EDITORIAL
Las profecías ecológicas sobre el colapso terrícola
La humanidad vive un tiempo histórico de mucho temor e incertidumbre. Un contexto espiritual en el cual calan hondo los discursos catastrofistas, como el que articula el ecologismo.
Los registros climáticos a lo largo y ancho de la Tierra demuestran una deriva hacia el incremento de las temperaturas medias más rápido de lo provisto. El calentamiento global se agrava y amenaza el futuro de nuestro planeta, acaba de advertir el Panel Intergubernamental de Cambio Climático de Naciones Unidas (ONU). El organismo había fijado el límite de 1,5 grado de aumento en la temperatura global como una línea roja más allá de la cual el desquicio planetario sería un hecho. Pero resulta que la ONU advierte, en su último informe, que la temperatura media del planeta podría subir este siglo hasta unos “intolerables” 3,9 grados. “Nuestro fracaso colectivo a la hora de actuar pronto y enérgicamente en el cambio climático significa que ahora debemos conseguir fuertes reducciones de emisiones”, ha subrayado la ONU, advirtiendo que “cada ciudad, cada región, cada negocio, cada individuo, debe actuar ahora”. Desde hace un tiempo este tipo de interpretaciones sobre el clima llevan a un miedo subrepticio, a cierta angustia de futuro o incluso a un pánico más o menos latente; es decir, a un cierto milenarismo. En efecto, es factible asociar las profecías ecologistas sobre daños ambientales y catástrofes en ciernes con la idea, originalmente religiosa, del fin de los tiempos o, cuando menos, con una etapa de bien merecidos castigos divinos hacia todo el género humano. El milenarismo es un rasgo particular de ciertos movimientos religiosos que anuncian la proximidad del fin del mundo o un cambio drástico en la humanidad. Por lo general responden a situaciones de cambio social, incertidumbre y crisis. En el caso de la cultura cristiana el milenarismo fue incorporado con base en la interpretación de las Sagradas Escrituras, en específico, del Libro de Daniel y del Apocalipsis de Juan. Cada determinado tiempo surgen discursos colectivos acerca del fin del mundo. En la conciencia colectiva de nuestra época, los esquemas milenaristas no han perdido su poder de seducción. En este sentido, el “eco-catastrofismo”, la visión de catástrofe de los destinos del mundo en relación a los problemas ambientales, como se expresa en las advertencias de la ONU y el movimiento ecologista, se ajusta a la mentalidad milenarista. Se diría que es una retórica que logra instalarse con facilidad en un universo mental dispuesto a acogerla. La constatación (con denuncia, crítica, reivindicación, etc.) de un deterioro fatal del medio ambiente, sintoniza con la idea de que el mundo terminará (y terminará pronto), que los historiadores de las religiones, como Mircea Eliade, atribuyen al pensamiento mítico constitutivo del ser humano. El eco-catastrofismo compite contemporáneamente con otros discursos que juegan con la idea del fin del mundo, con esta especie de arquetipo simbólico arraigado en la conciencia de la humanidad, solidario en el pasado con el mito del diluvio universal, presente en todas las religiones de los pueblos primitivos. El pavoroso proceso del cambio climático se asemeja en tremendismo trágico a relatos de acaboses cósmicos contenidos en la prédica de algunas sectas milenaristas, en la leyenda de la Atlántida, la ufología, el holocausto nuclear, el esoterismo de la New Age, y las profecías prehispánicas, entre otros.
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