LA NUEVA NORMALIDAD
Larreta y su proyecto para llevar las flores a todo el país
La multitud de feroces salvajes rugía hasta más no poder. ¡Dunga dunga o muerte!, gritaban en su lengua, bastante compleja de entender para el expedicionario. A veces, en momentos extremos, las palabras huelgan. Y no hay nada como la desesperación para comprender lo incomprensible. ¡Muerte...muerte!, retrucó el hombre que se veía ya cerca de la muerte. Pero antes...¡un poquito de Dunga dunga...! le aclararon...
Jorge Barroetaveña Esta broma es bastante vieja, pero sirve para graficar bien lo que el gobierno hace por estas horas con la cuarentena. Aconsejado por los infectólogos, el Presidente dejará de hablar de la cuarentena, qué él mismo relativizó en los últimos días en notas periodísticas, para enfocarse en otros términos. Es un blanqueo en realidad porque es lo que el Presidente quiere hacer desde hace rato pero no sabe cómo. Cada anuncio que se hace desde hace un mes no tiene que ver con la pandemia. Fernández sólo se limita a juntar a Kicilloff con Larreta, limar las asperezas y hablar en conferencia tripartita. El hastío social, pese a la grave situación sanitaria, ya no da para más. No ha contribuído mucho la confusión sobre las cifras de fallecidos en la que han incurrido algunos altos funcionarios. Sería bueno que no quedaran dudas sobre la cantidad de fallecidos, la circunstancia y el momento, porque a partir de eso se toman decisiones. Uno hace fuerzas pensando que al Presidente le acercan la información correcta. Sería una negligencia supina que lo hagan tomar decisiones fundamentales a partir de datos incorrectos. A esta altura nadie duda de la gravedad de la pandemia y de sus consecuencias, pero la información fidedigna es clave para que la sociedad respete las decisiones oficiales y conserve un comportamiento más o menos acorde. Los caminos por los que indaga el gobierno para dar vuelta la página tuvieron un alto importante con el acuerdo con los bonistas extranjeros. Pero esas noticias pasan rápido porque su afectación a la vida real en el corto plazo es imperceptible. El debate y la polémica que rodea a la reforma judicial no suman a la estrategia de salir rápido de las consecuencias de la pandemia. En política la forma suele ser más importante que el fondo, sobre todo a la hora de imponer las iniciativas en las expectativas públicas. Pero esa tiende a ser una metodología de sello para el oficialismo. Si bien tibiamente ahora, las voces de algunos ministros se han levantado, el Presidente monopoliza la interlocución. Esa exposición, a veces innecesaria, expone sus flancos débiles, más allá de sus pretendidas cualidades como orador. En otra circunstancia, no hay dudas que hubiera metido mano y avanzado en recambios en el gabinete. Hay ministros que, a 8 meses de asumir, no se les conoce la cara. Los más duros hablan de falta de compromiso. Los más blandos, admiten, que no están a la altura de sus cargos. En el medio se diluye la capacidad de respuesta de una gestión que recién prende motores, acotada por la pandemia y sus atroces consecuencias, sanitarias y económicas. A sabiendas que condiciona a todos, oficialismo y oposición, la vicepresidenta sigue su propia agenda. Y va con anteojeras. Con táctica doble y estrategia única. Exponer al gobierno anterior, con Macri a la cabeza, como corrupto, vaciador y espiador. No como una forma de expiar culpas o responsabilidades sino más bien para echarle en cara a la sociedad que los votó, lo poco que sabe o cuánto se deja llevar de las narices. La estrategia conduce a un solo destino: que le quede claro a todos que ni ella ni sus hijos son corruptos y que todo fue fruto de una ‘megaconspiración’ nacional e internacional. Y no habrá nada que la detenga en ese objetivo. Y está bien que se encargue personalmente. Alberto está para la administración del país, y ella para limpiar su propia imagen. La oposición, salvo Larreta, luce débil. Es justamente el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires la única mácula en esta estrategia. La percepción sobre su crecimiento es correcta, y por esos las voces oficiales que se alzan para esmerilarlo. Cristina nunca le creyó a esa sonrisa de muchos dientes. Su famosa frase de los canteros con flores de la 9 de Julio mientras la gente se hacinaba en el Conurbano, describe lo que piensa de él. En Provincia hacen cola para minar la imagen de hacedor que es su fuerte y hasta el Presidente empieza a sumarse ahora a la zaga de críticas. Ahí están a la sombra, esperando el momento adecuado, los proyectos para pegarle el tijeretazo a los fondos que recibe la capital. Larreta tiene su propia interna. La tarea de administrar una ciudad en plena pandemia, no le deja mucho tiempo para la política, pero el momento de la definición lo alcanzará más temprano que tarde. Para adentro de la alianza opositora tendrá que ver qué hace con Mauricio Macri y si sella su entendimiento táctico con los sectores más afines a su perfil de Cambiemos. Siempre con la mira en el 2023 y en un proyecto que lleva las flores de los canteros de la 9 de julio a todo el país. Y haciendo equilibrio para que los lobos grandes no se lo coman antes de largar la carrera.
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