Los Bichos, la comparsa que nunca existió
Ocurrió hace 80 años, algunos vecinos aún la recuerdan y hasta figura en un libro. Pero su mérito es que nunca salió ¿cómo se entiende? He aquí su historia.o
Por Gustavo Rivas
El Barrio Oeste es uno de los más extensos y pujantes de la ciudad. Además de sus ya antiguas instituciones religiosas, culturales y deportivas, las casas de comercio tradicionales han aportado su participación en toda iniciativa de la vida comunitaria. Pero además, algunos comerciantes ya desaparecidos dejaron para la historia del populoso barrio, un ingrediente valioso: el rico anecdotario del humor pueblerino que le dio fama.
¿Quién no recuerda en forma directa, o por tradición oral, alguna cargada de aquellos genios de humor, como fueron los hermanos Crespo, los gallegos Pomés y otros tantos? El chispazo ocurrente y el ojo para detectar “el candidato”, hacía que la broma se armara en el acto, sin necesidad de ensayo. Es más: se continuaba sin aviso previo de un comercio a otro, como si actuaran por telepatía. El contexto barrial compartía y celebraba aquella sana forma de hacer más llevadera la vida comercial y así ellos se vacunaban contra el stress de algún vencimiento bancario. El popular “Café Argentino” era la caja de resonancia de tanta riqueza creativa y hasta el mozo, Eduardo Piedrabuena, hacía el aporte individual que lo consagrara también como un genio del humor.
Pero lo que poco se recuerda, es que esa rica tradición no era más que la continuidad de un estilo barrial que habían acuñado desde mucho antes “los fundadores”. Como muestra de aquella semilla, vaya entonces el relato de la ingeniosa comparsa “Los Bichos” que data de los años 30 del pasado siglo.
Esta comparsa en realidad era ficticia, nunca salió al circuito de la 25 de Mayo y jamás se pensó en salir, ya que sólo existía en la mente bromista de sus organizadores.
¿En qué consistía la broma? Pues, vayamos al grano: El “Presidente” (y autor intelectual) de la comparsa “LOS BICHOS”, era aquel inolvidable personaje del barrio -y particularmente de la Cancha de Los Vascos- “Peruco” Echeverría, quien junto a su socio Videla, tenía por entonces una conocida panadería en la finca que luego ocupara la Farmacia Vasallo en la calle 25 de Mayo.
Como decíamos, esta comparsa sólo existía en la mente creativa de Peruco y sus socios, quienes la utilizaban para “inscribir” a los muchachos interesados en participar. Estos concurrían en cantidades tales, que les posibilitada a los organizadores “seleccionar” los postulantes.
Una vez inscriptos por Peruco, éste los mandaba a “completar trámites” a la Ferretería Boggiano (Rocamora y San Martín). Desde allí eran remitidos al Almacén de Soneira, que funcionaba en la esquina que luego ocupara el Bazar Alemán -lugar predestinado para el humor- y desde ahí, al almacén de Santiago Chichizola (actual Edificio Palmeras I), desde donde regresaban a la ferretería, cada uno con el rol del bicho que iba a representar en la comparsa. En este lugar, un joven empleado -se supone que “miembro de la comisión”- era el encargado de expedir a cada uno, su vale para retirar los trajes, previa aprobación del “examen”.
Porque la parte más interesante de la broma estaba en los ensayos a que debían someterse los inscriptos. Estos se realizaban generalmente en el corralón de la panadería, ante la presencia de todos los partícipes de la cargada (“miembros de la Comisión”), más algunos invitados especiales.
Allí a cada bicho le hacían ensayar su futuro papel. Por ejemplo, uno que tenía que ir de portaestandarte, debía que practicar ante calificado público, con un pesado tirante de ¡cinco metros! A otro que debía salir de surubí, lo ponían a nadar en el suelo y, para “ambientarlo”, lo cubrán con manchas de tinta negra “en el lomo”. Aprobado el exigente examen, se les otorgaba por Secretaría el comprobante para retirar sus disfraces.
Los papeles que les entregaban contenían diversos textos: Vale por un traje de chancho, Vale por un traje de perro, etc. Para retirar las vestimentas, todos eran citados a la misma hora -el sábado a las 6 de la tarde- en la tienda “Chic Parisién”, que don Salvador Abramoff tenía en la calle 25, frente al ex Banco de Italia. Quien por no pertenecer al barrio, no se destacaba por el buen humor -al contrario- y obviamente, era ajeno a la broma. De este modo, cuando llegaba esa hora y Don Salvador estaba muy concentrado atendiendo su clientela, se le aparecían de golpe unos 70 u 80 chicos, mostrando ansiosos sus respectivos vales para retirar los disfraces.
El malentendido, más la decepción juvenil y la gran chinche de Don Salvador determinaban que éste los tuviera que correr con el metro para sacárselos de encima.
Cuando volvían enojados el lunes a la panadería para reclamarle a Peruco, éste, que era hombre de recursos, los arreglaba con esta respuesta: -Y ¿qué querés, hermano?...!Se nos mandó a mudar el tesorero!
Luego, cuando los aspirantes se enteraban de la verdad, quedaban hechos “unos bichos”: El nombre de la comparsa era premonitorio.
Este contenido no está abierto a comentarios