AFECTIVIDAD Y FÚTBOL
Los campeones también lloran
Mucho se ha dicho y mucho se ha escrito sobre lo que dejó el mundial de Qatar. En esta nota, la lupa sobre las nuevas formas de mostrarse de los protagonistas: varones que rompen en llanto ante una cámara, familias como parte de los festejos, afecto, abrazos, psicólogos y vulnerabilidades. De eso hablaron el doctor en ciencias sociales Daniel Jones y el psicólogo Ignacio Rodríguez.
Por Luciano Peralta
“El fútbol es cosa de hombres” y “los hombres no lloran” deben ser de las frases más repetidas entre los varones futboleros nacidos y criados durante el siglo pasado. Las cosas cambiaron, sí. Pero no tanto. Si bien las discusiones propuestas por los feminismos han calado profundamente en el sentido común de nuestras sociedades, existen sectores que siguen siendo poco permeables a revisar sus prácticas. El fútbol es uno de ellos.
Es que (parte de) el ser futbolero nacional se ha construido sobre modelos que, en nombre del “folclore del fútbol”, reproducen discursos que en cualquier otro ambiente no serían aceptados. Pero al fútbol, todavía, se le sigue permitiendo el racismo (“Son la mitad más uno, son de Bolivia y Paraguay”, cantan los hinchas de River); la homofobia (“Son todos putos los borrachos del tablón”, devuelven los xeneizes); los asesinatos como marca de superioridad (“quiero jugar contra River y matarles el tercero”, canta la 12); la violación como victoria, ¿quién no coreó alguna vez esa que dice “mirá, mirá, mirá, sacale una foto…?
Yo no sé si actualmente se escuchan frases como “esto no es una cancha de fútbol”, cuando alguien busca ubicar en tiempo y espacio a otro. Generalmente una persona mayor a una menor. Eso nos decían en la escuela primaria de los 90, cuando una maestra quería marcar una conducta reprobable. En la cancha, sí. En el aula, no. En la cancha valía todo. La puteada, la pierna fuerte o el codo arriba; “la concha de tu madre, de tu hermana o de tu prima”, en la cancha sí, en el aula no.
Mi generación creció viendo “El Aguante”, emblemático programa de TyC Sports que mostraba la intimidad de las tribunas del fútbol argentino. Yo lo miraba, me encantaba. Los discursos sostenidos desde el sentido común futbolero no eran más que la expresión de una forma de pensar propia de hace 20 años, que, igualmente, sigue teniendo mucho arraigo en la actualidad. Una que se solía repetir era la historia del fanático que por ir a un partido de fútbol no había estado en el nacimiento de su hijo o hija. Algunos hasta se jactaban de haberse “escapado” para llegar a alentar al club de sus amores.
De ahí venimos. De ese lugar de padre. Por eso fue tan importante lo que pasó con la Selección de fútbol durante Qatar 2022. Además de todo lo extraordinario, soñado y reparador que resultó para las grandes mayorías la obtención de la tercera estrella, dejó mucha tela para cortar respecto a cuestiones muy sensibles que, hasta ahora, no habían podido permear las potentes resistencias de ese sentido común futbolero. Al menos no con semejante gravitación como es una final del mundo.
Lionel Scaloni rompe en llanto, como un nene, tras el final del partido, llega Leandro Paredes y se funden en un abrazo; el Dibu Martínez le agradece a su psicólogo ante millones de personas; Enzo Fernández le dedica el triunfo a su familia, que hizo un esfuerzo enorme para estar ahí, acompañándolo, mientras sostiene a su bebé en brazos; Lisandro Martínez no puede hablar a cámara porque el llanto es incontenible; Messi abraza y besa a su esposa y a sus hijos mientras ellos acarician la copa.
“Creo que no hizo falta el mundial para desterrar los prejuicios de que los hombres no lloran, o que el fútbol es un espacio reducido a los varones, sin embargo, estos eventos dan visibilización y alcance universal a movimientos, reclamos o reivindicaciones que se inician en lo micro, en pequeños grupos. Aunque aún hay un gran trabajo que hacer frente a posiciones reaccionarias que intentan recuperar estos prejuicios. Y es necesario trabajarlo para que no quede reducida la expresión emocional de los varones a los logros o derrotas deportivas, que por momentos parece ser el único espacio donde tenemos permitida la manifestación emocional”, dice Ignacio Rodríguez, psicólogo, integrante del Instituto de Masculinidades y Cambio Social.
“El fútbol es un espacio históricamente habilitado para la expresión de emociones, por ejemplo, en el caso del hincha, el enojo con el club o el llanto por la derrota o la victoria. Ahí, creo, no está la novedad”, coincide Daniel Jones, doctor en Ciencias Sociales, licenciado en Ciencia Política (UBA) e investigador independiente del Conicet.
“Salvo alguna excepción, como Maradona llorando en la final de Italia 90, por ejemplo, siempre fueron más austeras las expresiones de sentimientos en el fútbol. En cambio, acá, en este mundial, estuvieron los sentimientos permitidos históricamente y algunos novedosos, como las demostraciones de afecto que a través de las redes sociales se hacían entre los jugadores”, amplía. Y sigue: “acá hubo expresiones afectuosas, amorosas, entre miembros del plantel. Algo novedoso que está conectado al momento histórico, a algunos permisos sociales para los varones y al uso de redes sociales. Porque antes uno no tenía idea de la intimidad de los planteles de la Selección, yo cuando era chico leía El Gráfico y te enterabas de algo a través del periodismo, pero no tenías este nivel de intimidad. Acá los jugadores suben historias, videos, fotos del vestuario, de la concentración; el Kun Agüero hace un vivo con Messi y los jugadores y es un evento en las redes sociales”.
En esta misma línea, Rodríguez dice que no lo sorprendieron las novedosas formas de los futbolistas, que ya se habían visto en la última Copa América del año pasado. “Recordamos el abrazo y la charla de Messi con Neymar, o a Messi pidiendo que los cantos de festejo no incluyan la gastada al rival. Eso habla de un movimiento lento pero continuo hacia un modo de entender la competencia, renunciando a tradiciones históricas de burlas, amenazas, alusiones a la sexualidad y la misoginia. Y, claramente, eso transmite otros valores, o bien cambia valores por mandatos (masculinos) donde la búsqueda del poder y el éxito incluye la desvalorización o el arrasamiento del rival”, explica. Al tiempo que asegura que “si se entiende eso desde los deportes en la infancia, seguramente trazaremos un camino de respeto hacia los otros”.
“Es un lado del fútbol que no estaba tan explotado, porque el fútbol era competencia, garra y que prevalezca el mejor. Hay algo de la expresión de afecto no mediada por el humor en la que corrieron un límite, al menos en público. Esto de permitirse decir te quiero, te amo, esto lo hacemos por vos… eso no se veía tanto en los deportes de elite, al menos. Pienso, no sé, en la Generación Dorada del básquet, que, al igual que este plantel funcionaron mucho tiempo como un grupo de amigos, pero eso no se veía. No se ve en el plantel de Boca o en el de River”, destaca Jones, quien también es parte del Grupo de Estudios sobre Sexualidades (GES).
“Creo que el rol de Scaloni, como cabeza del grupo, es muy importante. Un tipo con una inteligencia emocional notable. Es impensable que Menotti o Bilardo se larguen a llorar como lo hizo Scaloni. O que los ayudantes de campo lo hagan como lo hizo Pablo Aimar”, agrega, del otro lado del teléfono.
Los muchachos y la familia
Es otro de los aspectos novedosos que dejó el mundial. Las familias fueron el centro de la escena, como pilar de cada integrante del plantel y, sobre todo, de la escena televisada durante los festejos tras la obtención del título.
“Muchos jugadores pusieron en el centro a sus familias. Messi contando lo que le había dicho el hijo y por qué quería seguir jugando en Argentina con las cosas que le decían y llevándolos, a ellos y a Antonela, a la entrega de premios; los audios que circularon de las hijas de Di María; el Dibu que no le pudo hacer upa a su hijo, llevándolo después a los festejos…”, enumera Jones.
“Quizá la nota disonante es (Rodrigo) De Paul y la relación con sus hijos después de la separación, que es un poco más conflictiva”, diferencia el investigador del Conicet. “Quedó en una posición incómoda, como el carismático y jugadorazo que dejó a la mujer para irse con la super star, pero igualmente hay que tener cuidado de no caerle desde una clave moralizante”.
“Creo que hay una cuestión generacional -continúa Jones- por el momento histórico en el que nacieron y se criaron estos jugadores, y los perfiles de sus parejas. Yo la escuchaba ayer a la mujer de Di María, es brillante y no tiene que decir que es feminista para mostrar, de alguna manera, que el feminismo le impactó. La escuchaba a ella muy consiente de los privilegios que tienen por su situación económica y a su vez hablando de sus angustias”.
“Enzo (Fernández) vivió el Ni Una Menos, acá en Argentina; Julián (Álvarez) vivió el Ni Una Menos, no importa que ellos no hayan ido a marchar con los pañuelos verdes. Sus compañeras de barrios, sus hermanas, quizá sus novias están imbuidas por el feminismo, entonces me parece que ahí hay algo que se aflojó en ellos”, apunta, sobre esta nueva visión de “paternidades comprometidas y afectuosas”.
Por último, Jones habla de la complejidad de la figura del arquero de la Selección y la inviabilidad de caer en lecturas lineales. “Por un lado, tiene cosas de bravuconería, como se ve en los penales, pero, por otro, es un tipo que contó delante de millones personas lo que le había dicho su psicólogo, mostró su fragilidad, algo que muy pocos deportistas de elite hacen cuando están activos. Después, cuando se retiran, suelen contar cosas, pero antes no”. Y eso “es un gesto que se sale de la omnipotencia de los varones, en ese sentido es alucinante. No porque los varones no hagan terapia, la hacemos hace mucho, pero no es habitual que una figura de primera línea lo cuente. ¿Qué político de primera línea cuenta que hace terapia? ¿qué sindicalista lo hace? ¿qué otro deportista activo?”.
“Los desafíos están ligados a poner en agenda los costos de sostener ciertos mandatos, para las mujeres y las disidencias, como también para los varones. La restricción emocional, la fortaleza, la autosuficiencia y la búsqueda de reconocimiento y éxito, entre otros”, apunta Rodríguez. Y, en este sentido, el coordinador del Programa de Masculinidades de la Municipalidad de Rosario cierra: “También nos lleva al desafío de poder revisar el lugar de los varones en las tareas de cuidado y crianza, como la visibilización del rol de la mujer en éstas. La participación de las familias en la cancha y los festejos puede ser connotado como mensaje de que nadie triunfa solo, nadie se sostiene solo sino con la presencia de los otros”.