Los problemas de gestión, un azote nuevo que persigue al kirchnerismo
El cimbronazo del último cacerolazo todavía no fue digerido. A la desorientación inicial para tratar de interpretar la protesta le siguieron explicaciones poco felices. Dejaron a la Presidenta expuesta en su viaje a New York y desbarrancaron otra vez en el manejo de la crisis con Prefectura y Gendarmería. Los más duros parecen obsesionados con los medios. Lo que dicen, lo que dejan de decir, lo que publican o lo que callan. El sentido que le dan o las oscuras intenciones que los guían. Todos son el Grupo Clarín. Parecen haberse vuelto incapaces de diferenciar entre unos y otros, entre lo que es información u operación política. En todo caso, TODO pasa por ese lugar. La insólita presentación y el posterior debate por las gélidas preguntas de los estudiantes en Harvard fueron motivo de un debate nacional. Acaso, no es más importante lo que se contesta antes que lo que se pregunta? ¿Tan mal parada salió la Presidenta después del interrogatorio al que fue sometida por un grupete de estudiantes imberbes? No, seguro que no, pero el sólo hecho de hablar de temas que no se hablan, se volvió una cuestión de estado. ¿Está prohibido hablar de inflación, inseguridad, corrupción o libertad de prensa? Es el propio oficialismo el que pone una Espada de Damocles sobre la primera magistratura cuando lleva las críticas al extremo del todo o nada. La Presidenta es una gran oradora, tiene un bagaje cultural que le permite abordar cualquier tema, ¿cuál es el temor entonces?Supongamos que todos los estudiantes que preguntaron eran del PRO. Que a todos, las preguntas se las escribió Lanata, escondido debajo de uno de los pupitres. O que los acreedores buitres las dibujaron desde las sombras. O que todo fue una estrategia del Grupo Clarín con Magnetto a la cabeza para hacerle meter la pata a Cristina. ¿Y? ¿Cambia en algo todo lo que respondió y los argumentos que esbozó? ¿Qué necesidad hay de llevar todo a un contexto trágico en el que, como en las telenovelas la vida sólo se divide en buenos y malos? Esa obsesión que persigue cada paso del oficialismo se ha vuelto peligrosa y autodestructiva. De repente y por obra y gracia de la falta de cintura de la política comunicacional oficial, un simple viaje presidencial se volvió un hecho político, entre cacerolazos y suites lujosas de New York. Si hasta el tono burlón que la Presidenta empleó para contestar quedó en segundo plano, escondido bajo la intencionalidad maliciosa de los preguntadores.Pero la semana del kircherismo todavía no había terminado. A su regreso a Buenos Aires estalló, como nunca en los años que llevan en el poder, la cadena de mandos en dos fuerzas mimadas de esta era. Tanto la Gendarmería como la Prefectura han sido las fuerzas privilegiadas por Néstor primero y Cristina después, ante la desconfianza que les despertaban las policías tradicionales y las Fuerzas Armadas. Hoy, hasta en el ejército admiten que la Gendarmería tiene mejor equipamiento que ellos y una mayor capacidad de movilización. Así, ambas fuerzas tuvieron que meter las narices en problemas de seguridad internos como conflictos sociales, piquetes o hasta cuestiones sindicales como las protestas de los "Dragones" en Chubut que terminó con un accidente trágico. Pero lo salarial nunca fue de la mano, hasta que estalló en las narices de los funcionarios. Ni las cúpulas de las fuerzas ni los funcionarios civiles responsables del área fueron capaces de preveer el estallido. Sostienen que sólo Sergio Berni advirtió hace un par de meses que esta reestructuración salarial no pasaría desapercibida. Y aún así lo hicieron, nadie lo escuchó.Tampoco Abal Medina se hizo cargo del entuerto y una muda Nilda Garré sentada a su lado lucía desencajada. La obsecuencia de los altos mandos que aplicaron sin protestar las liquidaciones y la impericia de los funcionarios políticos desembocó en la insólita protesta. Y las explicaciones posteriores que algunos ensayaron se fueron a la banquina. Los que protestan son suboficiales de Prefectura y Gendarmería. Bien podría ser la rebelión de los sargentos, los que menos cobran y los que menos edad tienen. Suponer que hay en ellos reflejos golpistas es estar fuera de la realidad. Casi ninguno conoció lo que fue la dictadura. Son hijos de la democracia.El problema adquiere otra dimensión cuando se habla de fuerzas de seguridad, armadas y con el monopolio que les da el estado para ejercer la violencia. Eso agrava aún más la impericia con la que los funcionarios manejaron la crisis que derivó en la rotura de la cadena de mandos e imágenes que hace mucho no se veían en la Argentina. Cada minuto que pasa y la crisis no se resuelve es un desgaste adicional para el gobierno. Es una arriesgada demostración de incapacidad para resolver los conflictos, algo que nunca caracterizó al kirchnerismo en el poder.Pero para resolver cualquier conflicto hay una condición indispensable que es reconocerlo. Admitir que existe y evaluar su real dimensión. Si se lo ignora, lo menosprecia o, peor aún, se lo oculta a sabiendas, más temprano que tarde termina por estallar. Si de algo no podrá acusar la historia a estos años de Néstor y Cristina es de ausencia de valentía para tomar decisiones. Pero ese proceso hoy parece dañado. Ignorar el problema de la inflación es un indicio. Evitar hurgar en el malestar de un sector social que votó a Cristina, también es mirar para el otro lado. Y manejar con impericia un problema delicado con fuerzas de seguridad en el medio, evidencia serios problemas de gestión. Pensar que todo se solucionará por arte de magia el día que eliminen a un grupo de medios, es un reduccionismo tonto que ofende los logros del gobierno desde el 2003. Hace falta alguien que piense con la cabeza fría, que recupere la brújula y le dé un sentido otra vez a los actos de gobierno.Jorge Barroetaveña
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