OPINIÓN
Latinoamérica, reflexión y posibilidad de abordaje de sus problemáticas
Reflexionar sobre la América Latina de hoy, siempre convulsionada, con profundos cambios y necesidades sociales cada vez más significativas, implica poder pensarnos cómo asumimos las problemáticas que nos atraviesan como región.
En este sentido, podemos revisar las teorías críticas que ofrecen herramientas invaluables para analizar los problemas complejos y estructurales que afectan a nuestras sociedades, en pos de encontrar soluciones efectivas.
El pensamiento decolonial, el marxismo, el psicoanálisis, la cultura, la ecología y el feminismo latinoamericano son teorías que se han desarrollado como respuestas específicas a realidades de explotación, desigualdad y exclusión en una región rica en recursos, pero marcada por profundas asimetrías de poder, en un contexto cada vez más tecnologizado y globalizado.
Sin embargo, el panorama actual de estas teorías se enfrenta a desafíos, tanto internos como externos, que cuestionan su capacidad de incidencia en la transformación social.
Las teorías críticas latinoamericanas han evidenciado que los problemas que reproducen las desigualdades y la violencia estructural, sobre todo en comunidades indígenas, migrantes y afrodescendientes, entre otras, no son anomalías del sistema, sino síntomas de un modelo de desarrollo extractivista y neocolonial que prioriza los intereses económicos de unos pocos sobre el bienestar de las mayorías. Sin embargo, el discurso decolonial, que denuncia las herencias coloniales y la mirada eurocéntrica, en nuestras instituciones y en nuestra mentalidad, aún enfrenta obstáculos para traducirse en políticas efectivas que protejan a estos grupos vulnerables y promuevan una sociedad más equitativa. Esto se manifiesta en múltiples dimensiones: desde la dependencia económica hasta la imposición de modelos educativos, culturales y científicos que privilegian el conocimiento "occidental" y marginan los saberes ancestrales y populares de los pueblos indígenas y afrodescendientes o de comunidades autóctonas en diferentes territorios.
En respuesta, el discurso decolonial Walter Mignolo (2010) propone una “desobediencia epistémica”, es decir, desafiar estas jerarquías y promover un conocimiento más plural, en el que se reconozcan y valoren las epistemologías de los pueblos originarios y las comunidades oprimidas.
En el ámbito político, las teorías críticas enfrentan el reto de operar en contextos de democracias frágiles y crecientes amenazas autoritarias.
En muchos países de la región, como Brasil, Nicaragua y Venezuela, se ha observado un debilitamiento de las instituciones democráticas y un aumento de la represión contra quienes critican a los gobiernos. En estos contextos, las teorías críticas, que deberían servir como vehículos de concientización y cambio social, son frecuentemente marginalizadas o incluso perseguidas. Esto evidencia una contradicción profunda: mientras que se necesita un análisis crítico para cuestionar las desigualdades y proponer alternativas, el espacio para su desarrollo y aplicación se reduce bajo sistemas que prefieren mantener el statu quo, favoreciendo a elites de países desarrollados.
Otro tema relevante es el impacto de la globalización y la influencia de poderes extranjeros en las economías latinoamericanas. Las teorías críticas han sido fundamentales para entender cómo el neoliberalismo ha configurado las economías de la región, generando pobreza y exclusión en aras de la eficiencia del mercado y la atracción de inversión extranjera. Sin embargo, en el actual contexto global de crisis ambiental y sanitaria, estas teorías enfrentan el reto de proponer modelos de desarrollo alternativos que sean económicamente viables y socialmente justos.
La noción del “buen vivir”, inspirada en cosmovisiones indígenas y promovida por teóricos y movimientos sociales, emerge como una alternativa prometedora, aunque aún tiene que enfrentar desafíos en su implementación y aceptación por los gobiernos y las élites económicas.
Para avanzar, resulta esencial que las teorías críticas latinoamericanas fortalezcan su capacidad de diálogo interdisciplinario y transnacional, aprovechando el creciente interés en las escuelas, las universidades o institutos de educación superior del mundo por estas perspectivas. Además, es necesario que estos enfoques se traduzcan en estrategias prácticas y políticas públicas que puedan ser aplicadas en beneficio de la población y no solo en el ámbito académico. La riqueza de las teorías críticas latinoamericanas radica en su conexión con las luchas reales de los pueblos, pero para ser verdaderamente transformadoras, necesitan encontrar canales que superen las barreras que los sistemas políticos y económicos han impuesto.
La región está en una encrucijada. Cada sociedad tiene el potencial de ofrecer un camino para ser más justas y equitativas, pero su impacto dependerá de su capacidad para superar los desafíos internos y externos que enfrentan. Por eso dado el avance de un capitalismo salvaje, un avance tecnológico que propicia nuevas formas de interrelacionarnos y comunicarnos, este es el momento de fortalecer el pensamiento crítico, de escuchar las voces históricamente silenciadas y de construir, a partir de nuestras propias realidades y problemáticas, una América Latina que respete y valore la vida y la dignidad de todos sus habitantes.
Nuestra ciudad no está ajena a problemáticas que necesitan un diálogo mayor entre las instituciones, la planificación y políticas públicas que contemplen, anticipen y solucionen problemáticas sociales que necesitan un abordaje situado y de contemplación de necesidades propias, pero también vinculado con el resto de la región y el mundo.