LA REPRESENTANTE OLÍMPICA
Liliana Martinelli y su recuerdo de Atlanta 1996: “Es la experiencia más linda que puede vivir un deportista”
A cinco días para el inicio oficial de los Juegos Olímpicos de París 2024, los recuerdos de los deportistas que tuvieron en citas anteriores afloran y reflorecen cada cuatro años cuando la llama se enciende y el mundo se paraliza por dos semanas con el evento multideportivo más importante del planeta.
En las XXXIII ediciones de las Olimpiadas de Verano (París inclusive) tan solo tres deportistas de Gualeguaychú tuvieron el honor de ser olímpicos: los velocistas Carlos Isaack (Londres 1948) y Mariano Acosta (Helsinki 1952).
Mientras que la única mujer fue la lanzadora de disco Liliana Martinelli, quien lo hizo en Atlanta 96, convirtiéndose en la última referencia olímpica que tuvo la ciudad en las últimas tres décadas, más allá del fenómeno Antonella Ruíz Díaz, que estuvo en los Juegos Paralímpicos Tokio 2020 (fue medalla de bronce) y lo hará en París 2024, una vez que finalicen las Olimpiadas tradicionales.
A menos de una semana para el comienzo de los JJOO en la capital francesa, Liliana Martinelli recibió en su domicilio al equipo de Ahora ElDía y recordó lo que fue su participación hace 28 años en Atlanta 1996.
“Llegar a los Juegos implica muchísimo trabajo, talento y personas que te acompañen en el proceso”.
“Llegar a un Juego Olímpico es un camino largo, de mucho trabajo. Empezás generalmente en la adolescencia, cuando descubren que tenés condiciones para determinados deportes y ahí empieza la construcción de un deportista. Desde los 15 años empecé a entrenar lanzamiento de disco y en 1992 llegué a Buenos Aires para dedicarme exclusivamente al entrenamiento, porque hay toda una preparación y una formación deportiva que es necesaria para cualquier atleta. Llegar a los Juegos implica muchísimo trabajo, talento y personas que te acompañen en el proceso”, indicó en el inicio de la entrevista.
Liliana Martinelli comenzó atletismo en el colegio secundario (Enova) en 1984 con la profesora Leticia Rébora y en 1986 fue campeona nacional con la Enova. En el medio empezó a entrenar con Roberto Olcese en el estadio de la Liga, donde -entre risas- reconoce que “hay varios agujeritos en los paredones hechos por los discos”.
La posibilidad de llegar a los Juegos Olímpicos no fue un proceso a largo plazo, sino que se dio medio repentinamente indicó la atleta. “Atlanta llegó bastante inesperado, porque la carrera de un lanzador depende de cómo ha sido la trayectoria. Uno va viendo si se llega o no a las Olimpíadas, porque no cualquiera puede llegar. Durante los cuatro años previos que estuve en Buenos Aires, el entrenamiento fue completo. Lo hacíamos en doble turno (mañana y tarde), teníamos competencias nacionales y algunas internacionales, que nos formaba para el torneo número uno en el atletismo”, contextualizó.
En relación a cómo logró la clasificación para Atlanta 96’, Martinelli contó: “Había ocho cupos y la Confederación Argentina de Atletismo (CADA) y el Comité Olímpico Argentino eligieron a los ocho mejores atletas del país en ese momento (1996). Yo justo hice récord nacional con una marca B de 58,24 metros, que me permitió quedar primera en Argentina y segunda en Sudamérica.
Así fue que Martinelli se aseguró la plaza, armó las valijas y viajó a Atlanta a cumplir el sueño de cualquier deportista amateurs. “Creo que fue el objetivo de alcanzar y fue alcanzado. Quizás me hubiese gustado estar más preparada o con mejor marca, pero era un proceso para alcanzar en los próximos cuatro años (Sídney 2000) y al final no pudo ser. La participación en un juego olímpico es la experiencia más linda que puede tener un deportista, de cualquier deporte”, afirmó la atleta en relación a lo que significó competir en una Olimpíada.
Sobre las expectativas con las que fue a Estados Unidos, Lili Martinelli señaló: “Nunca vendí humo, ni mucho menos, fui a participar y a vivir esa experiencia. Seguramente si tenía la posibilidad de estar en otro Juego Olímpico, las exigencias hubiesen sido otras pero no pasó”.
En la competencia de disco en Atlanta, la atleta gualeguaychuense tuvo como mejor registro 55,68 metros en la clasificación y no pudo avanzar a la final, que tuvo como campeona olímpica a la alemana Ilke Wyludda (69,66), escoltada en el podio por la rusa Natalya Sadova (66,48) y la bielorusa Ellina Svereva (65,64).
Marcelo Pugliese, también lanzador de disco que estuvo en los Juegos de 1996, le consiguió un fragmento audiovisual de lo que fue su participación olímpica. “Tenía una cara de miedo, estaba seria. En la competencia no se me vio ninguna mueca de sonrisa. No me acuerdo bien, pero debo haber estado súper nerviosa” recordó Liliana con alguna carcajada.
Las competencias internaciones como Juegos Odesur o Juegos Panamericanos, entre otros, de los que había participado Martinelli previamente, distaban mucho de Atlanta 1996. Las exorbitantes cifras que se gastaron para las estructuras del estadio y la ceremonia inaugural, sumado a la masividad de personas que acudieron al Estadio Olímpico del Centenario, obnubilaron a la atleta de Gualeguaychú.
“El desfile inaugural y la estadía en la Villa Olímpica fue alucinante. Recuerdo que en la Ceremonia encendió el pebetero Mohamed Ali y actuó Celine Dion, además compartimos con deportistas de todas las etnias del mundo, que muchos llevaron su vestimenta típica como los hindúes. Presenciamos culturas que estaban muy lejos de la nuestra y nos permitió conocer la versatilidad de razas humanas que hay en el mundo”, rememoró con algo de nostalgia.
La participación de Liliana Martinelli en Atlanta 96’ fue el principio del fin de su carrera. La decisión no fue por desinterés ni frustración en el deporte, más bien por una proyección a futuro.
“Después de los Juegos no volví a entrenar con tanta asiduidad y me fui alejando de a poco del deporte”.
“Después de los Juegos no volví a entrenar con tanta asiduidad y me fui alejando de a poco del deporte. Todavía tenía muchísimo tiempo por recorrer, pero necesité estar más estable económicamente. En esa época había mucha inestabilidad económica y, si bien, había apoyos a los deportistas, era una ayuda a corto plazo”, manifestó.
“Entonces, como tenía 26 años, me pregunté ¿Qué va a ser de mi futuro? Tenía la mirada puesta en tener una solvencia económica digna para tener una vida medianamente bien. Mis viejos me exigieron un estudio terciario (se recibió de profesora de Lengua y Literatura) antes de irme a vivir a Buenos Aires y dedicarme al atletismo. Luego mi exigencia personal fue de qué iba a trabajar. Fue así que dejé el deporte y me dedique a la docencia”, agregó.
Y, a modo de cierre, Liliana Martinelli sentenció: “No tuve todo el acompañamiento que necesita un deportista para llegar a ser de élite No es solamente contar con una beca que te ayuda a subsistir y poder entrenar. Los deportistas de alto rendimiento en otros países tienen su casa, auto y bazar. Y saben que a los 35 años terminan su carrera deportiva y tienen algo con qué sostenerse para después buscar su propio camino; sea en el deporte o no. Por su parte, en Argentina falta una pata tan importante que es el apoyo a los deportistas de élite”.