LA ECONOMÍA PONE EN JAQUE A LA SALUD
Las enfermedades de la pobreza y las patologías que pueden aparecer por la crisis en Gualeguaychú
Esta semana el Indec informó el índice de pobreza del primer semestre de Javier Milei: 52,9%; 11,2% más que el 41,7% de pobres que dejó la gestión de Alberto Fernández. Además, la indigencia pasó de 11,9% a 18,1%. Esta cantidad de personas viviendo en condiciones muy precarias repercutirá de manera grave en la salud de toda la población. Además, esta semana renunció el Ministro de Salud, en medio del desfinanciamiento a los hospitales de las provincias. Gualeguaychú no escapa a esta realidad y las enfermedades se pueden multiplicar.
El Indec difundió esta semana los datos de la pobreza en Argentina durante los primeros seis meses de este año. Como era de esperarse, tras el ajuste del presidente Javier Milei, con una suba del costo de vida sin precedentes en un período de tiempo tan corto, la cantidad de pobres e indigentes se multiplicaron, y ya más de la mitad de los argentinos no alcanza a cubrir sus necesidades básicas.
52,9% fue el número que refleja lo que se ve día a día: caída del consumo en todos los rubros, aumentos inusitados de alquileres, vecinos pagando las tarifas en cuotas, pidiendo préstamos o exprimiendo la tarjeta de crédito para gastos cotidianos.
Además, el 18,1% de indigencia se ve en el incremento de personas que asisten a comedores y que viven en situación de calle.
Todas estas cifras son ni más ni menos que personas que, en los últimos meses (ante el elevado costo de las obras sociales y medicamentos), se vuelcan al sistema sanitario público y recargan y saturan, en el caso de Gualeguaychú, al Hospital Centenario y a los Centros de Atención Primara de Salud (CAPS).
De todos los aspectos en los que repercute la crisis, la salud es el más preocupante, ya que está en juego la calidad de vida, o inclusive la vida misma. En este marco, ayer se supo que renunció el Ministro de Salud de la Nación Mario Russo, quien alegó “cuestiones personales”, aunque lo que realmente habría precipitado su salida del Gobierno sería la falta de presupuesto para combatir al dengue y para su cartera en general.
La relación entre pobreza y enfermedad no es caprichosa. Como escribió en su artículo titulado “Enfermedades de la pobreza” cuando era director científico del Instituto de Investigaciones Epidemiológicas, el médico y ex Ministro de Salud de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires durante las dos gestiones de Mauricio Macri Jorge Daniel Lemus afirmó: “La pobreza y la mala salud están interrelacionadas, las personas pobres tienen más problemas de salud que las acomodadas. Quienes viven en la pobreza absoluta tienen una probabilidad cinco veces mayor de morir antes de los cinco años de edad y 2,5 veces mayor de morir entre los 15 y los 59 años de edad que quienes pertenecen a grupos de ingresos más elevados”.
En esta línea, dejó en claro que “la salud precaria es tanto una causa como una consecuencia de la pobreza. La enfermedad puede reducir las economías familiares, la capacidad del aprendizaje, la productividad y la calidad de la vida, con lo que crea o perpetúa la pobreza. A su vez, los pobres están expuestos a mayores riesgos personales y ambientales, están peor nutridos y tienen menos posibilidades de acceso a la información y a la asistencia sanitaria”.
En este contexto, enumera una serie de enfermedades que suelen proliferar en contextos de pobreza (similares o peores a los que atraviesa nuestro país y, por ende, nuestra ciudad en estos momentos): “Las enfermedades infecciosas como las pulmonares, diarreicas, el VIH/Sida, la tuberculosis y el paludismo son las que cobran más vidas. Además, las complicaciones del embarazo y el parto son aún una de las principales causas de defunción, ya que acaban con la vida de madres y lactantes”.
En los países de bajos ingresos estas son las 10 enfermedades que se cobran más muertes, de acuerdo con datos de la OMS: Infecciones de las vías respiratorias inferiores; enfermedad coronaria; enfermedades diarreicas; VIH/Sida; Ictus y otras enfermedades cerebrovasculares; enfermedad pulmonar obstructiva crónica; tuberculosis; trastornos neonatales; malaria; y prematuridad y de bajo peso al nacer.
Lemus también planteó que “las enfermedades de la pobreza históricamente han sido transmisibles, pero paradójicamente los pobres empiezan a sufrir los embates de otro tipo de padecimientos debido a la transformación de su comportamiento, principalmente porque ahora consumen grandes cantidades de alimento chatarra, algo que antes no hacían. En muchos países se ha pasado de la desnutrición a la malnutrición. Al consumir estos productos, los individuos desarrollan obesidad, condición que lleva a enfermedades crónico-degenerativas que antes no se observaban entre este sector social, como el síndrome metabólico y la malnutrición”.
Para concluir, dejó una interesante reflexión final: “Para aquellos que todavía piensan que ante la enfermedad y la pérdida de salud, pobres y ricos estamos en el mismo barco, deberían reflexionar sobre el hundimiento del Titanic; murió el 38,9% de los pasajeros de tercera clase, el 12,3% de los de segunda clase y sólo el 9% de primera clase. Todos estamos en el mismo barco, pero los que se mueren son los menos favorecidos”.
Las particularidades de Gualeguaychú
Más allá de las generalidades que atraviesan a todas las localidades, cada ciudad tiene sus características y sus vivencias. En base a ellas, y a su experiencia como médico, el infectólogo Ignacio Bourlot, marcó que “inicialmente hay que mencionar a las enfermedades vinculadas a la falta de acceso al agua y/o alimentos seguros: gastroenteritis, diarreas virales, bacterianas o parasitarias y otras enfermedades de trasmisión fecal u oral, como por ejemplo la hepatitis A”.
Luego, Bourlot destacó que, relacionadas a la pobreza, también aparecen aquellas patologías “vinculadas al hacinamiento, cuyo mecanismo de transmisión es la vía aérea (macrogotas o microgotas), agentes productores de neumonía, meningitis y la tuberculosis”, sintetizó.
“Seguramente, el crecimiento de la pobreza, del hacinamiento y el desarrollo de territorios poblacionales no programáticos –como en el caso de los asentamientos– va a influenciar a este crecimiento”, advirtió.
Además, mencionó que “las llamadas enfermedades olvidadas o desatendidas, y cuyo principal mecanismo de transmisión son vectores animales (ratas, ratones, perros, gatos) o insectos (mosquitos, vinchucas), como por ejemplo la leptospirosis o el dengue, para Gualeguaychú serán un problema”, aseveró.
Por último, Bourlot alertó que “muchas de estas enfermedades infecciosas pueden ser prevenidas con vacunas, pero de alguna manera se está poniendo en riesgo a los programas de vacunación como el de nuestro país, que es de los más amplios de la región. Una pérdida de continuidad en ese ámbito o la falta de provisión de medicamentos para enfermedades crónicas pueden alterar la evolución de un grupo importante de pacientes”, concluyó.