EDITORIAL
Latinoamérica sigue en la lógica de la Guerra Fría
Los últimos acontecimientos políticos latinoamericanos, con su carga de polarización social y violencia, dan razones para creer que la Guerra Fría no se ha ido del todo de la región.
La convulsa coyuntura política en Latinoamérica, que parece atravesada por un huracán de discordia, retrotrae a la segunda parte del siglo XX, cuando el conflicto entre Estados Unidos y la Unión Soviética tuvo un efecto desestabilizador en esta parte del mundo. Se trata de un raro “déjà vu” (algo ya visto) setentista, porque han dejado de existir los recurrentes golpes de Estado militares y la guerrilla no está masivamente activa. Sin embargo ha vuelto la violencia, acompañada de una polarización peligrosa de las sociedades, una herencia muy típica de la Guerra Fría en la región. Eso cree el historiador italiano Vanni Pettinà, autor del libro “La Guerra Fría en América Latina”, para quien muchos de esos aspectos vuelven a aflorar en la actualidad. “Herencias del pasado que se vuelven a encender por la coyuntura actual”, ha dicho este profesor investigador del Centro de Estudios Históricos del Colegio de México, El historiador habla de un regreso de los enfrentamientos, como “herencia de procesos políticos que durante la Guerra Fría tuvieron la violencia en el centro de sus políticas”. Según Vanni Pettinà, “la violencia fue parte de las herramientas políticas latinoamericanas y hay de alguna manera cierta continuidad en esto”. En tanto para el escritor cubano Rafael Rojas la Guerra Fría sigue siendo una “reserva simbólica inagotable” en la América Latina del siglo XXI. En un reciente artículo, dice: “Aquellas décadas de dictaduras y revoluciones, de guerrillas y golpes, actúan como una reserva simbólica inagotable, de la que echan mano unos y otros para movilizar afectos”. Según Rojas, la Guerra Fría “funciona como la última epopeya del periodo predemocrático latinoamericano, a la que unos y otros deben recurrir en busca de inspiración”. Como en el pasado, también ahora la idea de la izquierda y la derecha funcionan como doctrinas absolutas, capaces de condenar o de legitimar. La ideología binaria permite, en efecto, que las protestas populares chilenas puedan ser leídas, depende de la categoría maniquea que cada quien suscriba, como un acto de liberación popular contra la derecha neoliberal de Sebastián Piñera o como una típica insurrección castrochavista que pretende derrocar a un gobierno legítimo. ¿Cómo deben juzgarse, por otro lado, las frecuentes manifestaciones opositoras en la Venezuela de Nicolás Maduro o en la Nicaragua de Daniel Ortega? ¿Reflejan el descontento de un pueblo que rechaza la “dictadura” de regímenes comunistas? ¿O todo es un plan subversivo de la “derecha neoliberal, la CIA y Estados Unidos”? Los sucesos bolivianos igual: ¿golpe de Estado de la derecha contra el líder izquierdista Evo Morales o insurrección popular contra un gobierno que produjo fraude electoral? “En una Latinoamérica cada vez más diversa y complicada, hay también una polarización creciente, empeñada en que el antagonismo entre la izquierda y la derecha sea una ecuación mágico-religiosa”, diagnostica por su parte el escritor venezolano Alberto Barrera Tyszka, en el diario The New York Times. Para Barrera Tyszka este enfrentamiento, que ha perdido su condición ideológica para devenir en algo emocional, en realidad es un ejercicio de distracción, una maniobra teatral, funcional para la supervivencia de algunas élites y para que se mantengan males como la corrupción.
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