión, el ciclo radial se convirtió en un éxito, a tal punto que su cara aparecía ploteada en los colectivos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (por esa época llamada Capital Federal) y su voz era reconocida en todos los hogares argentinos.
“’Te escucho’, fue un éxito porque todos querían hablar y no había redes sociales. Por eso fue una explosión, era impresionante, algunas veces sacaba ocho oyentes por noche, ahora saco dos. Pero además porque siento que hay otras necesidades. Tengo una sección de lectura, recomiendo libros, serie y películas, que trato de que sean de Netflix que es a lo que la mayoría tiene acceso. No obstante, podríamos sacar un oyente de esa época y ponerlo hoy y no te darías cuenta. Llaman por la misma necesidad, quieren que alguien los escuche y que alguien sepa lo que les pasa”, expresó la conductora.
Si bien admitió que ahora se habla más sobre salud mental, apuntó que se avanzó muy poco en la materia, sobre todo porque sigue existiendo un estigma sobre las personas que deben tomar medicación psiquiátrica.
En la actualidad, el programa “Te Escucho” también está disponible en versión podcast en Spotify, una sugerencia de Mariana, la hija de Luisa, que vive hace muchos años en Los Ángeles y que le contó a su mamá sobre esta tendencia que había en Estados Unidos.
“Acá todavía no se había impuesto, entonces decidí hacerlo, que era un buen momento durante la pandemia. No te dan dinero, pero en general nunca hago programas que me den dinero, porque ‘Te escucho’ no es un programa con anunciantes, te dan un sueldo y nada más. De hecho, me preguntan por qué no aparecieron otras propuestas como la mía y creo que una de las razones puede ser por esto, porque en general tenés que tener otro trabajo aparte”, reconoció.
Después de más de 30 años, el programa sigue al aire por Radio Rivadavia los sábados y domingo de 23 horas a 1 de la madrugada.
A pesar de que considera Gualeguaychú como su lugar en el mundo, en el último tiempo visitó poco su tierra natal. El motivo es que siempre se le plantea la disyuntiva entre visitar a su hija y a su familia en Los Ángeles o llegar a suelo entrerriano.
“No voy tanto como quisiera. La última vez que fui fue hace un año. Pero hablo por teléfono y estoy al tanto de lo que pasa allá, tengo las redes, y el WhatsApp con mi prima y con sus hijas. Mi mejor amigo en el mundo vive en Gualeguaychú, Gustavo Hernández, que lo adoro y es una persona maravillosa, al igual que su esposa Isabel. La última vez que fui fue con Mariana y su familia, y para ella fue una felicidad tan grande y para mí también, ese viaje que ellos hicieron para acá, me permitió viajar a mi ciudad. Tengo que hacerme el lugar para ir, aunque sea dos veces por año. Es mi lugar en el mundo, son las raíces, uno se puede ir a donde fuere pero el alma queda ahí”, finalizó.