Los jóvenes del siglo XXI que quieren ser incluidos
La demanda juvenil ha cambiado cualitativamente: si en los '60 la rebelión estudiantil del Mayo Francés expresó el descontento por la alienación de la sociedad, hoy los llamados Ni-Ni pugnan por ingresar al sistema social. Ya no se trata de la explotación y de la opresión, de la exasperación que brota de las condiciones de vida de la sociedad tecnológica. Ya no se trata, en suma, de sustituir el sistema por otro menos enajenante.Ahora lo nuevo es la exclusión, una realidad que afecta "en la misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está afuera", según la descripción del Papa Francisco.En su última exhortación apostólica, el pontífice toma nota del cambio sociológico de fondo en estos términos: "Los excluidos no son 'explotados' sino desechos, 'sobrantes'".Quienes se creían explotados eran en el pasado los estudiantes del Mayo Francés, quienes no estaban ajenos a la injusticia social. Y al respecto se solidarizaron con la causa del "proletariado", con los obreros industriales, embanderándose así con la "lucha de clases".Incluso esos jóvenes se preguntaban por la validez y el sentido de los principios que han fundamentado a la edad moderna. Desde allí se rebelaban contra los mecanismos del sistema.Era una reacción casi romántica contra el mundo metálico de los objetos de la sociedad de consumo, contra la violencia abierta o solapada que esa sociedad ejercía hacia las minorías, y contra la degradación ecológica de las industrias.Pero había más: esa generación cuestionó las bases morales de la sociedad de sus padres. Creía, por ejemplo, que la definición del hombre como un ser que trabaja debía cambiarse por la del hombre como un ser que desea.El movimiento juvenil de los '60 proponía, de última, un cambio revolucionario del sistema, aspiraba a producir una ruptura radical del statu quo. Se trataba de una tentativa audaz de invención de una nueva sociedad.Los jóvenes excluidos del siglo XXI, en cambio, no desean derribar el sistema sino entrar en él, ser parte de la sociedad que les cierra las puertas del mercado de trabajo, y por esta vía del futuro.La perspectiva de "quedar fuera" atormenta a una generación que visualiza con temor la crisis social, el desempleo y la movilidad social descendente, como las marcas del siglo.En Argentina y en otros lados del mundo, incluyendo la próspera Europa, más allá de las realidades dispares y de los contextos disímiles, sobresale un mismo desencanto juvenil frente a un incierto porvenir.Expresión de este desencanto son las revueltas que están protagonizando los jóvenes en distintos puntos del planeta, demandando un futuro para ellos, en los planos económico, social, cultural y político.El trabajo decente, eje vertebrador de la sociedad, tiende a convertirse en un bien escaso. La transición hacia el mundo laboral se ha convertido en una odisea para una generación a la que se le pide, al mismo tiempo, una capacitación excepcional, a tono con el cambio tecnológico.El fenómeno es especialmente preocupante en el caso de los llamados "Ni-Ni", es decir aquellos que ni estudian ni trabajan. En Argentina son jóvenes que no han visto ni a sus padres ni a sus abuelos trabajar con continuidad.El desafío es por tanto incorporarlos al sistema, so pena de que terminen engrosando la población carcelaria o se conviertan en la mano de obra barata de las bandas del narcotráfico.
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