ENTRE LA VOCACIÓN Y LA ADVERSIDAD
Los desafíos de la docencia en primera persona: el testimonio de cuatro jóvenes profesores en Gualeguaychú
En un contexto difícil para los trabajadores de la educación, quienes llevan adelante un fuerte reclamo por sus condiciones laborales y salarios, Ahora ElDía recopiló la palabra de jóvenes docentes de la ciudad para conocer esta realidad desde sus vivencias y miradas personales.
A lo largo del tiempo, no han sido pocas las veces en que los reclamos de los docentes por un salario y condiciones de trabajo dignas han marcado la agenda del país y la ciudad. En el transcurso de este año, en el que una fuerte devaluación y un brutal ajuste llevado adelante por el estado impactaron de lleno en el bolsillo de los argentinos, la situación económica de los trabajadores de la educación alcanzó un punto crítico y desencadenó una serie de medidas de fuerza en respuesta a las políticas del Gobierno nacional y las provincias alineadas a las mismas. Tal es el caso de Entre Ríos, donde el conflicto docente escaló en los últimos meses y suscitó los más diversos debates, apoyos y cuestionamientos al interior de la comunidad educativa y de la sociedad en su conjunto.
Para tener un acercamiento a esta compleja realidad desde testimonios concretos, Ahora ElDía conversó con cuatro jóvenes docentes de Gualeguaychú que compartieron sus miradas y vivencias, con el foco puesto en la experiencia cotidiana de la enseñanza y los desafíos de hacer frente a una coyuntura adversa para la educación.
Gaspar Piana, Lucía Suárez, Santiago Franco y Martina Salvi comenzaron a dar clases de Historia en distintos colegios secundarios de la ciudad entre 2019 y 2022. En primer lugar, contaron cómo viven su labor educativa dentro y fuera del aula, tanto con sus aspectos enriquecedores y disfrutables como con los grandes esfuerzos que conlleva.
“La experiencia de un docente se puede dividir en muchas partes, y de todas ellas la más satisfactoria -sin dejar de ser conflictiva y compleja- es el aula: ahí es donde surgen los vínculos, donde te encontrás con las realidades de los gurises, los conocés, y donde se expresa nuestro rol más marcadamente”, señaló Gaspar.
Por su parte, Santiago expresó: “Trabajar como docente es maravilloso. El título te da herramientas y, desde luego, una preparación disciplinar, pero el trabajo día a día con los estudiantes en el aula es algo que se construye sobre la marcha y que exige una responsabilidad y un trabajo enorme. En clase no se trata sólo de hablar, sino que hay que preparar los materiales, los recursos y las actividades. Lo complicado es lidiar con muchas cosas a la vez”. En ese mismo sentido, Martina remarcó que hay que tener en cuenta “todo lo que conlleva ser docente aparte de ir al aula a dar clases: planificar los temas, realizar diversos proyectos con los chicos, asistir a las jornadas, etcétera”.
A su turno, Lucía expresó: “Me encanta ser docente, el día a día en el aula, lo que se comparte dentro y fuera, ya sea con los alumnos o con los demás profes. Es cansador planificar cada clase con anticipación, más que nada cuando querés descansar los fines de semana y te tenés que sentar a ver cómo encarar ciertos temas; esto depende mucho del grupo, si hay o no alumnos que necesitan flexibilización o alguna adaptación. Cada curso es particular y se tiene en cuenta a la hora de pensar las clases. Corregir también es un laburo extra para el que muchas veces termino usando mi tiempo de ocio. Es un poco estresante a veces, pero lo terminas haciendo parte de la rutina”.
Más allá de su forma personal de vivenciar la instancia pedagógica del aula y los quehaceres docentes, Gaspar, Lucía, Santiago y Martina se explayaron aún más acerca de las dificultades que viven ellos y otros colegas de Gualeguaychú.
“Nos encontramos con alumnos con muchísima falta de motivación, poco apoyo y contención de parte de sus familias, y falta de respaldo para los docentes”, se sinceró Martina, quien también mencionó los bajísimos salarios. Por su parte, Gaspar enumeró: “Titularizar horas, completar la semana con las 36 hs tope permitidas, parece un sueño inalcanzable para los que recién empiezan, e incluso para los que ya llevamos algunos añitos en esto. Incluso con las 36hs el sueldo docente secundario es magro, si a esto le agregamos que son realmente pocos los docentes jóvenes que llegan a tener esa cantidad de horas fijas”. Luego, apuntó concretamente hacia dos elementos que vuelven especialmente complejo el panorama docente en la ciudad:
“La combinación de un exiguo salario, la intensa actividad (en caso de tenerla) como ‘docente taxi’, largas jornadas de trabajo invisibilizado en nuestras casas, y en muchos casos poca respuesta por parte de los alumnos en clase, van generando una frustración y un desencanto que tarde o temprano impacta en el desarrollo de nuestra actividad”, indicó, y sostuvo que “al ser los profesorados una de las principales ofertas académicas terciarias de la ciudad, durante los últimos años se comenzó a notar un ‘excedente en la oferta’ de varios perfiles, como también la carencia de otros, siendo los más numerosos los profesores relacionados a las ciencias sociales”. “Este exceso dificulta que todos puedan conseguir un empleo estable y acorde”, afirmó.
Los testimonios de Santiago y Lucía ejemplifican lo que dijo Gaspar: “Un profesor suma puntos por cada año que trabaja y por cursos o post-ítulos que realiza. Al momento de ir a los concursos gana el que más puntaje tiene. Cuando recién arrancás es difícil ganar horas, y muchas suelen ser suplencias de poco tiempo. Recién a partir de los cinco años de antigüedad el valor de la hora cátedra comienza a subir.”, indicó Santiago. “No existe un respaldo económico o alguna facilidad en esos primeros años”, sumó Martina.
“Vas de curso en curso, capaz que estás meses sin conseguir una hora o, si las conseguís después del día 10 del mes, tenés que esperar a que pasen dos meses para recién cobrar la licencia que cubriste tiempo atrás. La burocracia en la educación es muy lenta en ese sentido”, aportó por su lado Lucía, quien aseguró que su gran desafío “fue y sigue siendo poder conseguir trabajo”. “Todos los profes dicen que los primeros 10 años vivís en esa inestabilidad hasta que en algún momento titularizás algunas horas, pero en el mientras tanto tenés que hacer tu vida cobrando todos los meses un sueldo distinto, más o menos plata. Es estresante y agotador. El año pasado conseguí horas recién en octubre. Imaginate estar casi todo el año sin poder conseguir trabajo, fue desesperante y desalentador”, relató.
Y agregó: “Para tener un sueldo con el que puedas cubrir todas tus necesidades tenés que conseguir todas las horas cátedra. Muchos de mis colegas le suman el trabajo en colegios privados: corren de escuela en escuela, comen apurados, no tienen tiempo de estar en sus casas, y claramente ese cansancio se ve reflejado en el aula y baja la calidad de las clases. Creo que si nuestros sueldos fuesen mejores no necesitaríamos trabajar tantas horas, planificaríamos mejor y por ende subiría la calidad educativa, además de que habría más trabajo para los demás”.
El mito de la vocación que todo lo puede
Existe un discurso que atribuye a los docentes la responsabilidad de educar sin importar su salario o condiciones laborales. La idea de una vocación que debería imponerse a toda adversidad y llevar al educador a darlo todo por sus educandos. Una construcción del sentido común que, además, es dirigida fundamentalmente hacia las mujeres, a quienes ubica en la mítica figura de “segunda madre”. Al respecto, los profesores consultados en esta nota opinaron:
“Pienso que es una falacia. Si realmente la educación es tan trascendental y transformadora para toda la sociedad, como todos los gobiernos sostienen en campaña, la cuestión del salario y de las condiciones laborales debería estar en el centro. La necesidad de que el docente tenga un sueldo acorde al trabajo que realiza –como debería ser para cualquier profesión y trabajo- hace a la calidad educativa. La vocación puede ser un plus desde luego, pero un salario justo no es solo importante sino imprescindible” - Santiago.
“Es hermoso tener un docente que te transmita su amor por lo que está haciendo, pero qué difícil es dar clases cuando no dormiste el día anterior por pensar opciones para juntar más plata y poder llegar a pagar el alquiler, las cuentas, la comida. La vocación es importantísima; poder estar frente a 25 adolescentes y disfrutar de dar clases, del ida y vuelta con ellos, volver a tu casa con satisfacción pero sabiendo que cuando cobres no llegas al 3er día del mes por lo poco que te pagan. En mi caso, trabajo los fines de semana de cadete para poder llegar a pagar todo; y ni siquiera tengo hijos, no imagino mis compañeros que tienen niños a cargo. La preocupación constante, el estrés, la sociedad entera juzgando si hacemos o no hacemos paro sin pensar en todo lo que hay detrás de la vida de un docente, es cansador. Podemos dar todo de nosotros mismos en las aulas, pero si pasamos hambre lejos vamos a estar de poder brindar la calidad educativa que se merecen nuestros gurises” - Lucía.
“Este discurso no sólo desprestigia nuestro trabajo. También nos golpea como personas que se ven obligadas a realizar tareas que no nos corresponden por haber estudiado esta carrera, pero que sin embargo, al encontrarnos tan desamparados, debemos realizarlas con las pocas herramientas y recursos que tenemos a nuestro alcance” - Martina.
“El rol de la escuela hoy, en países deteriorados y con crisis continuas, más que ser una sede donde se privilegia el conocimiento y el aprendizaje, es el de un lugar de contención y apoyo donde los niños encuentran algo del orden, cariño, amor y escucha que la realidad exterior les niega. No solo se nos pide enseñar, sino que se nos exige cargar sobre nuestras espaldas las realidades de un presente difícil y complejo. No negamos ese rol, solo pedimos que se nos respete y valore” - Gaspar